Volver a ser

1286 Words
Desperté, creo que han pasado unos tres días, o probablemente no, no es fácil imaginar que una persona duerma tres días seguidos, aunque el exceso de alcohol el llanto frecuente y la depresión, si que pueden permitirlo. Los trozos de vidrio ya no están y sobre el escritorio reposan platos de comida. He probado algunos, otros los he dejado de lado. Maria insiste en no llevárselos por que, según le escuché hablar con Lena, debe dejarlos por que en cualquier momento tendré hambre y elegir no será un problema. El problema no es elegir, el problema es desear comer, sólo pensarlo me producen arcadas, lo poco que tomo, lo hago para reponerme y poder seguir bebiendo. Creo que es medio día, el olor a guisado llega hasta mi y se oyen voces por todo alrededor. Tenemos visitas y no estoy enterado, pero tampoco me he interesado por saberlo. Si fue decisión de Lena, serán familiares de su padre, del pueblo donde estuvo viviendo. María no tiene familia o eso creo, por qué jamás me he sentado a preguntarle y cuando fuimos más cercanos, Lucero decidió irse y dejarme en un bucle de mal genio, alcohol y miseria. Hoy he recibido un correo de Andrea, sé que es algo así como un ultimátum, por sus palabras en mayúscula y por que menciona que si no asisto a su dichosa reunión, ella vendrá por mi. Eso, no se lo voy a permitir. Pero tampoco caeré en sus manipulación. Si voy a asistir a la reunión, pero no como ella lo espera. Y, si me quiere allí, tendrá que recibirme, con todo lo que me dejo mi querida difunta esposa. Tomé un baño, me cambie de ropa y salí de la habitación. Cerré la puerta para evitar que Abril entré y pueda lastimarse con algo. El silencio era el rey del lugar, no se escuchaban ya las voces de hace una hora, probablemente la reunión ha terminado y yo pueda salir ileso hacía la clínica. ― Joven Andrés ― La cara de María me anticipa lo dramático de su comentario. ― Hola y Adiós. ― ¿Usted va a salir? ― Estaba sorprendida y aún así, sus gestos de tragedia, seguían siendo claros. ― ¿Qué está pasando? ― Joven ― Casi lloraba ― Yo se lo advertí. Si usted no salía... mire... Sollozaba y balbuceaba. Eso lograba irritarme, aunque intentará ser paciente con ella. ― ¿Qué pasa? – Insistí con un tono enojado, presionando una respuesta. ― Su mamita, el señor Gerardo y la niña Andrea está en casa. Continúo mi camino ante la mirada de tragedia que tiene Maria. No voy a detenerme para escuchar a mi familia reprocharme todo el tiempo que según ellos he desechado, aunque yo crea lo mismo. Ya me bañé y cambie de ropa finalmente, no voy a perder eso. Pasé por el salón y estaban todos sentados alrededor de la mesa de centro. Levanté la cabeza intentando saludar y seguí caminando. ― Andres Sachi ― Esa era mi madre, desde su silla de ruedas pero con un tono de voz enfático, abrió su boca solo para que no pudiera negarme, a pesar de lo que vivo, el respeto a ella sigue intacto. ― Señora ― Patalee un poco, moviendo las piernas y empuñando las manos, estaba de espaldas a ellos y no podrían ver mi cara, pero aún así gesticulaba enojado. ― No creo que pretendas irte sin saludar a tu familia. Ese no fue el hombre que críe. El viejo truco de reprocharme su crianza amorosa y perfecta. ― No quiero ser grosero, madre. Pero no puedo sentarme a saludar. Tengo una reunión a la que asistir. ― Tu reunión es en esta casa, con tu familia. ― Esa era Andrea. Ellos querían forzarme a hablar, esperaban que al sentarme obligado, en una reunión premeditada, dejara de lado todo lo que sentía y continuara con mi vida, pero no quieren comprender lo difícil que es para mi sacar de la cabeza y el alma el dolor de una perdida como la de Lucero. ― No es una buena idea... Aún no ― Intenté ser modesto con mis emociones para no herir las intenciones de mi familia. Caminé hasta la puerta y ellos se mantuvieron en silencio. Sé que mi madre sufre a mi lado, al verme decaído y derrotado. Pero no puede esperar que con su presión, yo vuelva a mi vida de antes. Ella no sabe lo que yo perdí, no comprende que, después de un mundo de lujuria y deseo, encontré el amor verdadero en una joven mujer, tan fuerte como aguerrida y cuando estaba decido a enfrentar lo que sentía, cuando me desarmé y quise aceptar abiertamente que me había enamorado, entonces fue cuando la vida decidió llevársela. ― Espera ― Andrea caminó hasta la puerta. ― Andrea... No quiero... ― ¡Cállate Andres! ― Se acercó para mirarme de frente. ― Solo deja que alguien, además de ti, hable. ― No entienden ― Grité enojado. ― No pretendemos hacerlo. Por que también perdimos a alguien en nuestras vidas, no solo a una cuñada, Gerardo y mi madre a una hija... Perdimos un hermano, un hijo, la persona más importante de esta familia y estamos dispuestos a recuperarlo. ― No entienden ― Repetí intentando retener las lagrimas. ― Entiendo que quieras hacerlo solo, pero en familia es más fácil o... menos difícil. ― Me abrazó y tensé el cuerpo. De alguna manera también anhelaba poder rodearla con mis brazos y sentir su agarre. Pero era más sencillo para mí, seguir guardando el dolor y volviendo a él cuando pensaba que estaba listo para continuar. ― No le hacen justicia, si eligen seguir con su vida, sabiendo que ella no pudo hacerlo. ― ¿Qué hubiera querido Lucero? ― No me soltaba y tampoco quería que lo hiciera. ― Es que... ― Sollocé. ― Si lo sabes, Andrés. Ella era fuerte, luchó hasta el final por ti y por todos. Siempre logró lo que quiso y su valentía nos enseñó muchas cosas. ― Debo irme ― No quería tener esta conversación. No ahora, era muy pronto para aceptar que se había ido y que mi vida debía continuar. Salí de casa agradeciendo que nadie quisiera detenerme para hablar. En medio de todo lo que pasa ellos han respetado mi espacio y mi decisión acerca de como manejar el dolor. No quise chofer, no lo necesitaba. Tomé el auto que era mío, el que ella uso a mi lado, en cada evento al que me acompañó o cuando la llevaba a la clínica para que empezara a trabajar como ella siempre lo quiso. El recorrido era largo y el tiempo a solas, conduciendo por la carretera, me servía para pensar. El destino era la clínica, no había reunión ni nada de lo que mencionó mi hermana, pero por lo menos puedo acercarme a ver como están las cosas. Prefiero hacer eso, que volver a casa y tener que ser un egoísta con ellos. La fachada estaba impecable, unos arreglos que se programaron para mejorar la imagen ya se habían realizado. Ingresé ante la mirada asustadiza del vigilante, sus gestos eran como los de haber visto un fantasma, a mi me importa muy poco lo que piensen y ni siquiera tengo interés en explicarles por que he venido hasta aquí hoy. Lo que ellos desconocen, es que es la misma fecha en que Lucero Marcía llegó a la mansión, para trabajar como empleada domestica y la dichosa reunión fue más una excusa que me sirvió para salir de casa. Creo que al final, todos logramos lo que queríamos, aunque probablemente mi suegro si recuerde ese día. Espero que no.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD