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3666 Words
Detrás de los sueños: Sí el dolor aumentaba aún más, seguramente podría perder la razón. No podía decir que no conté los minutos que faltaban para que mi cumpleaños terminaran—lastimosamente eran más de los que quisiera a decir verdad—, no mentiré que esperaba que el alcohol acallará mis pensamientos porque estos parecían poder tener el poder de destruirme por completo, no mentiré, me sentía cómo si mi corazón se hubiera detenido por un par de minutos, sentía cómo si sólo mi cuerpo siguiera aquí, emocionalmente me encontraba tan destrozada que seguramente no faltaba mucho para que se me destrozará el alma, aunque en realidad... Ya no me sentía cómo si me encontrará aquí, quizá en esta realidad, si no en otra, otra que me estuviera cortando el corazón, el ser y la razón, sentía y creía que ya no había nada dentro de mí, quizá ya me había perdido por completo sin darme cuenta, y eso no mejoraba en ningún sentido. Me deje caer en mi asiento, esperando que mis pensamientos no fueran tan fuertes, el alcohol comenzaba a hacer el efecto que deseaba, comenzaba a dejar de sentir todo lo que me estaba llevando al fondo, ¿Por qué las cosas debían de ser así? ¿Yo no era lo suficientemente buena? Le di otro trago a la botella de tequila, mientras que el sabor de esta me recorría enteramente. Miré de reojo a Diego, quien parecía estar sintiendo lastima por mí, ¡Qué novedad! Rodé los ojos para después recargarme en el respaldo de la silla. —¿Qué miras? —pregunté mirando de reojo por encima de la botella, no se inmutó, no bajo la mirada ni buscó un pretexto por el cuál lo hacía—¡Deja de verme! No es cómo que sea... Me quedé callada, tomando una bocanada de aire, él no tenía la culpa que mi día fuera tan espantoso, ni que mi vida se hubiera ido por el desagüe. —¿Hay alguna buena razón por la que tengas un vestido de novia antes de tu boda? —curioseo sentándose frente a mí, alzó una de sus cejas y tomo la botella de tequila—Es decir, pareces sacada de un libro dramático. —La vida es un libro dramático—bromeó sin gracia, miré hacia arriba esperando que las ideas se acomodaran en mi cabeza—¿Te han puesto los cuernos Dieguito? —Vaya… Así que es eso—susurró más para él que para mí—, No, nunca me han puesto los cuernos. —Afortunado seas—espeté, para después sacudir mi cabeza levemente, ¿Por qué le estaba hablando de esto a él? Ya era más que suficiente saber que yo había sido parte de su juego absurdo cómo para patear mi dignidad hacía el centro de una multitud, ya estaba lo suficientemente avergonzada con lo que me había sucedido, ¡Me habían puesto los cuernos! ¡Mi madre y mi ex prometido! ¡Ya era suficiente vergüenza! Tallé mi rostro con frustración, levantándome de mi asiento, tomando nuevamente la botella que Diego había quitado de mis manos, me tambaleo un poco para después darle otro trago a la botella, la resaca que tendría para el día de mañana sería encantadora. Podía notar cómo Diego quería intentar que dejará de beber, no le encontraba el suficiente propósito, es decir, si las heridas están abiertas, podría ser que el alcohol las curará al final de todo, eso era lo que yo necesitaba, echarle tequila a la herida hasta que esta sanará. Porque de no hacerlo seguramente se infectaría. —No era tu sueño casarte—me suelta de golpe Diego, alcé las cejas con sorpresa, se aclaró la garganta, escuché como el chirrido de la silla atravesaba la sala, se había levantado—Eras del tipo de chica que repetía cientos de veces que las bodas no eran lo suyo. —Diego—advertí, esperaba que con ello él se callara, pero parecía ser que era algo contrario a lo que podía hacer—, Por favor, no sigas con esto, por favor. —Recuerdo que decías que te enfocarías en ser reconocida mundialmente por tus bailes, bajaste tu rendimiento, ¿No es así? Había hecho muchas cosas por hacer que mis sueños y mi noviazgo funcionará, pero a pesar de que tiraba con fuerza con demasiada, no lograba hacer que esto funcionará. —¡Mi rendimiento es perfecto! —interferí. Me giré sobre mis talones para enfocarle, sus brazos se encontraban cruzados sobre su pecho y ambas cejas se encontraban arqueadas. —Te rompieron el corazón, sí. Pero no es el fin del mundo. —¡Me puso los cuernos con mi madre! —exploté furiosa ante sus comentarios—¡Antes de la boda! ¡Me enteré en mi jodido cumpleaños! —me acerqué furiosa a él señalando con mi dedo índice sobre su pecho—¡Y si quiero llorar! ¡Lloraré! ¡Si me quiero emborrachar mientras todo va mal! ¡Me voy a emborrachar! Sus ojos se abrieron a la par, sorprendido ante mis palabras, le di otro trago a aquella botella con el enojo recorriendo mis venas. —Murphy—susurra, mientras que parecía que las palabras no salían de sus labios—Yo… Yo no lo sabía. Lo siento. Me encogí de hombros para después sentarme en el suelo, con las lágrimas de nuevo queriendo salir de mis ojos. Me dolía de un millar de formas posibles, le había entregado mi corazón, mi vida. Todos decían que estaba loca por querer casarme a los veinte años, decían que estaba apresurando mi vida, quizá debí de escucharlos y lo que estaba viviendo y sintiendo en esté momento no me llegaría a lo más profundo del alma. —Le entregué todo—confesé en un hilo de voz—Hubiera dado mi vida entera para que el fuera feliz, le di todo—sollocé levemente, absorbiendo mi nariz y limpiando con el dorso de mi mano las lagrimas que comenzaban a salir de mis ojos—Creía que sería la persona con la cual pasaría mi vida entera… Y me equivoqué. El amor es una mierda. —¡Vamos Murphy! —Me consuela, sentándose a un lado de mí, haciendo a un lado mi vestido pomposo de novia cornuda—¡Sólo fue una mala experiencia! ¡No te puedes cerrar al amor solo porque algo salió mal! —Me codea a lo que le miré con los ojos entrecerrados—Se que ahora todo se ve mal, pero con el paso del tiempo verás que todo mejorara. —Lo que digas. —Solo necesitas dejar de beber, dejar de llorar y seguir adelante. Rodé los ojos, para después sacudir levemente la botella entre mis manos. —¿Qué no el alcohol cura las heridas? —una sonrisa pequeña salió de sus labios—Ahí está, entonces seguiré bebiendo. —Tienes poco mas de 20 años, una vida por delante, Murphy. Me recosté en el suelo, dejando la botella a un lado de mí, mirando nuevamente hacía arriba, era estúpido pensar en que había hecho todo por una persona que aparentemente no daría lo mismo por mí. Me mudé con Brianda para poder estar más cerca de la casa de Mario, porque el mencionaba que era demasiado tiempo el transcurso para ir a vernos. En este momento solo podía pensar en las veces que él me había utilizado, siempre había estado disponible para el física y emocionalmente, sonaba patético lo mucho que le había amado, lo mucho que había entregado para hacerle feliz y el si quiera me hubiera podido entregar lealtad. —¿Qué harás? —pregunta, mirando directamente a mis ojos, me encogí de hombros y el soltó un suspiro—Tienes que salir adelante, ¿Lo sabes? —Lo sé. —¿Entonces? —insiste, a lo que me limité a encoger mis hombros nuevamente—Murphy… —Buscaré en Google, 12 pasos para curar un corazón roto—reí sin gracia para terminar suspirando—Es lo mejor que puedo hacer. —Yo tengo una lista más corta—, dice tranquilamente a lo que le mire confundida. —¿El que? —Una lista más pequeña para curar un corazón roto. Ve a dormir, me iré a casa y el día de mañana te la daré. —Creí que en tu casa las llaves estaban dentro—le recordé a lo que el se encogió de hombros. —Iré a recepción, tienen copia de llaves de todos. Descansa Murphy—se despide levantándose del suelo, tomando la botella de tequila—Deja de tomar… Mañana será un día largo. —¿A partir de mañana? —Mañana en la tarde, cuando tu salgas de la academia y yo termine de dar clases en mi universidad. Solté un quejido al recordar que mañana tenía que ir. Diego soltó una pequeña risa, para después salir del departamento. La luz no tardo en volver, ni Brianda tardo en llegar. Quien apenas entro venía con una charola y una sonrisa pequeña. Por mi parte yo seguía un poco ebria—no demasiado—, pero con las emociones carcomiendo mi cabeza. —¿Qué tal sigues preciosa? —pregunta sentándose junto a mí—¿Te quitarás pronto ese vestido? —No alcanzaba los broches—confesé con una risa, a lo que ella se rio y ambas nos levantamos. Ella me ayudo a soltar los broches haciendo que esté me dejará respirar. Había pensado seriamente en decirle a Diego que me ayudará, después recordé que debajo no traía nada de la parte de arriba—no me arriesgaría a un accidente—, le agradecí para después caminar en dirección de mi habitación. —Me siento mejor. Diego se paso por aquí—confesé en tono fuerte para que logrará escucharme—Ha sido de los peores cumpleaños que he pasado en mi vida. —Creo que está empatado con el día que te llevaron al zoológico y el mono se comió pedazo con tu cabello—me codea levemente a lo que solté una risa—¡Recuerdas al mono intentando sacarse tu cabello! —¡Los demás monos pensaban que era comida! —reí levemente a lo que ella sonrió. Me terminé de poner ropa más liviana, sintiendo como el peso sobre mi cuerpo se desvanecía, miré frente al espejo, mis ojos se encontraban hinchados y completamente rojos, mientras que mis labios estaban partidos, ¿Era posible que le estuviera entregando el poder de romperme? Lo amo, con locura, pero debería de amarme más a mí. Salí de mi habitación, Bri se encontraba recargada en el marco de la puerta, mientras que esperaba que saliera, me entrego la bolsa donde se encontraba la pequeña charola. —Te traje la cena—me dice sonriendo levemente—No del bar. Del restaurante del frente, tu restaurante y comida favorita—recalca con una sonrisa. El fin de semana saldremos a festejar tu cumpleaños, porque mañana tenemos ensayos. —Eres la mejor amiga que alguien podría tener—le abracé, a lo que ella me dio una ligera sonrisa. Se fue a su cuarto, diciendo que tenía demasiado sueño. Se quería quedar a acompañarme, pero le insistí en que se durmiera, me recostaría en mi cama cenando aquella lasaña mientras miraba Love, Rosie. Esperaba que el día de mañana fuera mejor. El día siguiente: Lo curioso de despertar después de creer que todo se ha ido al caño, es darte cuenta que sigues viva. Anoche, con el corazón herido y el llanto despiadado creí que no podría salir de aquel hoyo, me sentía avergonzada de todo, de ser del tipo de persona que creía que el sería mi príncipe azul. Cuando me enamoré de él, lo primero que llamo mi atención fue su madurez, quizás eran los años más grande de mí, o todo lo que habíamos pasado, pero en realidad creía que las cosas podían salir tal como lo esperaba. Me senté en la cama esperando que las cosas fueran más tranquilas el día de hoy. Me levanté caminando en dirección del baño para tomar una ducha, estaba demasiado cansada, debía confesarlo. Miré frente al espejo, mis ojos se encontraban aún un poco hinchados y parecía sentir mi corazón aún un poco adolorido. Ignoré mis pensamientos, para introducirme debajo de aquel chorro de agua, cerré mis ojos y esperé que el dolor se desvaneciera con el agua. La mañana no fue muy prometedora, me serví una taza de café sin azúcar y esperé que Brianda estuviera lista para irnos, apenas fue así, ambas salimos de el departamento, caminando en dirección del estacionamiento. —¿Te sientes mejor? —curiosea Bri, me encogí de hombros—Se que las cosas no lucen prometedoras… —Estaré bien—, prometí cruzando detrás de mi espalda mis dedos. Lo dudaba—Vamos, Denisse no estará muy feliz si llegamos tarde a su clase. —Las competencias vienen pronto, debemos estar lista. Quizá nos ponga un dueto—me codea. Ambas subimos al coche, para que ella comenzará a conducir—Somos muy buena haciendo duetos. —Siempre quedamos en primer lugar juntas—asentí con una sonrisa—Aunque quizá te ponga con Ellie, es bastante buena. —Estamos al mismo nivel igual que Mariana, Marco y Daniel. Denisse tomará la decisión de como iremos a las competencias, esperando que lleguemos así a las nacionales. Asentí. Sabía que las cosas debían salir perfectas, pero había pasos que por ocasiones me fallaban, por muy triste que parezca, y con toda la razón del mundo, ayer Diego tenía demasiada razón, yo había bajado mi rendimiento desde el día en que Mario había llegado a mi vida del modo romántico. No puedo creer lo ciega que fui, dejándome impresionar por un hombre, Diego tenía razón también en eso, mi sueño jamás fue casarme, menos siendo tan joven, esperaba llegar lejos, en las nacionales, quizá ser de las mejores bailarinas de la época. Pero lastimosamente—y estúpidamente—, me deje cegar. No había tenido un acto tan pequeño de amor propio hacía mí misma, que poner a otra persona sobre mí, sobre mis sueños, sobre mi vida. Para que al final del día el chico se acostará con mi madre. De algo que estaba segura, era que a partir del día de hoy regresaría a mi mundo, esperando ser nuevamente aquella chica que perseguía sus sueños. También esperaba poder salir adelante, ¿Cómo es que esto se superaba? Es decir, siendo realista, ame y amo a Mario como nunca había amado a nadie, había decidido apenas cumplí los dieciocho que seríamos una relación perfecta y aquella boda. Comenzamos a salir un poco antes, cuando aún yo era menor de edad, pero eso no muchos lo sabían en realidad. Brianda se estaciono afuera de la academia, mirando en mi dirección con una pequeña y ligera mueca—¿Estás segura de querer acudir a clases hoy? —preguntó, sabía que Bri temía que me terminará por romper—Si no te sientes lista, puedo cubrirte con ella. —Se que puedes. Pero creo que lo más sensato es que siga con mi vida. Denisse toma decisiones a base de la importancia que le des al baile, no quiero que me deje fuera del baile grupal, o los solos, o duetos. —Si estás segura, esta bien—aceptó abriendo la puerta del coche—¿Te veo adentro? Tengo que recoger mis zapatillas, las deje en mi casillero. Asentí, tomando mis cosas para después salir en dirección contraria que ella. Eran las seis en punto, debía de apurarse, aún debía de ponerse la ropa con la cual ensayamos. Camine con pasos lentos, y aquella maleta con mis cosas aferrada entre mis dedos. No podía dejar de pensar si quiera en un solo momento en otra cosa, Mario rebotaba en mi cabeza como una pelota de ping pon. —Hola Murphy—, me saludó Marco alcanzándome—¿Éstas lista para los resultados para las competencias? —Ansiosa, hemos pertenecido a la academia durante años, debemos tener cada vez más talento y menos equivocaciones—señalé. El año pasado, a nuestra mala suerte en uno de los bailes Mariana resbaló, el peso de su pierna la impulsó un poco más y ella cayó al suelo, se levanto inmediatamente, pero los puntos no fueron completamente positivos para ella. Misma razón que hizo que se llevará un enorme sermón por parte de Denisse, era exigente. —Nos irá bien, quizá un dueto juntos, una historia romántica—se burla—Por cierto, Denisse me dijo que quería hablar contigo. Se encuentra en su oficina. Suerte chica, eso no suena prometedor. Hice una ligera mueca para asentir, mis pensamientos solo daban en la historia de que ella hubiera notado que no era tan buena como hace un par de años, encogí mis hombros con el peso en esté esperando que las cosas que ella tuviera que decirme no fueran malas. —Gracias. —Por cierto, Murphy—me llama, le miré y el me dio una ligera sonrisa—Feliz cumpleaños. Le agradecí, para caminar en dirección de la oficina de Denisse, con pasos lentos pero el mentón levantado, no quería que ella notará que los nervios estaban sobresaliendo en mi interior, apenas llegué afuera de la oficina, tome una bocanada de aire, para después tocar con mis nudillos sobre aquella puerta. Las cosas irán bien. Penasé. —Adelante—escuché su voz gruesa a través de la puerta, sentía el miedo recorrer mi cuerpo. Abrí la puerta, conteniendo la respiración con el mentón en lo alto, esperando que no notará mis ojos llenos de rojo, ni la vida hecha una mierda. —Siéntate—, me pide, caminé con pasos lentos hasta llegar a la silla que se encontraba frente a ella—, ¿Sabes que haces aquí? —Me lo pregunto—confesé, poniendo mi cuerpo derecho, miré sus ojos oscuros que repasaban unas hojas—¿Tiene que ver con mi rendimiento? —No, has estado aceptable, puedes llegar más lejos. Esperó me otorgues ese potencial si es que quieres ir a las competencias—Acomodó sus lentes encima del puente de su nariz y soltó un suspiro—, Es sobre tu boda, ¿Crees que con el gran compromiso que darás puedas seguir dando tu potencial en la academia? Tragué saliva intentando que mi tono de voz sonará tranquilo—Ya no me casaré—confesé encogiéndome de hombros—, Así que… —¿Es por eso que has estado llorando? —Pregunto, su mirada me enfocó y cerró aquella libreta—, Tus ojos se encuentran un poco hinchados, ¿Necesitas un tiempo? —No, estaré bien—prometí, esperando que aquellas palabras yo terminará por hacerlas realidad—, Quiero ir a las competencias, así que me quedaré aquí. —Has estado en esta academia desde que eras una niña—menciona apoyándose sobre sus palmas de las manos—Se que has dado tu mejor cara, no quisiera que después de aquella mala experiencia tu potencial decaiga. —No sucederá—admití encogiendo mis hombros—, El baile es mi vida, no me imagino en otro lugar que no sea esté. —Bien. No seré menos dura contigo porque estés mal emocionalmente, puedes tomarte unos días—me repite mirándome directamente—Entenderé si lo haces, pero de quedarte, tienes que demostrarme que mereces un lugar en esta compañía, sabes que si no dan el rendimiento que necesito en mi grupo, bajan de nivel. —O son sacados del equipo—complete a lo que ella asintió—, Daré lo necesario para ser parte del equipo que vaya a los nacionales—prometí a lo que ella me dio una ligera sonrisa. —Puedes ir al salón, en un par de minutos iré. Asentí, para salir de la oficina de ella, con pasos tranquilos. Dentro de el salón, mientras que nosotros calentábamos, Denisse entro con tranquilidad dejando sus cosas en su escritorio, se mantenía en un leve silencio, su presencia era demasiado fuerte, siempre había sido así. Recordaba que una parte de mi cuando era niña le temía un poco, con el paso del tiempo lo superé. Miré de reojo a Ellie, Ellie Park. Su cabello era oscuro, n***o intenso al igual que sus ojos, su piel al igual que la mía era demasiado pálida, y sus movimientos eran delicados, con gracia, pero sumamente perfeccionistas. —Después de haber examinado los últimos bailes que han hecho, he organizado lo que ustedes harán. Apenas su voz resonó, miré en su dirección, había notado como me miró en su oficina, como si una parte de ella se encontrará orgullosa de que frenará mi boda o que las cosas fueran un poco diferentes. Quizá era el hecho de que antepuse el baile sobre las cosas que me habían pasado, o quizá era el hecho de que no me casaría, pero había un toque de satisfacción en su mirada. —Hay cuatro solos, Ellie, Murphy, harán baile lírico, Marco y Brianda harán ballet. Por el rabillo del ojo noté como en el rostro de Mariana una leve mueca nacía. Las oportunidades hacían Mariana no parecían ir a su favor. —Mariana harás un dueto con Daniel, y habrá un baile grupal, donde participaran Murphy, Ellie, Brianda, Mariana. Asentí, al igual que las chicas que se encontraban a mi alrededor. —Ellie, Murphy—nos llama, ambas caminamos hacía el frente quedando junto a ella—Durante el tiempo que han estado aquí, han sido competitivas, fuertes, separadas complementan lo que le falta a la otra. Pero son diferentes, tan diferentes como iguales. Harán un dúo, llamado espejo. Tienen que ganarse sus lugares, porque solo tres de la compañía pueden acudir a las nacionales.
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