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2050 Words
El gato de la ventana de a lado. Creo que uno de las peores decisiones que pude tomar fue decidir manejar con el corazón herido y la visión nublada, no miraba muy bien que digamos, mi corazón me atornillaba con fuerza y sólo podía pensar. en lo ciega y tonta que había sido, ¿Cómo es que pasan esas cosas frente a tus ojos y no lo notas? Debí de haber sido ciega, o esto debió de haber ido más allá de lo que debí creer, cerré los ojos para sentir segundos después como las lágrimas rodaban por mis mejillas, las limpié todas las veces que estás cayeron por mis mejillas, pero no pude dejar de sentir que esto sería de aquellas cosas que no podías superar tan fácil, no me sentía hoy fuerte, ni valiente, no me sentía real. Sólo sentía que existía con un enorme vacío en el estómago y en él corazón, quizá eran del tipo de cosas que pasaban frente a tus ojos y esperabas con los dedos cruzados que no volvieran a suceder, pero para un mal fortunio sucedía, siempre volvían a pasar. Lo primero que pensé cuando salí de mi auto, fue en las miles de veces que ellos se burlaron de mi, las veces que mamá decía que el no le agradaba o las millones de razones por las cuales no debía de casarme con él, había una lo suficientemente obvia, me tomaron de estúpida. Me habían humillado de cientos de formas posibles, siempre sucedía así, cómo un completo remolino, causando un agujero en mi interior, ¿Podría sentirme así para toda la vida? Cerré la puerta del auto con fuerza escuchando como esta resonaba por todo el estacionamiento, un par de pequeños pasos bastaron para darme cuenta que el enorme vestido blanco se había atorado en la puerta, ¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! Jodido vestido, jodida vida, jodidos sentimientos, jodido corazón roto. —¡Demonios!—espete abriendo la puerta nuevamente, mientras que las lágrimas ponían borrosa mi visión—Esto es una mierda... —¿Mal día rojita?—se mofa divertido Diego bajando de su auto, hasta que sus ojos me enfocaron—Dios... Parece que.. —Cállate—solté alzando la mano en su dirección para obtener su silencio—No escucho, no quiero escucharte, no quiero un chiste sobre esto, solo... Cállate, por favor, cállate. Apenas cerré nuevamente la puerta, el vestido se quedó atorado nuevamente, me sentía atrapada, jodida, lastimada y rota y el auto solo me recordaba esto, ¡Debí quedarme en casa! ¡No salir esta mañana! ¡Un jodido martes 13! ¿Qué esperaba? Si algo puede salir mal... Diego se acercó con cautela, para dar por libre mi vestido de novia—de una novia cornuda—, antes de decir algo, salí corriendo, con las lágrimas aún inundando mi visión, hasta ahora, era el peor cumpleaños del mundo. ¡Si quiera Mario y Mamá me felicitaron! ¿Cómo podían ser tan malos? Entre a casa dejando caer mi peso en el suelo, mientras que el dolor corría por mi cuerpo. Encendí los altavoces, para escuchar Dolor de muerte a todo volumen, deje caer mi cuerpo en el suelo con el enorme vestido. —¡Conoces de amor, hasta que este te escupe, tira y rompe! ¡Las voces te dicen regresa y la razón no responde! ¿Cómo salir del dolor si nada cubre la herida? ¡Cómo vives de amor si este siempre ha sido mentira!—cante entre gritos y lágrimas saliendo de mi rostro, esperando sentirme mejor, dolía—¡Dime como confías si el alma se queda vacía! ¡Quieres volver aunque sabes que pierdes la vida! ¡Quieres sanar pero presionas la herida! Pase gran parte de el día escuchando música a todo volumen esperando que la música lograra acallar mis pensamientos, era demasiado difícil todo lo que estaba pensando, lo que estaba sintiendo, me sentía cómo si de un momento a otro yo no fuera lo suficiente para nadie, cerré los ojos sintiendo cómo si yo fuera pequeñita, no había sido lo suficiente para que él tuviera que buscar en alguien más, en mi madre, si quiera se esforzó en salir de mi maldito circulo, no querría volver a mamá, no lo sé... Me dolía con Mario, sí. Pero creo que lo que más me dolía era el hecho de quien me había hecho eso fuera mamá, es decir, ¿Cómo una madre puede acostarse con el novio de su hija? ¿Qué clase de mamá hace eso? Lo peor, es que Mario no vino a casa inmediatamente, no cómo en las películas, donde intentan arreglar las cosas después de darse cuenta de lo malditos que habían podido llegar a ser, sabía que no podría obtener una disculpa de mi madre, quien me había demostrado eso en el momento en el que le encaré, demostrando su enojo por el hecho de que había mirado su celular, sin un sólo gramo de arrepentimiento por sus acciones, eso terminaba siendo un completo desastre, más por el simple hecho de que... Podía ver en sus ojos cómo si lo disfrutará, cómo si hubiera demostrado algo con eso, era... Deprimente, demasiado para ser honestos. —¡Murphy!—escuche golpes contra la puerta, mientras la voz de Mario resonaba sobre la música—¡Tenemos que hablar! ¡Abre! Subí el sonido de la música aún más mientras cantaba a todo pulmón con la voz completamente rota, las lágrimas rodaban a los costados de mis mejillas y el corazón dolía, no podría sanar, creía que quizá no sanaría nunca, podía sentirme cómo si algo de mí se hubiera ido esta mañana, cómo si algo dentro de mí hubiera desaparecido, quizá fue así. —¡Todo tiene una explicación! ¡Murphy!—, escuché por encima de la música—, Te prometo que tiene explicación, dame dos minutos... Es lo único que te pido, bonita, por favor... Dos minutos, estaba segura que dos minutos no podrían sanar lo que ocasionó dentro de mi corazón, estaba consciente que lo que había pasado el día de hoy no podría borrarse, ni por si quiera un solo segundo. No quería levantarme del suelo, no quería verlo, además de que el estúpido vestido pesaba más de lo que seguramente alguien pudiera creer, solté un suspiro lleno de pesadez, para levantarme con molestia, sacudí mi cuerpo y apagué la música, con pasos lentos y desganados caminé hacía la puerta, antes de abrirla miré por el pequeño hueco, note en sus ojos, se miraban molestos, cómo si estuvieran enojados conmigo por descubrirlo, cuando la que debía de estar furiosa era yo, me habían hecho daño. Demasiado daño. —¿Qué es lo que quieres?—pregunte recargando mi peso en la puerta,, mi voz había salido entre cortada, y mis ojos seguramente estaban tan hinchados de tanto llorar—, ¡Tu y yo ya no tenemos de que hablar! ¡Tomaste tus propias decisiones! Él se quedó callado por un par de segundos, seguramente había ensayado su disculpa durante el camino y a última hora lo había olvidado, no podía ver si quiera un solo gramo de culpa en su rostro, creo que eso era lo que me pesaba más, que ni él ni mamá parecían arrepentirse por si quiera un sólo segundo de lo que me habían hecho, cuando debían de cargar con más culpa de lo que pudieran contener, deberían de sentirse cómo una mierda, eso eran. —Fue un accidente—se disculpa. Aplano sus labios, alzo sus cejas y podía notar cómo miraban con desdén hacía mí. Maldito cabrón, cabrón, cabrón. Abrí la puerta, mirando furiosa su rostro—¡Claro! ¡Accidentalmente tu caíste dentro de ella! ¡Infeliz! ¡Asqueroso! —grite golpeando su pecho, furiosa aún con las lágrimas cubriendo mis mejillas—¡¿Con mi madre Mario!? ¡Hay tantas personas en el mundo! ¿¡Por qué mi madre asqueroso infeliz!? No pareció ser capaz de decirme nada más, se quedó callado apartando la mirada, no podría decir que tenía culpa, porque no la tenía, ni arrepentimiento, sí no que esperaba que pudiera ser que ya pasáramos de tema, no podía creer que las cosas estuvieran sucediendo de este modo, me quemaba el corazón de un millar de formas posibles, ¿Cómo una persona que dice amarte al final no lo hace? —¿Puedes darme una oportunidad?—, pidió, no podía creer que me lo dijera así con desdén, si quiera se había disculpado cómo tal, sólo decía palabras vacías—, La boda es esta semana, ¿De verdad quieres hacer las cosas así? Le di una sonrisa tranquila, en medio de mis lágrimas amargas—Sí, tengo algo para ti... Acerque mi mano a mi sostén para después hacer el gesto de que estaba sacando algo, apenas lo hice levante mi dedo medio en su dirección—¡Vete al demonio idiota! Me recargué en la puerta apenas la cerré de un portazo, me sentía tan pequeña, tan frágil, tan... Tan humillada, sin poder entender cómo es que una persona puede ser capaz de lastimarte de ese modo sin si quiera tentarse por un segundo el corazón, no podía entender cómo es que esto podía doler de este modo... Cómo es que no podría dejar de llorar, ni sentirme una nulidad... Eso habían logrado en mí, hacerme sentir cómo una nulidad. Una tristeza, que si quiera parecían preocuparse ni un poco por mí, las cosas habían sucedido y ya, fin. Ni si quiera parecía ser que notaran que existía, ni siquiera había recordado que día era hoy, "feliz cumpleaños Murphy" pensé. Me senté en el suelo sin dejar de llorar, tome una botella de tequila dando un trago grande, su sabor inundó mi garganta mientras que esperaba con todas mis fuerzas que el dolor se fuera pronto, Brianda llamó, me cubriría en el bar donde ambas trabajábamos y yo podría quedarme en casa, llorando, con este vestido de novia. No hice mucho la tarde de hoy, lloré, lloré y lloré bebiendo directo de la botella de tequila, si no moría de un corazón roto, moriría por una congestión alcohólica, seguramente. con los pensamientos destrozando mi cabeza de un modo tan deprimente. La noche cayó al igual que cientos de lágrimas por mis ojos, me senté en la mesa, mientras escuchaba como la lluvia golpeaba la ventana con fuerza, me levante a cerrarla notando como el gato de alado entraba, se sacudió junto a mi mojando mi rostro y vestido. —¿Mal día?—pregunte alzándolo, para dejarle en el suelo, maulló e hice una mueca—Opino lo mismo, pésimo. Seguro Diego olvidó cerrar la ventana. Tome mi celular, notando varios mensajes de Mamá, Mario, Sabrina y Papá, tendría que cancelar la boda, ¡Faltando tan poco! La energía bajo, hasta que se oscureció por completo, ¡Diablos! Me recargue en la pared con un suspiro pesado, para después cerrar los ojos, esto era el desastre en persona. Fui por velas, encendiendo estas, deje caer mi peso en una de las sillas, mientras que miraba aquel pastel que se encontraba frente a mis ojos, sentí las lágrimas llegando a mi rostro, mientras que el gato se pasaba a un costado de mi. —¿Podrías imaginarte un día más deprimente? Escuché un sonido estrepitoso en la puerta, para después escuchar el timbre, me levanté caminando con pasos pesados hacía allá, abrí la puerta encontrando a Diego. Sus ojos me examinaron para después hacer una pequeña mueca. —Murphy.... ¿Aquí esta mi gato?—pregunta evitando mis ojos—Ya sabes... Le gusta entrar por tu ventana. Extendí mi mano señalando al gato, que se encontraba junto a mi pastel—Sí, por cierto aplasto la caja de mi pastel, bendito día—Le di un trago a la botella de tequila para después girarme, mirando al encantador gato que solía irrumpir en mi casa a diario—Puedes pasar por el si quieres. —¿Estuviste llorando?—pregunta, me encogí de hombros mientras el se adentraba a el departamento—¿Puedo quedarme un rato? Es decir, en lo que regresa la electricidad, dejé las llaves adentro.
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