Con cada paso que doy, siento que el suelo no solo tiembla, sino que respira bajo mis pies, como si el mundo se preparara para cambiar junto conmigo. La incertidumbre me envuelve como un manto áspero, pero en su centro, como una chispa en el núcleo de una tormenta, hay algo nuevo: una valentía que no había sentido antes. Es pequeña aún, tenue como el primer calor de una fogata, pero está ahí… y crece. La adrenalina corre como un río subterráneo a través de mis venas. Mi corazón late con fuerza, no solo por el temor, sino también por la extraña euforia que brota al dar un paso más lejos de la sombra de Alastor. Tal vez —solo tal vez— lo desconocido no sea únicamente un campo minado de horrores, sino también una frontera donde las partes más fuertes de mí puedan florecer. Mientras avanzamo

