La primera vez que vi a Jhan no hubo un flechazo instantáneo, no se apagaron las luces ni las mariposas se alborotaron en mi estómago, como sucedía comúnmente en las novelas de amor. Simplemente pasó, como pasan el resto de las cosas cotidianas, sin más.
Había discutido con Dorah, como era de costumbre, y el mal humor hacía ver su rostro mucho más adulto y serio de lo que realmente era. Me pareció una persona agradable, raramente confortable... pero rebelde y peligrosa al mismo tiempo.
En ese entonces teníamos tan solo dieciocho años, siquiera recién estábamos saliendo al mundo, ingenuos a todos los males que nos sobrevendrían, llenos de una esperanza que fue tan fugaz como nuestra propia alegría.
No recuerdo el preciso momento en el que comencé a mirarlo con otros ojos, ni tampoco el por qué, sin embargo me di cuenta de que estaba profundamente enamorada de él, cuando extrañarlo me hacía perder las ganas de pintar. Eso era algo que rara vez ocurría.
Pintar era mi pasión, la catarsis más hermosa y placentera que había encontrado en los días más oscuros de mi vida y Jhan era justamente como trazar pinceladas vibrantes y llenas de luz, sobre un lienzo sucio y desgastado. Un verdadero milagro.
— ¡Ay Dios, pero qué delicia! Quisiera llevarme a este chef conmigo donde quiera que vaya— exclama Nirvana como una niñita entusiasmada.
Levanto la vista y finjo una mueca que se queda a medio camino de parecer una sonrisa. Engullo seguido otra cucharada para mantener mi boca ocupada y ganar aunque sea un minuto de silencio en lo que a mí respecta. El guiso de cordero está en verdad delicioso, si no fuera por mis acompañantes lo estaría disfrutando en total tranquilidad. Las pequeñas zanahorias y las cebollas caramelizadas, llevan a mi paladar de viaje a un lugar mucho más bello del que estoy; puedo sentir el arte en este platillo, puedo saborear su exquisita magia.
— ¿No les parece?— sigue parloteando sin parar, sin enterarse de la situación de m****a que nos rodea.
— Claro mi amor
'Mi amor' repito haciendo eco a sus palabras, sonando como una irónica burla en mi interior. Por mucho que intentara acostumbrarme todavía no lo conseguía.
— ¿Qué les pasa?— acusa Niva rotando la vista de uno al otro — ¡Esto parece un velorio! y soy la única que está hablando. Vamos Nissa, cuéntanos cómo es ser la esposa de un hombre tan codiciado— sonríe dándole un codazo a su pareja.
—Niva— se interpone Jhan con tono de disgusto, rodando los ojos con desaprobación.
—¿Lo que dije te incomoda?— me pregunta directamente a mí.
— Para nada— respondo con todo el ánimo que soy capaz de tolerar— No hay mucho que contar... en realidad Marco es un hombre muy reservado en la privacidad. Lo que muestra en los medios es más bien un personaje con el que catapulta su trabajo y negocios.
— ¿Y no te pone celosa que las mujeres mueran por él? Yo en tu lugar no me despegaría de su lado ni por un minuto.
Jhan cierra los ojos y respira hastiado por el tema de conversación; la fama de su hermano siempre había opacado su presencia.
— ¿Por qué tendría que estarlo?— sorbo un poco de vino tinto en medio de la pausa— Al final de la noche es a casa donde regresa y en mi cama donde duerme— culmino la frase con un movimiento de manos.
Los ojos de Jhan se clavan en los míos por primera vez en todo el almuerzo. Si no supiese que es físicamente imposible, juraría que están hechos de fuego. Un fuego que quema y envuelve todo mi ser...
—Claro, si si. Cualquier tonto se daría cuenta de lo mucho que Marco te ama— asegura Nirvana, instando a su pareja a afirmarlo también.
— Así es— espeta Jhan de mala manera, entre tanto mueve el tenedor de una punta a la otra en un tic nervioso.
— Pues somos muy afortunadas de tener a los hermanos Belmenht de pareja. Brindemos por eso — propone la mujer frente a mí con total ingenuidad.
Levanto la copa después de casi atragantarme con el cordero, y la llevo al encuentro de la suya haciéndola estallar por el impacto.
El vino salpica el sweter rosa pastel que recién había comprado con su suegra, haciéndola saltar entre maldiciones de la silla.
— Perdón— me levanto y le ofrezco unas servilletas para que se limpie.
Jhan las arrebata de mi mano con brusquedad mientras la ayuda intentando tranquilizarla — Le pediremos a Karla que las empleadas lo dejen como nuevo. No tienes de qué preocuparte.
—La manchas de vino no salen— ronronea Niva como un gatito malcriado— Era un regalo de tu madre para mí— agacha la mirada y estira la prenda donde se estropeó.
—Entonces podríamos echarlo a la hoguera— juguetea Jhan.
La mirada de su novia le pone un alto a su risita, por lo que vuelve a su antigua seriedad. 'Conmigo siempre te reías' Pienso maliciosamente en medio del ridículo espectáculo. Es un sweter ¡Un estúpido sweter!
Niva se disculpa y se dirige a su recámara para cambiarse de ropa; contenta llevo una pequeña porción del guiso a mi boca.
—Lo hiciste a propósito ¿Verdad?— inquiere apoyando sus dos manos frente a mí sobre la mesa, acorralándome con su simple presencia.
— Piensa lo que quieras— contesto sin inmutar mi comportamiento, haciendo aumentar notablemente su rabia.
— Esto es entre tú y yo Nissa. Deja a mi novia fuera de nuestros asuntos.
Observo con descreimiento la desfachatez con la que me exige.
— Eres tú el que debe dejarla fuera de este asunto— inquiero ahora sí, fulminándolo con la mirada— Si de verdad la quieres aléjate de mí— me levanto de la silla dejando atrás el delicioso y humeante platillo.
No existe forma alguna de llevar la fiesta en paz. No con este hilo rojo uniendo nuestras vidas al deseo, al amor y las desgracias...