Capítulo 1

1524 Words
Años después... —Ángel deja la computadora y ayúdanos a preparar la mesa por favor. La cena está lista. —avisó, mamá. Me levanté con pereza de mi escritorio y cerré mi cuenta de f******k. Bajé las escaleras y Dylan estaba comiéndose parte de la ensalada de tomate, procurando no ser visto por mamá. Le lancé una mirada de advertencia, y él me sonrió con sus dientes rojizos. Papá se encargaba de colocar los cubiertos mientras que mamá ponía los platos. Ella vio a mi hermano y le dio un manotazo en la espalda. —¡Deja de comer como si no hubieras comido por una semana! —lo regañó mamá, sacándole el recipiente de la mano. —¡Es que tengo hambre! —protestó, sentándose en la mesa. —¿No conoces la palabra "esperar"? —le pregunté, poniendo cinco vasos a cada costado de un plato. —Es porque es un tonto. —respondió Olivia por él, que con demasiado entusiasmo miraba su plato recién servido con pollo al horno con rodajas de patatas fritas. —Tú cierra la boca y come. —dijo mamá, también sentándose junto a ella. —Tú eres una tonta. —contraatacó Dylan, haciéndole burlas y muecas como un niño de cinco años. —Los dos son tontos y se acabó la discusión. —dije yo, con la esperanza de terminar su pelea. —Tú eres tonta, Angélica. —dijo Olivia, con comida en su boca. —Mis tres hijos son unos idiotas ¿felices? A comer. —soltó mi padre, tomando una pata de pollo con la mano y llevándoselo a la boca. Mi madre rió y miró a Dylan. —¿Tienes que ir a trabajar mañana? —Tengo el día libre pero, saldré con Cleo y Taylor a caminar y a tomar algo. —¿Por qué no me avisaste? —pregunté, con un hilo de voz. Ellos también eran mis amigos, y mucho más amigos que mi hermano. —Porque te lo iba a decir mañana, ya que quedaron en confirmarme. Dylan y yo eramos hermanos mellizos. Eramos idénticos físicamente: Ojos marrones, cabello castaño y de estatura alta, bueno en realidad él era el más alto, y yo apenas llegaba hasta su hombro. Teníamos diferencias acerca de nuestros gustos, pero no variaba tanto. Solíamos pelear muchísimo, pero a medida que fuimos creciendo, lo tomábamos como algo estúpido y antes de recurrir a los gritos e insultos, preferíamos hablar con calma hasta encontrar la solución. Compartíamos varios de nuestros amigos, y no nos importaba eso en absoluto ya que, siempre la pasábamos bien con ellos. Olivia era la más pequeña, tenía seis años y ya iba a primero de primaria. Su cabello n***o le llegaba hasta por los hombros y sus ojos oscuros intimidaban a cualquiera, claro, siempre usándolos a su favor cuando consistía en una travesura o convencer a mamá de comprarle dulces de los más caros. Tenia una mirada dulce y angelical, pero si te descubría haciendo algo que le parecía incorrecto era capaz de delatarte y disfrutar de cualquier regaño que viniese de papá o mamá. —No vuelvan tarde ¿bien? —dijo mi padre, en tono autoritario. —Ya estamos grandes. —recalcó Dylan. —Sólo tienen diecisiete años, todavía están un poco inmaduros como para salir tan tarde. —agregó mamá, masticando pollo y limpiándose la boca con una servilleta. —Se, se claro. —carraspeó mi hermano, llevándose un tomate en rodaja a la boca. —¿Tú iras a trabajar mañana, Angélica? —preguntó mi padre. Dejé el tenedor al costado de mi plato y apoyé mis codos por encima de la mesa, dedicándole la mirada, y tomando valor para lo que estaba por decir. —Me han despedido de Cumbey. Cumbey era un local de comida rápida y trabajaba ahí desde hace ya rato. Mi padre tosió, escupiendo el resto de comida que le quedaba en la boca. Mi madre abrió los ojos de tal manera que me intimidó. —¿Pero qué has hecho para que eso pasara, Angélica? —preguntó mi padre, asombrado. —Le pegué a una clienta por tirarme salsa de tomate en la cara, ya que me había olvidado de traerle la sal para su ensalada. Dylan y Olivia estallaron de risa, y se callaron rápidamente por la mirada de advertencia que les dirigió mi madre. —¿Qué? Tú no eres violenta ¿por qué hiciste eso? —estalló mi madre. —¡Porque la salsa me pegó en el ojo y me ardió como el infierno! —me defendí—, y ella no tenia necesidad de hacerme eso, así que simplemente le pegué en el ojo. —No puedo creer que hayas hecho eso. —espetó ella, llevándose de mala gana un pedazo de patata a la boca. Miré a mi padre y estaba en silencio mirando su plato de comida, al igual que toda la mesa. ¿Me arrepentía de haberlo hecho? ¡No, jamás! No me iba a dejar humillar por esa chica así que me fui con la frente en alto y con una sonrisa en el rostro. Después la sonrisa se me disolvió porque había caído en la cuenta de que me había quedado sin trabajo. No siempre el cliente tiene la razón... —¿Intentaron levantar cargos contra ti? —preguntó mamá, claramente molesta conmigo. —No, a la chica sólo le bastó con que me despidieran. Era una clienta que recurría mucho al lugar y dejaba buen dinero para la casa. Otro silencio más, y sólo se escuchaba la respiración agitada de mi madre. Me coloqué en una postura defensiva, ya que eso sólo prometía una fuerte discusión. —¿Dónde están los modales que te hemos enseñado tu padre y yo? —carraspeó, limpiándose la boca con la servilleta y dejándola en la mesa con su puño cerrado. —¡Fue un instinto, mamá! Si te preocupa mi desempleo, buscaré otro para no ser una carga más para los dos. Dicho esto, me eché hacia atrás con la silla y me levanté, lanzándole una mirada fulminante a ella. —¡Vuelve aquí y compórtate como una persona de tu edad, Angélica! —gritó ella, detrás de mí. No me importó, subí las escaleras y me encerré en aquel refugio en donde siempre me sentía a salvo: mi habitación. Siempre siendo presionada por ella, siempre intentando manipularme para que sea perfecta. Pero yo no era así. ¿Por qué tenía que hacer tanto drama sólo porque me echaron del trabajo? Podía conseguir otro y ¡ya! Mi vida no dependía de servir comida como camarera, mi vida servía para algo más. A pesar de que ganaba una miseria, el dinero en varios ocasiones cubría las salidas con mis amigos o cuando necesitaba comprar algo para la escuela. Sólo me servía para eso. Ropa no necesitaba, ya que tenia más que suficiente y me conformaba con mis camperas grandes y sudaderas que me llegaban hasta por arriba de la rodillas. Mis dos pares de zapatillas estaban gastados, pero no significaban que estaban rotos, y ropa interior...mmm...¡lo importante es que seguían sanos para el uso diario! Así que si su problema era no mantenerme más ¿por qué no me lo decía de una vez? No me ofendería...bueno sí, lo haría, pero me gustaba que sean sinceros conmigo, como a todo el mundo ¿no? Sólo tenia diecisiete años y me faltaba un año para ser mayor, así que, su obligación como madre y tutor, era mantenerme hasta cumplir los veintiuno. ¡Era ley, señores! Me dejé caer en la silla del escritorio y encendí el computador portátil otra vez. Solté el aliento, esperando a que cargara la pagina de f******k. Apoyé mi mentón sobre la palma de la mano, y fui bajando con el cursor, viendo imágenes y publicaciones de personas que no recordaba haber agregado o aceptado su solicitud de amistad. A un costado de la pantalla, me llegó un mensaje y no era de Cleo. Leí el nombre de la cuenta. —¿Sin vida? —dije, extrañada. ¿Qué clase de persona se pondría un nombre así? De seguro debía ser esa típica persona que sufría de depresión y se lo demostraba a medio mundo con imágenes de cortadura de venas o amenazaban con suicidarse y nunca lo hacían. No tenía nada en contra de ellas pero, lo supuse. Fruncí el entrecejo y leí su mensaje. -Hola. No me gustaba hablar con desconocidos, así que cerré su chat y seguí mirando el inicio, sin realmente prestarle mucha atención. Otra vez el chat de aquella persona se había abierto. Sin vida (21:45 p.m) -Visualizado a las 21:45 p.m ¡Auch! Ignoré nuevamente su mensaje y volví a cerrarle el chat. Abrí la pagina de YouTube y me coloqué los audífonos. Snow Patrol sonaba a todo volumen luego de haberlo buscado, y era una especie de escape de la realidad en la que me tocaba vivir todos los días. Cuando la musica sonaba, la vida misma se olvidaba. Incluyendo problemas familiares y todo lo que involucrara el último año escolar. Volví a visualizar f******k y abrí los ojos como platos cuando tenia dos mensajes más de aquella persona que comenzaba a fastidiarme. Sin vida (21:47 p.m) -¿No te agotas de ponerme en visto? Eres una persona perversa. Lo tomé con calma y decidí responderle, sólo quizás así se cansaría de hablarme. Angélica Williams (21:48 p.m) -No hablo con extraños, lo siento. Sin vida (21:49 p.m) -Y está muy bien que hagas eso, pero resulta que no soy un extraño. Fruncí el entrecejo. Sin pensarlo dos veces, ingresé a su perfil. No tenia fotografías, ni tampoco compartía imágenes, como crei. No vi un estado publicado, y había iniciado la cuenta...¿nueve meses atrás? Me resultó extraño, ya que no recordaba haber aceptado su solicitud de amistad. Salí de su perfil y contesté su mensaje. Angélica Williams (21:51 p.m) -No sé quién eres, quizá te has confundido de persona. Sin vida (21:52 p.m) -Créeme que siempre le hablo a la persona correcta, DIABLILLA. Angélica Williams (21:53) -¿Diablilla? Sin vida (21:52 p.m) -Te llamas Angélica, y no tienes absolutamente nada angelical en tu ser. Me has clavado el visto. Angélica Williams (21:53 p.m) -No me conoces como para decirme algo así. Sin vida (21:54 p.m) -Entonces...¿me permites conocerte?
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD