Salomón se puso de pie con ese movimiento autoritario que comandaba atención inmediata, mientras se enderezaba hasta su altura completa, dominando la sala de conferencias con esa presencia que había construido durante décadas de liderazgo empresarial. —Entonces, el ingeniero y la arquitecta irán al sitio —declaró con tono que no admitía argumentos. Los ejecutivos senior se levantaron casi al unísono. Salomón se volvió hacia Marissa, quien había permanecido en su posición cerca de la pared durante toda la reunión tortuosa, observando cada intercambio entre Emir y Fátima con ojos que se habían vuelto progresivamente más sospechosos: —Acomódele el transporte al ingeniero Emir y a Fátima —ordenó con ese tono ejecutivo que usaba para instrucciones simples—. O al menos... que Emir quiera ir

