Aunque suele ser el ser más pedante que conozco, siempre ha tenido el coraje de lanzarse de cabeza contra todo lo que se le cruza. Azaquiel, con su carácter irritante, su arrogancia a flor de piel y esa tendencia a actuar como si siempre tuviera razón. Pero por más que lo critique, por más que me saque de quicio con sus bromas pesadas y sus argumentos interminables, hay algo innegable en él: jamás ha retrocedido. No cuando yo meto la pata, no cuando el peligro es real, y mucho menos cuando se trata de proteger a los suyos. Pensar en él, en su manera de enfrentarse al mundo con la frente en alto y los ojos desafiantes, me da un atisbo de fuerza en medio de este caos que siento. Tal vez, si me preguntara “¿qué haría si yo fuera él?”, encontraría una manera de no quebrarme por completo. Pero

