Capítulo 2

384 Words
2011 ―¿Qué miras tanto, Adam? ―me preguntó mi mejor amigo, conocido también por ser mi primo preferido. Sonreí, sin darle respuesta verbal, y señalé con mi mentón hacia la esquina más alejada de la discoteca. Suspiré maravillado. Llevaba cerca de un año yendo, cada fin de semana, a la discoteca Mr. Blue. Era para mayores de dieciocho años, sin embargo, yo entraba igual. Con apenas dieciséis, y con una documentación falsa, podía pasar fácilmente. Muchos lo hacían. Incluso Shane, quien lucía más joven que yo, entraba sin problemas. Y en todo ese tiempo jamás había visto una chica tan linda entrar a Mr. Blue. Excepto esa noche. Ella era dolorosamente hermosa. ―Fuera de tu alcance, amigo ―cabeceó Shane en cuanto se encontró con la chica que mis ojos no podían dejar de ver. ―Es... mírala, es... ¡parece un jodido ángel! ―balbuceé. Shane rió. ―Dudo que jodido y ángel puedan estar en una misma oración. Dejé de mirarla por unos segundos para centrar mi atención en mi primo. ―Iré a presentarme ―dije con firmeza. Él me miró de arriba abajo. ―¿Y qué le dirás? Hola, chica-caliente-que-parece-dos-años-mayor-que-yo, ¿quieres salir con un niño de mi edad? ―preguntó imitando mi voz más grave que la suya. Sacudí la cabeza. ―Mírame y aprende ―dije con seguridad. Entonces hice el papelón más grande de mi vida. Me planté frente a ella, metí mis manos en los bolsillos de mis vaqueros, y empecé a tartamudear. Pude sentir gotas arrastrándose por mi sien, mis manos sudadas y mi estómago revolviéndose. Nunca había sido un chico tímido, al contrario, podía enfrentar a cualquier chica y dejarla muda. Pero... la chica que tenía frente a mí no era como cualquier chica. Ella era hermosa. Tenía una larga melena rubia, ojos de un color que no pude distinguir bajo el efecto de las luces parpadeantes pero que me cautivó desde el primer momento, y unos labios que bien podrían dejar pasmados a miles de chicos sin siquiera sonreír. Me estremecí. ―H-hola ―logré decir después de lo que pareció un año. Ella me miró y esbozó una sonrisa. ―Hola ―dijo sin problema. Y juro que, con apenas escuchar su voz, supe que ella era la chica con la que debía casarme y tener, al menos, cinco hijos. Tragué con fuerza. ―Soy Adam ―titubeé con inseguridad impropia de mí. Volvió a sonreír. ―Adam ―repitió―: me gusta tu nombre. Y a mí me gustas tú, quise decir. Aunque claro, no fui lo suficientemente valiente para decirlo.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD