—Sí, Dakota, lo sé. ¿Sabéis el porqué te he traído hasta acá? —pregunta Johann, su tono calmado pero cargado de significado, mientras sus ojos permanecen fijos en mí.
Niego lentamente con la cabeza, sin decir palabra. Mi mirada sigue clavada en el portón n***o frente a nosotros, incapaz de mirar a otra parte. La expresión en mi rostro es una mezcla de tristeza y desconcierto, la más lamentable que he tenido en mi vida. Él deja que el silencio se asiente por un momento antes de continuar:
—¿Sabes por qué yo te mostré el libro?
¿El libro? Mi mente intenta descifrar a qué se refiere. ¿Será el de Anton LaVey? No entiendo lo que pasa aquí, y esta incertidumbre me oprime el pecho como si quisiera ahogarme. Por un instante, desearía poder romper en llanto y simplemente desaparecer, quedarme so
