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Acepto su contrato

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Nicolle es una joven independiente y muy dedicada, su gran intelecto y constancia la han llevado a ser la asistente de una importante empresaria en la ciudad de New York. Su vida cada día se iba convirtiendo en lo que siempre había soñado, pero todo dio un giro cuando su jefa enfermó y decidió dejar a su sobrino Arthur Phillip a cargo de la compañía. Aquellos cambios produjeron choques inesperados, las diferencias y las discusiones no se hicieron esperar; pero lo que ellos no imaginaban, es que tenían un destino marcado, pues un contrato los junta e independientemente del camino que tomen, su fin es llegar juntos al mismo destino.

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Preludio
Quería llegar más temprano de lo habitual para conocer a mi nuevo jefe. Por un lado, estaba tranquila, pues ya había organizado su agenda y todos los documentos que debía revisar; por el otro, tenía aquel nerviosismo que sentí en mi primer día de trabajo, creo que puedo comparar esto que siento con aquel día que conocí a la señora Charlotte. Me di un último vistazo en el espejo y aprobé la forma en la que me veía, quiero verme impecable para causar una buena impresión; eso lo aprendí de mi jefa. Salí del edificio en el que vivo y las vibras que me da este lugar me encanta, ya me hacía falta cambiar de apartamento, el sector me gusta; los vecinos me agradan. Aún no es la mejor zona de todas, pero en comparación a donde estaba, he avanzado. Una vez entré al auto miré que todo fuera conmigo, trabajar como asistente me ha llevado a ser mucho más organizada con mi vida; no solo planifico el diario vivir de otras personas, también aplico todo eso en mí. —Buenos días —saludé a todos como de costumbre, sostenía un café en una de mis manos y en la otra mi bolsa. El ambiente se estaba sintiendo algo diferente, más tenso de lo habitual, pero eso no evitaba que las chicas que trabajan en la empresa, se vieran un poco más producidas que de costumbre; ya veo que no soy la única que quiere causar una buena primera impresión. Entré al elevador y marqué el último piso, el piso nueve. Al cerrarse las puertas metálicas solté un suspiro cargado de mucha presión, acomodaba mi camisa blanca y bajaba mi falda tipo oficina color azabache para que se mantuviera a la altura de mis rodillas. El pasillo de este piso es un poco más silencioso y solitario, pocas oficinas están aquí; incluyendo la mía que está al lado de la oficina del CEO. Entré a mi lugar de trabajo, dejé mi cartera y mi móvil sobre mi escritorio y solo me quedé con mi IPad. Ahora sí, la hora de la verdad. Estaba frente a la enorme puerta de madera que tenía la placa dorada aún con el nombre de la señora Charlotte, sentí algo de nostalgia por ella, pero ahora las cosas serían así, por lo que cambié mi expresión; sonreí, acomodé mi postura y levanté mi mano para tocar tres veces a la puerta con mis nudillos. —¡Adelante! —escuché del otro lado. Tragué sonoramente y tiré de la manija para luego empujar lentamente. —Buenos días —dije sin ver a la persona que me había permitido pasar. Al dar unos cuatro pasos en el interior, pude observar al hombre de traje gris que estaba detrás del escritorio. Debo reconocer que me intimidé un poco, Susi no se equivocaba en la forma que describía al señor Arthur. —Buenos días —repetí al darme cuenta que el hombre no despegaba su mirada de la laptop—. Soy Nicolle Fiore, su asistente, es un gusto conocerlo, señor Phillip ¿quiere le lea su agenda de…? El hombre levanta su mano en señal de que me detenga, creo que he desperdiciado mi saliva porque no me ha puesto atención. Asentí comprendiendo su petición y no dije más, fue un momento incómodo para mí. El señor Phillip teclea algo en la computadora y una vez que termina, por fin se dirige a mí. —Buenos días, disculpe, no estaba poniendo atención. ¿En que puedo ayudarle? Este frunce un poco sus cejas y me mira de pies a cabeza. —Soy… soy Nicolle Fiore, su asistente. Le decía que era un gusto conocer… —¿Disculpe? ¿Mi qué? —Soy su… —Debe haber un error, no me informaron de ninguna asistente. —Oh, vaya, no sé qué decirle, señor Phillip. Yo… El señor Phillip no me deja terminar y se levanta de inmediato de su asiento. No comprendía lo que sucedía, él había salido de la oficina y me había dejado aquí sin entender cuál era el problema. Este era el verdadero momento incomodo, no sabía si irme a mi oficina, si esperar, si volver a dirigirme a él; ¿Qué se supone que haga? No pasaron ni tres minutos cuando el hombre regresa con el móvil en su mano, se mostraba algo frustrado o quizás estresado. —Señorita… ¿Cómo dijo que era su nombre? —Nicolle Fiore, señor. —Creo que hubo un mal entendido, lamento hacerla perder su tiempo al venir hasta aquí, pero no necesito una asistente. —Perdón ¿Qué? —No necesito de una asistente, ya puede irse. Ahora la que fruncía su ceño era yo, ¿Qué era lo que decía? —Disculpe, llevo trabajando dos años en este lugar y su tía me dijo que… —No sé qué haya hablado con mi tía, pero ahora yo me estoy haciendo cargo. Le digo, como nuevo encargado de la compañía, que ya no necesitamos de sus servicios. —Debe ser una broma —pensé en voz alta. —¿Tengo cara de estar bromeando? Está despedida, señorita. —Pues, no puede despedirme —refuté—. Tengo un contrato firmado. —Bien, entonces le diré a mi abogado que se ponga en contacto con usted y resuelva cualquier asunto pendiente, por ahora, está despedida. —¡Oiga, no puede hacer eso! —Claro que puedo, ahora, le pido que por favor se retire. Este vuelve a su lugar de trabajo como si nada, se sienta detrás de su escritorio sin darme una explicación de su despido injusto. —¿Necesita algo más? —cuestiona con aquel descaro que me hizo no insistir, no pienso rogarle o mendigarle a un tipejo como este. —Bien, me largo; de igual no hubiese querido trabajar para un imbécil. Estaba molesta, aquel acto injusto hace que cualquier persona reaccione como lo hice. —¿Qué dijo? Hice una mala cara y me di la vuelta, tenía mucho enojo, pero también un nudo en mi garganta. Pasé por mis cosas a la oficina y sin pensarlo, me dispuse a salir. —¡Nicolle! ¡Nicolle, espera! —escuché los gritos de Susi detrás de mí—. Oye, ¿A dónde vas? Ella me sostiene al ver que no me detengo. —Dime que ya conociste al nuevo jefe… —Sí, ya lo conocí —respondí soltando su agarre para seguir mi camino. —¿Qué pasa? ¿vas a algún lado? —Me voy a casa. —¿A esta hora? ¿por qué? ¿pasó algo? —Luego te diré. Tengo esa mala costumbre de querer llorar cuando estoy molesta y no quiero llorar aquí. Llegué a casa y pensé en llamar a la señora Charlotte, pero pensé ¿será que ella pidió que me despidieran? No quiero estar rogando por un empleo… pero lo necesito, ¿será que no debí responder de mala manera? No, pero él fue grosero, respondí de la manera en que él me trató; pero, él es un superior. —Carajo, ¿Qué se supone que haga ahora? Me empecé a desvestir como si la ropa me estorbara, me estoy sintiendo algo ansiosa en este momento; esto no debía haber pasado, las cosas no deberían haber sucedido de esta manera. —Estoy desempleada —me dije a mi misma como si no pudiera creerlo. Tuve unos segundos de crisis, en los que mi mente me recordó mis obligaciones mensuales. Dios, este nuevo apartamento me gusta, no quiero verme obligada a regresar a donde estaba antes. Mi cura para todo es enfriarme y luego pensar con calma, no actuaré a la ligera. Como primera instancia, consideré que lo adecuado era llamar a la señora Charlotte, pero lastimosamente no respondió a mis llamadas, pensé ¿será buena idea ir a su casa? Pero no, creo que efectivamente ella ha decidido despedirme a través de su sobrino. Quizás, la opción sea buscar un abogado y… pero ¿Cómo pagaré un abogado? Veía que empezar una disputa contra los Phillip sería como una de esas batallas campales en la que solo los más poderosos pueden ganar; llegué a pensar que la ruta más sencilla y más sana para mí sería buscar otro empleo. Ya estaba convencida de que debía buscar otras alternativas para mí, ya me preparaba para la mañana siguiente buscar vacantes e incluso un nuevo lugar para mudarme, uno más económico para mí… pero, justo cuando estaba por irme a la cama, con mi pijama de Hello Kitty y con mi mascarilla de noche, alguien llega a mi puerta. —¿Qué hace usted aquí?

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