Capítulo 2

2818 Words
Me encontraba algo confusa, pero, por alguna extraña razón, me resultaba divertida la situación. La típica frase de "no hables con extraños" fue eliminada de mi cabeza por un buen rato. El reloj de la computadora marcaba las veintitrés y treinta y cinco minutos de la noche y yo seguía en linea, hablando con Sin vida. Lo consideré una manera de pasar el rato. Sin vida (23:35 p.m) -¿Ya adivinaste quién soy?¿puedes acertar u algo así? Angélica Williams(23:36 p.m) -¿Eres de mi clase de literatura o cualquier otra materia? Sin vida (23:36 p.m) -¿Sabes? Voy hacer esto un poco más complicado. Tus mejores amigos son Cleo y Taylor. Por cierto, Cleo es muy bonita. Angelica Williams (23:37 p.m) -Toda la escuela lo sabe, y siempre estoy con ellos. Así que eso quiere decir que podrías ser de la escuela ¿no es así? Sin vida (23:38 p.m) -Usted ha dado en el blanco, señorita Williams. Sin vida se ha desconectado. Su sorpresiva desconexión me asombró. ¿Quién era? Ahora me había dejado con la intriga de saber más. Me hubiese encantado que continuara hablando conmigo. Apagué la computadora y me eché hacia atrás con la silla para levantarme. Mientras buscaba mi ropa para dormir, tocaron la puerta con puñetazos seguidos. -Si eres Olivia, la respuesta es no. -dije. -Dylan también está conmigo. -protestó, con su voz chillona. -Pueden pasar. Abrieron la puerta y los dos ingresaron. Olivia corrió hacia mi cama y se acobijó en ella, fingiendo ronronear como un gatito mientras se metía entre las sabanas. Dylan cerró la puerta y se sentó en mi escritorio, comenzando a teclear la pantalla táctil de su celular con los dedos. -¿Pero qué demo...? ¡Esto no es un cuarto de juegos! -me quejé, cerrando el ropero de forma brusca. Dylan y Olivia intercambiaron miradas, como si estuviese loca. -Te he visto fumar. -me reprochó ella, cruzándose de brazos. Sentí como si me hubiesen tirado una cubeta de agua helada. Tragué saliva. ¿Qué? Miré a Dylan y se encogió de hombros, dándome a entender que él no había dicho nada al respecto. -Yo no fumo. -mentí. -Te he encontrado un paquete de cigarros en tu chaqueta de cuero. -continuó ella, muy segura de sus palabras. -No era mía, le hice un favor a Taylor y los guardé para que sus padres no lo descubrieran. -insistí. Sabía que si Olivia me delataba con mis padres, ellos le creerían y me matarían. -No te gastes, sé qué son tuyos. -concluyó ella, encogiéndose de hombros. -Son mios. Las dos nos volvimos hacía Dylan, con los ojos bien abiertos. Él se levantó y me guiñó un ojo, con disimulo. -¿Qué?¿Tú fumas? -saltó Olivia, sorprendida. -Sí, y Ángel me ha guardado el secreto. -dijo, tratando de convencerla. Olivia me miró, y arqueó una ceja. Era claro que se había ofendido por su "error" al echarme la culpa. -Ve y dile a mamá y a papá. -incitó él, señalando la puerta con la cabeza. Ella lo miró con el entrecejo fruncido. Salió de mi cama a tropezones y se marchó de la habitación con velocidad. -Vaya...te lo agradezco. -dije, aliviada llevándome una mano al pecho-, pero papá y mamá te mataran. -Olivia no les dirá nada. Ella me tiene como su hermano favorito, así que sabe que me molestaré mucho si cuenta algo sobre mí. Me mordí el labio y sonreí, realmente relajada, aunque sentí una punzada de celos porque él era su hermano favorito. -Y creo que ya tienes demasiado por hoy. -agregó. -Gracias. Me dio un golpecito en el hombro, en forma de cumplido y se marchó. Dejándome sola. Sí, fumaba y sólo cigarros, nada de otro mundo. Sólo lo hacia cuando me encontraba nerviosa o estaba demasiado alterada. No era una viciosa compulsiva, casi siempre eran dos por semana y nada más. No le veía nada de malo, mientras que mis padres no se enteraran, estaba todo genial. Me coloqué la ropa de dormir, y lo último que hice fue dormir porque no pude olvidar otro día espantoso de mi vida. Como todas las mañanas, todo siempre era un caos; Mamá vistiendo a Olivia para la escuela, Dylan convenciendo a papá para que le preste su coche para ir al instituto y yo levantándome un poco tarde, pero siempre llegaba a tiempo. Prendí mi teléfono, y tenia dos w******p de Taylor. Taylor Pasaré a recogerlos a ti y a tu hermano. ¡Levanta tu culo plano de la cama! Sonreí. Taylor siempre mandaba el mismo mensaje cada mañana, era como una especie de despertador automático. Luego de darme una ducha, me coloqué mi sudadera azul, unos leggins negros, los calcetines de la noche anterior y mis zapatillas. Me peiné el pelo con los dedos, y al encontrarlo tan inflado y revolucionado, decidí recogerlo en una cola de caballo. Me delineé los ojos después de hacer mis necesidades, y ya lista con mi mochila en mis hombros, bajé las escaleras. - ...te juro que si Merlina me molesta, le daré un fuerte puñetazo en la cara. -escuché que le decía Olivia a mi madre. -No puedes ir por la vida golpeando a tus compañeras de clase. -la regañó ella, untándole una tostada con mantequilla de maní. Fui directo a la nevera y me serví un vaso con leche. Cuando lo llené hasta el tope, me senté con el resto a desayunar. -¿Y por qué Angélica si puede? -continuó Oli. Le lancé una mirada de advertencia a mi hermana, y ella lo captó rápidamente como para no seguir hablando del tema. Aquella pulguilla malévola era peor que cualquier villano. - Ni tú y ni Angélica pueden golpear a alguien. -contestó mamá, mirándome de reojo y claramente lanzándome una indirecta. Bebí un poco de leche y le pegué un mordisco a la tostada, de mala gana. Nada como empezar el día, pensé. -Taylor pasará a buscarnos. -le avisé a Dylan. -Pero papá me prestaría el auto. -dijo entre dientes, y dándome a entender sus planes ocultos. -Yo no te presté nada. -negó papá, con la mirada fija en el periódico. -Tendrás que hacerlo algún día. -soltó mi hermano, molesto. -Cuando Angélica deje de vestirse como vagabunda, quizá te lo preste. -se burló Olivia. -Sigue así de molesta, y te estamparé una tostada en la cara. -le gruñí, advertente. -No tienes el valor de hacerlo. -me desafió. En cuanto levanté mi mano con la tostada en ella, mamá me tomó de la muñeca y la depositó rápidamente arriba de la mesa. -Compórtense. -bufó. La bocina de Taylor se hizo escuchar, y esa fue la campana de mi salvación. Tomé mi mochila, le di una palmada en la cabeza a Olivia, y cuando estuve a punto de cruzar la puerta, alguien tomó mi brazo. Era mi madre. -Toma -me tendió dinero, y en cuanto estuve apunto de negárselo, lo guardó en mi bolsillo trasero del pantalón-, ve a la biblioteca por un libro nuevo. Plantó un beso en mi mejilla, y yo me la quedé mirando, congelada. ¿Qué hizo esa mujer con mi madre? -Gracias. -le dije, realmente agradecida. Estaba llenando mi estantería hace ya varios meses, apenas tenía libros, y el dinero que gastaba (cuando tenía mi trabajo) siempre le compraba regalos a Olivia, y cada tanto un obsequio a Dylan. A veces me permitía comprarme libros, pero estaban taaaaan caros los desgraciados. Dylan tiró de mí y me sacó de la casa, impaciente. -No iremos a la escuela hoy. -dijo en susurro en cuanto mamá cerró la puerta de la casa. Fruncí los labios y lo quedé mirando, intrigada. -Tengo las faltas hasta el tope, tengo que cuidar mis asistencias, Dylan. -me quejé, deteniéndolo en medio del camino hacia el auto gris mal cuidado de Taylor. -Por favor. No te volveré a pedir algo así otra vez. -insistió, tirando de la manga de mi sudadera-. Iremos al centro comercial. -¿Para qué necesitas ir allí? -quise saber. -¡Por favor! Solté el aliento, frustrada. -Bien lo haré. -acepté, liberándome de su agarre y vi como sonrió lleno de satisfacción-, sólo porque me has ayudado con lo de los cigarros. Comencé a caminar en dirección al coche de Taylor, le hice señas para que bajara la ventanilla de su asiento y lo saludé con un beso en su mejilla completa de barba. -¿Otra vez te saltaras las clases? -adivinó Taylor, clavándome sus ojos color café. -Emm, sip. Sólo es para hacerle un favor a mi hermano ¿Podrías dejarnos en el centro comercial de pasada? -Claro. Dylan y yo subimos al coche que olía demaciado a exceso de aromatizante a rosas, porque el coche no era de Taylor, sino de su madre. -Taylor, esto huele horrible. -se quejó Dylan sentado en el asiento del acompañante, con la nariz arrugada y abriendo la ventana con desesperación exagerada. -Por lo menos mi madre si me presta el coche. -se defendió él. -Taylor uno. El estúpido de Dylan, cero. -solté con gracia, mirando por la ventanilla. Dylan no respondió a su comentario. A medida que avanzábamos, los inmensos arboles se hacían más extensos, dejando a la vista el bosque más famoso de Climothy, mi ciudad. Solíamos ir con mis padres y mis hermanos a pasar los domingos y jugar al Monopolio en plena primavera, en donde el aroma a flores era maravilloso y relajante. Se me vino a la mente la viva imagen de Olivia corriendo con su pelota de goma y lanzándosela a papá con muy mala puntería, pero para ella, todo era diversión y sonrisas. Ahora el invierno se había apoderado de la ciudad, con su frío estremecedor y las chimeneas encendidas con el feroz fuego consumiendo la leña en cada hogar. Amaba el invierno, era una de las estaciones en las cuales podías abrazarte con alguien sin quedarte pegoteada a él por el calor corporal de ambos. El invierno era más que nada, una caricia fría que te daba en la piel, recordándote que estabas vivo. Y eso es lo que sentía ahora, el frío recorrer mi rostro...¡Por culpa de Dylan! -¡Dylan, sube ya la ventanilla! -le dije, abrazándome a mi misma tras recibir otra ventisca en la cara que me congeló por completo. -Te hubieras abrigado más. -¡Hace frío, sube la ventanilla! De mala gana, la cerró. Sonreí, victoriosa. -¿Ustedes no pueden estar en paz? -preguntó Taylor, reprimiendo una risa. -Es una malcriada, estoy acostumbrado a lidiar con ella. ¿No crees Ángel? -espetó. -No soy una malcriada -protesté, extrañada-, tú eres el terco. -¿Terco? Consíguete un novio, solterona que vive a base de libros. -contestó, volviéndose en su asiento para clavarme sus ojos cafés idénticos a los mios. -Prefiero vivir a base de libros que andar buscando novios por **, f******k, Twitter y todas las r************* que quiera y publicar cosas como "Necesito que me abracen" o "Me gustaría recibir un beso de una chica". Oh, espera... -hice una pausa- ¿Ese no eres tú? Taylor estalló de risa y rápidamente se calló la boca en cuanto Dylan le pegó un manotazo en la cabeza. -Esas publicaciones, si que ayudan. -admitió mi hermano, tras largar un suspiro. -Te hacen quedar como un desesperado. -dije. -Para ser sinceros, ese tipo de publicaciones les encanta a las chicas. -comentó Taylor, mirándome por el espejo retrovisor. -A mi no me gustan. El rigtone de Centuries sonó dentro del pequeño bolsillo de mi mochila, poniéndole fin a nuestra conversación. Saqué mi teléfono móvil y el pequeño logo de f******k apareció en la pantalla, avisándome que tenía un nuevo mensaje. Lo abrí, y por alguna extraña razón, su mensaje no me sorprendió en absoluto. Buenos días diablilla ¿asistirás a la escuela hoy? -¿Quién es? -preguntó, Dylan. -Una amiga. -mentí, titubeante. Coloqué mis dedos sobre la pantalla táctil y le respondí a aquel chico que aún insistía en entablar una amistad conmigo. -Eso no es de tu incumbencia. Puse en modo vibración al teléfono y lo guardé nuevamente en mi mochila, algo confusa. Tenía cierta intriga de quién podría tratarse. -Aquí termina mi viaje turistico. -concluyó Taylor, frenando el coche frente a la entrada del centro comercial-. No se metan en líos y pórtense bien mis pequeñuelos. Dylan y yo reímos al mismo tiempo, mientras bajábamos del coche. -Oye, Angélica. Me volví hacia Taylor, con un pie en la acera y dispuesta a salir. Nuestros ojos se reencontraron por el espejo retrovisor. -Que tengas un bonito día y cuídate. -dijo, con una media sonrisa en los labios. Asentí con una media sonrisa. Taylor y yo eramos como hermanos, siempre dispuestos a cuidarnos el uno al otro. Salí del coche y éste se alejó a toda prisa. Era obvio que Taylor no quería llegar tarde a la escuela. Dylan me tomó del brazo, mientras ingresábamos al centro comercial. En cuanto pusimos un pie en el gigantesco lugar, me soltó. Los alta voces informando los descuentos en diversas tiendas me aturdían, y más la gente que pasaba a mi lado, riendo y libres de preocupación. Prefería aguantar aquello, que estar un día en la escuela. -¿Me puedes decir qué estamos haciendo aquí? -Necesitamos charlar un poco. Su tono seco no era típico de mi hermano, así que lo único que intuí, era que algo raro traía entre manos pero no pude descifrar por qué lado iba la cosa. Me tomó del brazo una vez más y me condujo hacia una mini cafetería en donde el olor a galletas recién horneadas rosaba mi nariz. -¿Quieres que pidamos otra taza de café? -me ofreció él, tomando asiento al igual que yo. -Recién acabamos de desayunar, estoy satisfecha. Ve al grano. Dylan colgó la chaqueta en el respaldo de su silla, y se volvió a mí apoyando sus codos por encima de la mesa. Acto seguido, largó un suspiro y me miró con una sonrisa de oreja a oreja. ¿Pero qué demonios le pasaba? -Estoy saliendo con una chica y en sólo... -se interrumpió así mismo, tras mirar la hora en su teléfono- veinte minutos la veré por aquí. Fruncí el entrecejo, confusa. -¿Y era necesario que yo venga contigo? Empezaba a irritarme y él lo detectó al instante, ya que había tomado una postura alarmante. -Es que...aquella chica, viene con su hermano mellizo y pensé que seria buena idea de que ya conozcas a alguien antes de que te quedes sola para siempre, rodeada de gatos y libros. -¿Pero qué demonios tiene de malo estar soltera? -espeté, completamente ofendida. ¿Desde cuando estar soltera era una situación fuera de lo común? Me agradaba estar sola, realmente era algo genial que nadie estuviese pendiente de mí, que no me empalagara con su amor cursi, con cartas románticas y mensajes las veinticuatro horas del día. Tenía tiempo para mí, y eso, era lo único que me importaba. -No, no tiene de nada de malo. -dijo Dylan, rápidamente, y supe que estaba reprimiendo la risa-, pero, quizá, te de curiosidad conocer a alguien. Oye, no lo tomes a mal, simplemente estoy haciendo un buen gesto para ti. -¿O para ti? -corregí, cruzándome de brazos-Dime por lo menos que ese chico es lindo, porque te juro que... -¡Oh Dylan! Mi hermano y yo levantamos la vista al mismo tiempo en dirección de aquella voz femenina. Mis ojos cayeron primero en la joven de cabello claro y ojos turquesas, de estatura mediana y silueta llamativa. Llevaba puesto un abrigo de lana gris y un gorro del mismo material le tapaba hasta las orejas. A su lado, estaba un chico del mismo color de ojos y su cabello claro también estaba cubierto por un gorro de lana gris. Era más alto que ella, y tenía las manos metidas en los bolsillos de su vaquero, haciendo que sus brazos se ensancharan en su ajustado camperon de cuero n***o, dándole un aire más atractivo. Aquel chico pareció palidecer en cuanto me vio. Lucia como si estuviese apunto de desmayarse y se veía como si estuviese mirando a un fantasma. Antes de que alguien pudiese decir algo como algún saludo amable, hablé. -¿Te encuentras bien? - le pregunté, levantándome de la silla, cautelosa. Mi hermano y aquella chica lo miraron rápidamente, extrañados. El chico abrió la boca para decir algo, pero de ella no salió nada. -Hey, Simón ¿Estás bien? -le preguntó su hermana, tocandole el hombro llena de preocupación y buscando sus ojos que estaban pegados a mí. Tragué con fuerza. ¿Por qué me miraba de aquella forma? -Lo siento, debo...debo irme. -tartamudeó, pegando la media vuelta y caminando a toda prisa. Todos nos quedamos de piedra, y la primera en reaccionar fue su hermana, quien nos pidió disculpas y se echó a correr esquivando a las personas que se cruzaban en su camino para poder alcanzar a Simón. Me había quedado sin habla. -Creo que está demás decir que se asustó por tu fealdad. -comentó Dylan con voz queda, rompiendo el silencio entre los dos y viendo como los otros se alejaban. Le propiné un puñetazo en el hombro. -Soy idéntica a ti, y si me dices fea, es porque tú también lo eres. -Yo soy el mellizo sexy. Y cierra la boca, ya me arruinaste una cita. -soltó, cascarrabias. Se encaminó a su silla para tomar su chaqueta, y yo me lo quedé mirando, ofendida. ¿Mi culpa? -¿Yo tuve la culpa? -carraspeé, molesta-Aquel chico raro fue el que arruinó tu "cita". Me miró de arriba a abajo, y soltó una sonrisa irónica, comenzando a torcer su mandíbula. -Ya te lo dije, fue por culpa de tu fealdad. -dijo, con gracia. ¿Ahora estaba de humor?¿Quién lo entendía? -¿No iras tras ella?- le pregunté, atónita. -Luego la llamaré para ver como se encuentra su hermano. Arreglaré otro día para quedar con ella. Me rodeó con su brazo mi hombro y me miró de forma cómplice. -Vamos a la sección de juegos. Quizás así conozcamos a alguien -dijo -.Si ves alguna tipa rubia y sexy, no dudes en decírmelo. Fruncí el entrecejo, y para decir verdad, no sonaba mala idea ir a entretenerme un rato con mi hermano. -Y si de camino encuentras algún descuento en la vidriera de la librería, tampoco dudes en decírmelo. De camino, no pude olvidarme los ojos pasmados de aquel chico de cabello claro. Y me pregunté, si su perplejidad, realmente se debía a mi presencia.
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