Mientras sigo leyendo, mis ojos devoran cada línea como si las palabras pudieran desintegrarse si no las memorizo en ese mismo instante. La carta habla de un lugar. Un sitio escondido en el norte, descrito de forma tan críptica que parece sacado de una leyenda olvidada. No hay coordenadas, ni caminos precisos, ni mapas dibujados con tinta. Solo referencias extrañas: “Donde los árboles respiran niebla”, “donde la piedra conoce tu nombre”. Poético… y profundamente inquietante. Pero lo más alarmante no es lo que dice, sino cómo lo dice. El tono. Las palabras escritas con mano temblorosa pero urgente. Como si el tiempo hubiera sido un lujo que quien escribió esto ya no tenía. El norte. La palabra se clava en mi mente como un punto cardinal que ya no señala solo una dirección, sino un dest

