Mientras tanto, Fátima y Emir… La pareja salió de aquella estructura sofocante con pasos apresurados y descoordinados, parpadeando bajo la luz cegadora del sol del mediodía que golpeaba el desierto con crueldad implacable. El contraste entre la penumbra interior y el resplandor exterior fue tan brutal que ambos tuvieron que entrecerrar los ojos, levantando las manos instintivamente para protegerse del brillo que rebotaba en cada superficie metálica del sitio de construcción. Fátima, con movimientos frenéticos y torpes que intentaban parecer casuales pero que gritaban culpabilidad, metió su panty n3gra de encaje, ahora sucia de arena, arrugada y húmeda con una mezcla de sus propios fluidos, dentro de su bolso Birkin con prisa desesperada. Sus dedos temblaban ligeramente mientras empujaba

