3.

2008 Words
Mierda y mil veces mierda. Tenía que encontrarlo justo ahora y justo en el mismo hospital. La vida es una perra que solo busca hacerme daño y de paso hacerle daño a la única persona que no lastimaría con nada, después de tantos años volver a verle era un shock total, su rostro al verme se llenó de la más profunda ira y odio, no me sorprendería recibir el peor de los tratos de su parte. Me lo merecía pero todo fue por un bien mayor, el amor que le tenía y aun le tengo impide que de mi boca salga la verdad sobre mi desaparición. Sus palabras se clavaron profundamente dentro de mi corazón, era mejor respetar el hecho de que yo no era su persona favorita, y además él ya tenía a alguien más, la actitud del doctor Lee me comunicaba una relación más allá que la de un amigo y colega. De nuevo en mi pequeña oficina mis pensamientos volvían al momento en que mis ojos captaron su presencia, después de todo este tiempo seguía siendo guapo, su hermoso cabello rubio que antes era corto ahora estaba ligeramente largo y caía hacia un lado de su frente, como un pequeño copete, sus ojos almendrados estaban llenos de vida pero se tornaron opacos en el segundo que supo que era yo su nuevo compañero de trabajo. Jimin siempre había sido más alto que yo, incluso en la universidad pero ahora yo lo superaba por algunos centímetros aunque su falta de altura la compensaba un cuerpo firme y bien ejercitado, era en cierta medida más robusto que yo. Mi mente no paraba de comparar como pasó de ser un chico alegre a un hombre serio y comprometido con su trabajo. Su sueño era convertirse en doctor y salvar vidas, nació con la vocación para ser doctor y el amor por ayudar a los demás, solo esperaba que ese sentido de auxilio no se empañara con mi presencia, así como Jimin era compasivo y servicial también era orgulloso y a veces hasta egoísta. Toc, toc, toc. Me enderecé rápidamente cuidando que mi apariencia se viera impecable. —Entre. —Con una sonrisa el director general del hospital, Kim Namjoon, entró a mi consultorio. —Doctor Jeon, veo que ya se ha instalado. —comentó mientras repasaba con la mirada mis pertenencias ya ordenadas sobre el escritorio. —Así es, estaba alistándome para dar una vuelta por el área de urgencias y verificar a los pacientes. —Dije ajustándome el estetoscopio al cuello. —Me alegra, Chanyeol me dio excelentes referencias de ti, afortunadamente aceptaste cubrir el puesto estos dos meses. —Afortunadamente, esa era la palabra clave. Era todo lo contrario para mí pero no podía fallarles, al menos no durante dos meses. Mi compromiso laboral era sagrado y con tal de cumplir soportaría. —No hay de qué, yo asumiré un puesto en el nuevo hospital, el que está en construcción y no es hasta dentro de cuatro meses que estará totalmente listo, tenía planeado irme de vacaciones pero sinceramente me aburriría pronto. —Entiendo. Siendo así, bienvenido. —Sonriendo observó su reloj y alzó los ojos hacía mí— Ya es hora de trabajar, suerte en tu primer día. —Salió silbando alegremente, como si nada en el mundo estuviera mal. La sonrisa cortés que mantuve durante toda la conversación se desvaneció, mis mejillas tensas de tanto esfuerzo puesto en ellas. Tomé algunos expedientes que fueron puestos en mi escritorio desde antes de llegar y salí a merodear por los pasillos con destino al área de urgencias. Siendo las primeras horas de la mañana no había tanto movimiento como yo esperaba, a parecer no era muy pesado estar aquí, comparado a mi antiguo puesto esto era tranquilo, no correr y con tecnología avanzada para atender cualquier caso. El equipo hospitalario era casi de última tecnología tanto para humanos como para hombres lobo. Simplemente impresionante. Claro que la aparente calma se vio interrumpida cuando un grupo de paramédicos rodeando una camilla en donde se hallaba una mujer de veintitantos años y una gran cantidad de sangre saliendo del costado de su cabeza. Corrí inmediatamente a ellos. —Informe. —Pedí mientras checaba su pulso y ritmo cardíaco. —Herida de bala en la cabeza, el proyectil sigue alojado en la cabeza, ha perdido mucha sangre y tuvimos que reanimarla, la perdimos por unos segundos. —Suficiente información y tuve que trasladarla de inmediato a la sala de operaciones. —Necesita un neurocirujano, ¿doctor...? —Jeon, soy el nuevo encargado de urgencias y para la suerte de la paciente soy neurocirujano. —La sonrisa de alivio por parte del hombre me hizo saber que realmente se preocupaba por el bienestar de la mujer. Dándole rápidamente las gracias corrí a cambiar mi ropa por la típica vestimenta de operación. Una vez bien higienizado entre a la sala donde un par de enfermeras y un enfermero me esperaban ya. Con cuidado me colocaron los guantes, revisé con la mirada asegurándome que ningún instrumento faltara. Listo. Tomé la máquina de afeitar y quité con cuidado el pelo que cubría la herida, seguramente al despertar ella echaría de menos su cabello pero era necesario, una vez hecho eso tomé la pequeña sierra y con cuidado comencé a perforar un parte del cráneo, traspasando el cuero cabelludo y el hueso, finalmente pude tener una mejor vista del daño y es que para mí alivio era una bala pequeña y no había causado ningún daño grave o tocado algún nervio o el cerebro. Mientras tanto los signos vitales se mantuvieron estables, la transfusión que se le brindó ayudó a que recuperara la sangre perdida, la bala ya estaba fuera así que solo coloqué  una gasa de compresión y volví colocar el pedacito de cráneo que antes había extraído. Limpié y cosí, tres horas de tensión pasaban factura, la trasladaron a cuidados intensivos en donde veríamos su progreso y si respondía bien prontamente despertaría. —Notificaron a su familia. —Pregunté mientras me quitaba el gorro y los guantes. —Sí, su madre está afuera. Salí y mi mirada captó la pequeña figura sentada en el pasillo de la sala de espera. Al verme corrió hacía mí con las lágrimas y la desesperación pintando su arrugado rostro. —Doctor, ¿cómo está mi niña? —Bien señora, la cirugía fue exitosa, ahora la trasladamos a cuidados intensivos y no dudo que pronto despertara. –Respondí con tranquilidad, podía sentir la preocupación en su cuerpo, otra habilidad gracias al hecho de ser Guardián y que no podía controlar al cien por ciento. La empatía. Muchas ocasiones tuve que hacerle frente a las caóticas emociones de grupos enteros de personas, humanos por supuesto. Canalizar infinidad de sentimientos podía provocar un colapso, sin embargo el de una sola persona era manejable. —Gracias, muchas gracias. —Reverenció varias veces. —No hay de qué, es mi trabajo y el suyo es irse a su casa y descansar, le prometo que cuando vuelva su hija estará mejor.   —Gracias otra vez. Con eso me alejé para tomar un poco de agua en el comedor. Vaya que lo necesitaba. Pero como nada en este mundo puede ser miel sobre hojuelas tuve la suerte de encontré con cierto rubio que me odiaba. La espalda firme de Jimin me invitaba a recostarme sobre ella y esperar mimos de su parte diciéndome que o había hecho bien. Lástima que eso solo pasará en mi mente. Desde que me mostró su postura por mi presencia me prometí mantenerme alejado de él, tanto como fuera posible, era lo único que parecía hacerlo feliz. Además sería egoísta de mi parte arrastrarlo a mi mundo, uno donde corría peligro si llegase a toparse con los renegados o al rechazo y caza de los humanos si supieran que las manadas que tanto temían siguen existiendo. —No te cansas de perseguirme, ¿cierto? —La dureza de su voz me confirmó que supo de mi presencia antes de tan siquiera pisar la habitación, entendía que estar lejos ni siquiera era suficiente para él. Jimin en verdad me aborrecía, una punzada de dolor agitó mi corazón. Mi lobo aulló entristecido porque su pareja lo odiaba hasta la médula. —Calma, acabo de salir de cirugía y simplemente quería beber algo. —Dije mientras avanzaba con las manos en alto. —Por supuesto, al parecer lo que te dije hace rato no te importo. —Cada palabra era estúpida, lo querías, sí, pero tampoco me iba a dejar humillar por sus ideas extrañas. —Si no te has dado cuenta trabajamos en el mismo hospital, no esperes que jamás nos veamos, es parte de ser médico Jimin, tendrás que soportarme el tiempo que sea necesario, no me voy a ir de aquí y menos para complacerte, piensa lo que quieras de mí pero mientras esté trabajando de lo demás no te preocupes. —Me arrepentí de mis palabras cuando vi su rostro ponerse rojo de furia. —No entiendo cómo es que logras hacerme la vida imposible, desearía jamás haberte conocido y evitar que le lastimarás tanto. —Salió a toda prisa y sin darme tiempo de disculparme. Era el primer día y ya me iba mal. No pensé mucho en eso y por fin bebí un poco de agua. —Así que eres tú. —Voltee para ver al doctor Lee viéndome de arriba abajo. — ¿Puedo ayudarte en algo? —Pregunté. —Claro. Me ayudarías demasiado si te mantienes alejado de Jimin. —Bien, ¿de qué me estoy perdiendo? —Perdón, no sé a qué… —No lo sigas fingiendo, eres el hombre que le destrozó la vida a Jimin, eres el hombre que lo abandonó para irse con otro como un vil traidor y ahora te apareces como si nada a irrumpir de nuevo en su vida cuando me tiene a mí. —Si las miradas mataran yo ya estaría veinte metros bajo tierra. Era claro que escuchó nuestra conversación y dado que están juntos pretende marcar territorio. Como si yo fuera así de ruin. Jamás me atrevería a lastimar a nadie y mi desaparición fue para protegerlo a él, sin embargo él asumió que lo abandoné por otro, me dolió pensar que tenía tan mal concepto de mí, aunque quizás estaba bien que se alejará si con eso el que terminara destrozado fuera yo. —Tienes razón en algunas cosas pero yo jamás le haría daño, no te preocupes que mi estadía aquí serán solo un par de meses y entonces no volverán a saber de mi existencia. —Más allá de la veracidad en lo que acababa de decir, sufrí al darme cuenta que en efecto, yo no lo volvería a ver de nuevo, él pronto se olvidaría de mí y sería feliz con la persona que él eligiese. Taemin o no, yo no sería un obstáculo. —Más te vale. —Pronunció mirándome fijamente y pude jurar que vi algo de maldad destellar en sus ojos. Se retiró tan rápido como llegó, su constante presencia sería incómoda pero  debía aguantar dos meses nada más. Mis cavilaciones se interrumpieron cuando mi teléfono sonó. Era Yoongi. —Hola. —Jungkook, cuando termines tu turno no tardes en volver, la manda de Soobin está bajo ataque. Acaba de desaparecer tres omegas más y esta vez estamos casi seguros que son renegados, te necesitamos. Demonios, mi día cada vez iba mejorando. —Bien, mantenme informado si algo más pasa y dile Moonbyul que envié algunos ejecutores y centinelas al servicio de Soobin, el chico lo necesitará. —Ya lo hizo, tu hermana no tiene un pelo de tonta, no es la alfa por nada. —Reí por el tono tan prepotente que trató de imitar. —Imbécil, llegaré pronto. Corté, de alguna manera mi lobo y yo nos pusimos alerta, esto era grande, algo me decía que los renegados estaban tramando algo verdaderamente peligroso y solo la Luna sabía cuáles podrían ser las consecuencias.  
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