Caída

1579 Words
Caminaba devuelta a casa, había salido hace poco a comprar unas cosas para la clase de mañana. Sabía que algo me seguía, pero jamás creía que fuera él. Darío llevaba horas siguiéndome, primero en el instituto y por primera vez lo hacia fuera de él. Era bastante incomodo, desde que lo rechace no hacía más que seguirme y rogarme por una oportunidad que, sinceramente, jamás le concedería. Me sorprendí un poco cuando lo vi doblando en la misma esquina que yo, podría decir que incluso me asusté, pero lo deje. Y cuando ya me había decidido hablarle y plantarle cara él desapareció. Lo busqué con la mirada, pero fue en vano, no lo encontré por ningún lado. Entonces solo seguí mi camino a casa. Me encontraba muy cerca de mi casa cuando oí un grito ahogado a lo lejos. Me asusté y entré de inmediato, atravesé la reja y me escondí detrás de un árbol viejo que tenemos en el patio. Algo estaba afuera, algo que nos siguió tanto a mi como a Darío. Algo que quería mi cuerpo, mi vida. Podía sentir algo extraño fuera en la calle, al principio creí que era Darío, pero ahora me doy cuenta que no era así. Lo que nos seguía dejaba una vibra de muerte en el aire, ese algo estaba tras de mi. Me odiaba totalmente, me mataría, estaba segura. Despeje esas tenebrosas y abrumadoras ideas, subí a mi habitación y me metí al baño, deje que el agua llenara la tina mientras yo me desvestía, entonces las vi. Aquellas que creí que desaparecieron habían vuelto. ¿Por qué volvieron? Mi alas blancas yacían en mi espalda, las liberé y estas volvieron a su forma original; grandes y bellas alas blanca que al estirarlas tocaban el techo del baño. Las miré y acaricie un buen rato luego cuando sentí la voz de mi padre las hice desaparecer. - ¿Todo bien pequeña? subiste muy rápido ¿Paso algo afuera?  - Dijo desde la escalera. -       Estoy bien padre. Solo me daré un baño, luego me iré a dormir – le alce la voz desde el interior del baño  y sin más cuestionamiento mi padre se marchó. El instituto parecía más inquieto hoy, todos susurraban cosas sobre una muerte, una mutilación, que otro muchacho había muerto y nadie sabía el por qué. -       ¿Qué sucedió Magenta? – le pregunte mientras me sentaba a su lado -       Otra muerte – me dijo en susurros – anoche fue atacado Darío, está muerto. Dicen que lo mutilaron, le cortaron la lengua y sus extremidades, además le arrancaron el corazón – parecía impactada al tener que contarme. Tenía la mirada fija en el aire como si estuviera en shock El corazón. Pensé A él también le arrancaron el corazón, al igual que mis amigas. Teresa… Matilde… Como detestaba esto, las extrañaba mucho, ellas me habían dejado atrás y ahora solo tenía  a Magenta. A ella y a la familia que tenía detrás. A Near... Ese estúpido, pensar en él me alteraba. Luego de que me trata mal no hacía más que ser amable conmigo, fingir que yo le gusto, fingir que le simpatizo, que le encanta mi presencia. Sonreírme. Sentía que todo era tan fingido. Pero... Últimamente ha sido muy amable conmigo; siempre pendiente de donde estaba, cuando se acercaba a Magenta en ciertas clases trataba de saludarme, cuando Magenta sabía que necesitaba alguna cosa él se ofrecía e iba por ella, eran tan amable que me asustaba su cambio tan repentino. ¿Qué tiene en la cabeza? Magenta me dice que yo le gusto. Algo que no creo. Hay días en los que Magenta me cuenta secretos que él le dice, como que ha soñado conmigo, que suspira por mí – que ridiculez – que se molesta cuando otro hombre me habla. Sobre todo cuando Darío me hablaba. Pero finge. Sigo diciéndome eso.  ¿Cómo le podría gustar si hace unos meses me  ordenó que no me acercara a su familia? Ser sensata y alejarme seria lo correcto… Pero me esta costando tanto. Cada vez que salgo de clases miro por los pasillos para saber si está ahí mirando. Cuando llego de las primeras a los salones me siento en alguna silla donde me quede la vista a los pasillos o la puerta. En ocasiones guardo su asiento para las clases en común. Presiento que por mas que lo quiera alejar, me obsesionó con su presencia como si me gustara.  ¿Quién  me gusta? ¿Near? Imposible, ¡le odio! Odio cuando se hace el tonto, cuando me molesta por la espalda garabateando cosas con su lápiz ¿Acaso escribe mensajes en mi espalda?, odio cuando termina mis oraciones como si estuviéramos sincronizados ¿Qué le pasa?  -       ¿Kana? – me llamo una vos aterciopelada que hizo que mi corazón se estremeciera.  Sus ojos estaban clavados en mí. Me miraba asombrado, como si al fin me hubiese encontrado después de haber estado perdida. ¿Perdida? Tal vez ¿Caída? Es lo más seguro. -       ¿Qué quieres? – fui descortés, pero mi cara comenzó  a tornarse colorada ¿por qué me tuvo que encontrarme vagando en mis pensamientos sobre él.  - ¿Qué quieres Near? - volví a decir. -       Bueno. Yo – parecía nervioso – quería invitarte a cenar a mi casa esta noche. Claro, si tu quieres. ¿Quieres?  Mire la hora, la clase había terminado. No le respondí, solo me puse de pie y salí del salón. Maldición, ¿Cómo osa a hablarme? Maldición. Camine rápidamente hasta la clase de gimnasia. Detrás de mí venia él. -       No me sigas – le grite -       No lo hago, yo igual tengo clase de gimnasia – me respondió molesto. ¿Será verdad? Apenas llegué, el instructor nos dio unos ejercicios para las chicas de la clase, luego uno para los muchachos. Más tarde jugamos futbol entre las chicas y los hombres tuvieron competencia atlética. Para mi mala suerte unos de mis tiros fue a parar lejos de la cancha, asique tuve que ir a buscarlo, corrí rápidamente y me torcí el tobillo, sentí como si lo quebraran desde el interior de mi piel, como si algo lo sujetara entre sus manos y lo partiera. Me desplome en el suelo, me golpee la cabeza contra el cemento. Aún consiente oí al instructor gritarle a uno de los muchachos para que me llevara a la enfermería. Una silueta estaba a mi lado cuando la enfermera trataba de  enderezar mi tobillo. El joven tomo mi mano mientras que yo lloraba y gritaba de dolor. Luego la enfermera se marchó y yo me dormí en unos brazos. Creo que desperté unas horas después, él estaba a mi lado abrazándome y acariciando mi cabeza -       ¡Suéltame! – le ordene y el grito causo un pequeño dolor en mi cabeza. -       ¿Así tratas a las personas que te ayudan? – dijo él poniéndose de pie. Se acercó a la puerta y no pudo abrirla, intento varias veces pero esta parecía trabada con algo desde fuera. -       Maldición – dije – ahora estaré encerrada contigo hasta quién sabe qué hora. -       Estas loca – susurro pero para su infortunio logre escuchar igual -       Tú eres el loco – me altere -¿Qué te sucede? ¿por qué de pronto comenzaste a ser amable con migo? ¿Qué tienes en la cabeza? – fui vulgar – primero me amenazas y ahora todo esto. Quise ponerme de pie pero Near me empujo contra la cama para que no me levantara. -       Eres un idiota – le grite – te odio, me enfermas. Eres realmente extraño. -       Tu eres la extraña – me dijo serio - ¿Qué es lo que le haces a mi mente? – me pregunto y se acercó a mi furioso. -       ¿Qué harás ahora? ¿golpearme? -       ¡Cállate! – me grito y sentí como unas lágrimas brotaban de mis ojos. Era la primera vez que él me gritaba. Estaba muy molesto – ya cállate – me volvió a decir. Me abrazo con fuerza, luego tomo mi cara entre sus manos y delicadamente posiciono sus labios sobre los mío. No supe qué hacer. Solo me deje llevar por el calor que sentía desde sus manos, por la electrizante sensación que subía desde mi estomago. La atracción. Me gusta esto. Pensé. Realmente me gusta. -       ¿Qué es lo que le haces a mi mente? ¿Por qué después de que te odie tanto, después de que te deteste, ahora siento la necesidad de protegerte, de acerté mía? – me dijo luego que paro de besarme, a solo unos centímetros de mis labios.  - ¿Qué será? - dijo por último. Y se quedo mirando mi rostro como buscando algo, una respuesta.  Allí me quede detenida en el tiempo. Sentí un ardor en el pecho, unas ganas de volver a besarle con más fuerza. Deseo. Paso un minuto o quizá mas, me soltó definitivamente, se acercó a la puerta y esta se abrió ¿Quién la destrabó? Antes de que se fuera me entrego una sonrisa bajo el umbral de la puerta y luego me abandonó. Caí en la cuenta muy tarde. Me había besado y yo había correspondido a eso.  Con dolor en la cabeza me deje caer nuevamente sobre la camilla. Allí me dormí otra vez. Ni loca  iría a cenar a su casa. Ahora me sentía nerviosa. 
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