Capítulo 17– Conociendo a Dylan El aire de enero en la Ciudad de México estaba fresco y seco, con un sol tímido que iluminaba el parque como si fuera un regalo en medio del invierno. El cielo, despejado, parecía de cristal, y una brisa ligera agitaba las copas de los árboles desnudos de hojas. Alejandro había aceptado llevar a Dylan a jugar al fútbol en un campo cercano, acompañado por Esteban, su chofer y su hombre de confianza. El niño, con apenas tres años y medio, corría tras la pelota con una energía inagotable, sus rizos castaños brillaban bajo el sol invernal. Alejandro, apoyado en un bastón ligero que casi nunca usaba, observaba desde un costado. El fútbol había sido siempre su deporte favorito, pero desde el accidente, había evitado ponerse a prueba. No quería que nadie —y men

