1

3336 Words
Heridas abiertas. INICIO DE TODO: Solía pensar que me levantaba con el pie izquierdo todas las mañanas, que las cosas serían mejores ahora que me casaría con Mario, o que la vida se había rendido después de intentar hacerme la vida imposible durante tantos años, nombre, Murphy de apellido Evans, quizá la mala suerte me alcanzó el día que nací y mis padres solo quisieron sellar la mala suerte con la teoría, "Si algo puede salir mal, saldrá mal", nacida un martes 13, de mes Octubre, día de las brujas. ¿Podía ser mejor? Lo dudaba. Sin embargo, podía admitir que a mano de todo esto había sacado historias espectaculares que solo mejoraban después de un par de años—cuando me había dejado de importar—, me levanté de la cama, para después con un suspiro pesado caminar hacía la cocina, mis pies se arrastraban por el frío suelo, mientras que mis labios tarareaban una canción que había estado escuchando en la radio los últimos días, llegué a la cafetera, encendiendo esta, mientras que luchaba con todo mi ser que mi mente despertará completamente. Hoy, Martes 13, del mes de Octubre, era nada más ni nada menos que mi cumpleaños número 20, y la prueba de mi vestido. Tome mi taza favorita, mientras tomaba la cafetera, di un sobresalto cuando la música del vecino de alado sonó de modo brusco, un poco del café recorrió mi mano, a lo que solté un insulto entre dientes. —Eres un idiota Diego—solté con un quejido, dejando mi taza en la mesa—Idiota, maldito cabrón. —Siempre tienes un humor magnifico al despertar—se burlo Brianda, mi mejor amiga, rubia con rulos cayendo por su frente, sus ojos azules mirando hacía mí y aquella sonrisa brillante sobre sus labios—¿Lista para ir por tu vestido de novia preciosa? —Lista, nerviosa y con el corazón hecho un miedo—reí con diversión, sacando una de las tazas de la alacena—¿Crees que Mario le guste el que elegí? La mueca que nació en sus labios fue instantánea, demostrando claramente que no le había parecido del todo bueno mi comentario, alcé ligeramente una de mis cejas. —Te tiene que gustar a ti preciosa, a él su traje y ya—se encojé de hombros y mira hacía la taza que le estoy extendiendo, tomando esta—Además te miras divina, anda. —Es mi boda, ¿Te imaginas si no luzco completamente preciosa?—, le insistí, ella soltó una risa—, ¡Brianda! —Vas a parecer una princesa, preciosa y bonita—, insistió atrayendo mi cuerpo en un ligero abrazo para caminar a nuestras habitaciones—, Ahora, tienes que apurarte, que no es que vayamos muy temprano. —Mario y yo, ¿Te lo imaginabas? —Para nada—, soltó sonriendo levemente—, Tenemos que irnos. Brianda Carpenter, era ella mi mejor amiga. La conocí en el estudio cuando comencé en el estudio de danza de Salma y Denisse, íbamos a demasiadas competencias juntas, a veces incluso semanas seguidas y siempre quedábamos en las clasificaciones, en los primeros cinco lugares, a mis ojos éramos las mejores y siempre lo solía decir. En muchas ocasiones nosotras habíamos pasado tiempo haciendo duetos, solos, bailes grupales y a mis ojos éramos de las mejores—o eso solía decir siempre yo—, siempre me había sentido fascinada estando con ella, pasábamos mucho tiempo juntas, y me quedaba completamente fascinada el cómo nosotras solíamos quedar en primer lugar, ella se fue a vestir, desapareciendo de mi campo de vista, hice lo mismo. Hoy era un día especial—además de una fecha cercana a mi boda—, era el mejor día del año, sin presumir. Miré hacía donde había entrado Bri, ella y yo. Bri siempre solía emocionarse por las cosas que me sucedían, y Mario era una persona con la cual había conectado en muchas formas posibles, nos gustaban cosas parecidas, teníamos una alergia similar y creía que podíamos comernos el mundo juntos, él y yo. M y M, tal cómo decían las invitaciones de la boda, en letras doradas. En mi habitación me coloqué ropa cómoda, esperando que esto sucediera del mejor modo posible, hoy, un día de tantos, era martes, los martes cómo hoy no eran del todo mi favoritos, pero podía superar eso, era bastante buena con esas cosas, lo haría bien, cómo solía salir en la mayoría de las ocasiones. Por ello siempre miraba por encima de mi hombro, esperando que todo saliera tal y cómo lo había planeado, ya que si algo podía salir mal, saldría mal. Odiaba arriesgarme a esas cosas, por lo cuál comencé a hacer las cosas con más profundidad después de los siete. Apenas me terminé de vestir miré mi reflejo en el espejo, lucía bien, había pasado horas peinando mi cabello para que este no me hiciera ver cómo una loca—ya que solía esponjarse normalmente—, era difícil mantenerlo controlado, siendo honestos. —Soy exitosa, perfecta, atraigo lo mejor—espeté varias veces, hasta que creí que serían suficientes. Ley de atracción, había leído de ella cuando tenía nueve y no la había soltado después de ello, si podría hacer que el universo conspirara a mi favor, lo haría sin pensarlo, así era—la mayor parte de las veces—, haciendo que todo mejorará. Después de casi una hora ambas estuvimos listas, caminamos en dirección del estacionamiento, donde se encontraba mi auto n***o, ambas subimos, apenas cerré la puerta lo primero que enfocaron mis ojos fue a Diego, quien subía a su auto, me dejo una pequeña mirada antes de salir de mi campo de visión, no habían durado mucho tiempo nuestros ojos conectados, pero pude ver cómo me miraba cómo si algo dentro de él no cuadrara. —Deberías de casarte con Diego, en lugar de Mario—me codeo Brianda, para después ver por donde había salido él—Su estilo es... —Completamente diferente a mí, no tenemos nada en común Bri. —Se llevaban a la perfección en la escuela.... Además, ¿A quién le importa tener cosas en común? Si lo divertido es conocer lo que el otro le gusta. —Uno, si, el quería los apuntes siempre, por eso nos llevábamos bien, dos, ¿Te recuerdo a donde tenemos que ir en este preciso momento? Alce mi mano, mostrando mi dedo que posaba aquella sortija de compromiso, ella rodó los ojos, no era sorpresa, no era la primera ves que me hacía un comentario parecido, cómo si deseará que no me casará con Mario. —Se los dabas—se encoge Brianda colocando unos lentes de sol—¡Por un par de chocolates! ¿No es así? —¡Ay vamos! ¡Selma nos había prohibido los dulces, ¡Mamá espiaba por la habitación siempre! ¿Tu no los extrañabas? Yo sí, me había parecido un acto muy cruel que a un par de niñas les prohibieran un par de dulces, no estaba pasada de peso, de eso estaba segura, pero no era lo suficientemente delgada como Ellie o cómo Mariana, ellas siempre habían sido el ejemplo claro de Selma para lo que debíamos de lograr, no comer dulces ni chocolates sería la base de ello, después de todo, si queríamos ser bailarinas podíamos hacer un par de sacrificios, ella siempre lo decía, pero a pesar de lo mucho que me esforzaba, nunca lo sentía de ese modo. —Fuerza de voluntad, además... Desde antes había dejado de comer chocolates—, me recordó. Sí, así era, para ella había sido sencillo, yo sufrí—, Si fue difícil, pero había válido la pena. Arranqué para dar camino a la boutique donde habíamos encargado el vestido de novia, estaba demasiado emocionada, por muy loco que parecía, tener 20 años y casarse, Mario era la persona con la cuál había enamorado, había encontrado demasiadas cosas buenas en sus ojos, solo quería estar con el, se dio una cita, ahora no podía imaginar una persona diferente con la cuál pasar mi vida. —¿Tu madre vendrá?—curiosea Brianda, mirando fuera de la ventana—Casi no le agrada Mario, ¿Cómo está con esto de la boda? Cómo un troll, con el cabello en puntas, molesta la mayor parte del tiempo, sí, no era sorpresa para nada, nunca le había agradado por completo Mario, diciendo que tenía aquella facha de Don Juan, asegurando en más de una ocasión que me rompería el corazón, parecía ridículo. —Será por que se casa con su hija, ¿No crees?—me reí, estacionándome fuera de la boutique—Pronto lo asimilará. Esperaba que así fuera, de no serlo me imaginaba a mamá molesta en la boda, o cuando tuviera un hijo a ella tan enojada, con el rostro rojo cómo fuego y el cabello en puntas ante su gran y estrepitosa molestia. Apenas bajamos del auto ambas caminamos a la boutique, estaba tan emocionada, el vestido era a mi gusto completamente, pero podía recordar cómo Mario me había dado su opinión, esta vez no lo escuché del todo. Apenas entramos a esta vi a la chica completamente emocionada, esperando pacientemente a que llegará, apenas sus ojos me enfocaron camino con euforia hacía mi tomando mi muñeca, jalándome a los probadores, no mentiría sobre lo nerviosa que me sentía de salir y que mamá me viera, me juzgaba un par de veces cuando eso sucedía, cuando el tema podía relacionar a Mario. Antes de entrar pude verla ahí sentada a un lado de Sabrina, mi hermana. La chica me ayudo a colocarme el vestido con emoción, mientras mencionaba cómo era uno de los vestidos que más había amado hacer, podía calcularle alrededor de unos 23 y era demasiado talentosa, había encontrado su vocación a temprana edad. Me miré en el espejo, mi vestido caía en olas bajo mi cintura, mientras que iba en camino detrás mío, largo, me miraba increíble, era un poco pomposo, pero no demasiado. La chica miró en mi dirección esperando que le dijera algo, yo estaba emocionada, con una sonrisa plasmada en mi rostro de oreja a oreja, cómo si las cosas no pudieran ser incluso mejores. —¿Te gustó Murphy?—preguntó la chica detrás de mi. Asentí un par de veces, en realidad, lo había amado—¡Luces preciosa! ¿Lo sientes bien? ¿No muy ajustado? —Es... Precioso—señale con una enorme sonrisa. Para girarme en su dirección—, Te quedó perfecto Renata, es impresionante. —Tu luces bellísima. Le agradecí, para salir con pasos lentos del probador, me sentía emocionada, de oreja a oreja mi sonrisa nació, miré hacía ellas notando cómo Sabrina y Bri sonreían emocionadas por mí, ellas eran así siempre para mí, aun si las cosas que a mi me ilusionaran a ellas no, no lo hacían ver, siempre habían sido un apoyo enorme para mí, no había lugar en donde quisiera estar que no fuera con ellas. —¿Qué tal?—, pregunté ilusionada, girando un poco—, ¿No es bellísimo? —¡Luces preciosa!—exclamaron al unísono Brianda y Sabrina, quienes se miraron con una sonrisa. Mis ojos enfocaron a mamá, quien no parecía lucir emocionada por mí, ni siquiera fingía una pequeña sonrisa. Sabía lo poco que le agradaba Mario y las incontables veces que me había insistido que no debía casarme con él, que no me convenía, más no le escuché, porque creía que quizá Mario y yo a pesar de tener un par de diferencias éramos felices, era lo que debería de importarle, ¿No es así? Que su hija fuera feliz. —¿Tu que piensas mamá?—me gire un poco y alce las cejas. Ella miró en mi dirección, sin hacer alguna expresión, ni de aprobación ni de desagrado—, ¿Te gusta? ¿Te parece bonito? —¿El vestido o la pareja con quien dije que no te casarás?—Bajo sus gafas y me miró con desdén, Sabrina le dio un codazo leve y mamá rodó los ojos—Te ves preciosa Murphy. La sonrisa de mis labios disminuye un poco, no lo suficiente, mamá se levantó del sofá para acercarse a mí con una ligera mueca, tomé una bocanada de aire mientras ella se posaba tras de mí. —Estoy muy orgullosa de ti Murphy—Deja un beso en mi mejilla mientras que pasa mi cabello detrás de mis hombros—No habrá nunca una novia más linda que tú. Con tu cabello se zanahoria... —Mamá—advierte nuevamente Sabrina—Murphy, ¿Brianda y yo usaremos lila? Creí que no te gustaba ese color... —Mario llegó a la conclusión que no podían ser tantas cosas del mismo color, tiene razón—me encogí. Mientras miraba el vestido precioso—Además escogí las flores, es justo que escoja el color de las damas y las corbatas y esas cosas. Ellas se miraron entre sí, no parecían verse del todo contentas con mi respuesta, más no opinaron nada más sobre ello. —¡Murphy se casa!—grito alegre Brianda abrazándome por mis hombros—¡El ramo a Sabrina! —¡Cállate!—grita divertida ella, mientras se acerca hacia acá, junto a mamá—Tu boda es en tres días, no puedo creerlo... —En un momento vuelvo, Murphy, el ramo a Sabrina—me codea divertida, mientras sale de mi campo de visión. Un par de segundos después, mamá ya había dejado la habitación, Sabrina miró por un par de segundos hacia donde ella salió, para darme una sonrisa levemente torcida, sabía que había llegado a bajar un poco la emoción que estaba corriendo por mi cuerpo, ¿Cómo no lo haría? En que momento viaje a un portal en donde los padres elegían con quien debías casarte y con quien no, era ridículo, y aún más que ella no lo notará. —Tranquila Murphy, seguro lo va a asimilar—me tranquiliza poniendo sus manos sobre mis hombros—Eres su pequeña... ¡Cambia esa cara! ¡Murphy se casa! Sonreí con diversión abrazando a ambas, demasiado feliz para decir verdad, después de un par de segundos dentro de ese abrazo cálido, nos separamos en el momento justo donde el celular de mamá comenzó a resonar, el timbre de una llamada. Me enderece intentando enfocar el celular, con pasos lentos, mamá nunca se separaba de su celular, apenas llegue lo suficientemente cerca, note en nombre de Mario en la pantalla. —¡Es Mario! ¡Seguramente intenta llevarse con mamá antes de casarnos!—exclame emocionada tomando el celular entre mis dedos—¿No les parece dulce? Apenas lo dije, atendí el teléfono, antes de poder hacer un sonido pequeño yo, él lo hizo. —¡Gatita! ¿Sigues pensando en mi como anoche?—alcé las cejas, para después fruncir un poco las mismas—En dos días me caso con Murphy, ¿Me darás mi despedida? Extraño demasiado tu cuerpo, tus labios, hacerlo... Quizás podamos disfrutar una noche más, ¿Qué opinas? Me quedé callada con los ojos abiertos a par, las palabras no parecían querer salir de mi garganta, ni por un segundo, me quede completamente callada sin saber que pensar, decir o hacer, no podía procesar lo que acababa de escuchar. —¿Cristina? ¿Te encuentras ahí? Miré el celular, notando su nombre, reconociendo su voz, más no queriendo procesar aquello que acababa de escuchar, no tenía un solo modo de poder hacerlo sin sentir mi corazón hecho un completo desastre, roto, lastimado, ¿Cómo una persona se podía acercar de ese modo hacía ti para después soltarte en cuestión de segundos? No podía pensar, no podría hacerlo... La respiración comenzó a hacerse lenta dentro de mi, ¡¿Mi madre se había acostado con mi novio!? Colgué la llamada rápidamente, para terminar por ingresar a los mensajes de mamá, con las miradas atentas de Brianda y Sabrina sobre mi, lo que miré me destrozo el alma, el corazón y la vida, cientos de mensajes, llamadas e imágenes morbosas se desplazaban por mis ojos, ¡Son unos malditos! Mis ojos comenzaron a picar con furia, un nudo doloroso se albergo en mi garganta, sufrimiento, era una nube de dolor y tristeza, ¿¡Como pudieron hacerme eso!? —¿Qué sucede Murphy?—pregunto Brianda confundida, dando pasos hacia mí—¿Por qué estás llorando? Le extendí el celular a ambas, mientras que las lágrimas resbalaba por mis mejillas y el dolor crecía en mi interior, Sabrina tomó el celular, mientras dejé caer mi peso en el sillón y los sollozos salían de mis labios, ¡Todo siempre fue una mentira! ¡Se cubría constantemente con un odio disfrazado! —¡Parece que nunca le odio!—exclame con la voz cortada —¡Solo se cubría!—tape mi rostro con mis manos mientras los sollozos no dejaban de salir de mi—¡¿Cómo va a odiarlo si se acuesta con él!? —Murphy—sentí los brazos de Brianda rodear mis hombros—Preciosa... No podía pensar, no con claridad. Me sentía en un desastre extraño, uno que no me dejaba pensar bien, recordaba todas aquellas veces que había ido a casa de mis padres con Mario, no se llevaba bien mamá con él, de un momento a otro... Las cosas comenzaban a ser incómodas, ¿Cómo no lo serían? Si se estaban burlando de mi, en mi cara. Escuche como Sabrina dejaba el celular a un costado de mi, para después sentarse junto a mi, me abrazo del mismo modo que Brianda para consolarme, ¿como podría? ¡Fue mi mamá! ¡La persona en la que más confiaba! ¡Mi mamá me traicionó! ¡Mario me traicionó con mi madre! Solo pensar en ello me daba asco, tristeza, odio y dolor... ¿Cómo es que la persona que dice que te protegerá te rompa de esté modo? —¿Qué sucede Murphy?—apenas escuche su voz, mi corazón se achicó cruelmente, levante mi mirada encontrando sus ojos hipócritas preocupados—¿Te sucedió algo? —Mario me engaño—sollocé a lo que sus ojos me miraron con preocupación—¡Me engaño mamá! —Te dije que no te convenía cielo—dice en tono dulce—Es un maldito... Personas como el no valen la pena.... —¡Al igual que tu!—rompí en llanto, mientras mi voz se entrecortaba, me levante con los ojos hechos un mar de sufrimiento—¿¡Cómo pudiste hacerme esto!? ¡Soy tu hija! ¿¡Cómo pudiste lastimarme de ese modo!? ¡Me traicionaste! —¿De que estas hablando?—pregunto, sus ojos me examinaban, pero podía saber perfectamente que sabía de lo que estaba hablando—¿Tu...? —¡Mario te llamo! ¡¿Cómo pude ser tan ciega!?—grite mirando directo a sus ojos—¡¿cómo pudiste hacerme esto!? ¡¿Cómo pudiste hacerle esto a papá!? —¡¿Qué te da derecho de tomar mi celular!?—su rostro se torno rojo—¡No puedes hablarme así! ¡Soy tu madre me debes respeto! —¡Tu no eres nada mío! ¡No quiero que me llames! ¡Me busques! ¡No quiero volver a saber de ti! Antes de si quiera escuchar algo de ella, salí corriendo directo al estacionamiento, con los ojos llorosos y llenos de lágrimas, me sentía hecha un lío, con el alma desecha. Escuché la voz de Brianda y Sabrina, sin embargo no me detuve, corrí directo al auto, con toda la vida lastimada. ¿Cómo te enloqueces por una persona que se roba la vida entera, para después llevarla a la basura?
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD