Es demasiado

1085 Words
− Si, aquí está, lo veo. − Intenta abrir − Eso hago – Se oye el movimiento de la cerradura – Es inútil, es obvio que cerraría, aún piensa el pedazo de imbécil. − ¡Andrea! La discusión me despertó ligeramente, pero lo suficiente para identificar las voces. Andrea siempre recibe las llamadas de atención de mi madre por su actitud desafiante y tosca. − ­Mamá, intentaré llamarle – Su voz sonaba más pausada – Pero si no responde, me iré a casa. Debo trabajar mañana y tengo que responder por todos los compromisos de la clínica. − Hija – Esta vez su tono fue más indulgente – Entiende… La conversación se tornaba acalorada pero no presté atención, es un circulo vicioso que seguramente ya se habrá presentado entre ellas. − Ella no lo entenderá, nadie lo hará. Interrumpí su conversación con mi presencia en la puerta, no notaron en cuanto me moví de mi escritorio, ni caminé hasta ellas, por que estaban ensimismadas en su disputa. − No se trata de entenderte, Andrés. Pero yo estoy asumiendo todas las responsabilidades de esta familia y aún así, parece que no hiciera suficiente – Andrea intentó ocultar su sorpresa con una respuesta rápida y tosca. Mi madre estuvo por iniciar una discusión de nuevo pero puse mi mano sobre su hombro intentando aliviar su enojo. Siempre fue así, Andrea buscaba los problemas y yo estaba allí para ayudarle con mamá y sus castigos. − Agradecerte no es suficiente, lo sé – Intentaba que mi voz no sonara entrecortada por que no haríamos de esto una revelación en llanto y tristeza – Tampoco es justo que asumas mis responsabilidades, aunque he de reconocer, que asumí las tuyas durante mucho tiempo. En el aire se mantuvo la sensación de incomodidad, esa que se produce cuando se menciona un tema del que, claramente hace mucho no se habla, por obvias razones. − No necesito que me recuerdes mis errores ni tu apoyo, Andrés. Yo sé muy bien lo que has hecho en mi vida y mis asuntos no se comparan, por mucho, con tu desorden en este momento. Ahora yo empezaba a enojarme, es un choque muy común entre nosotros. − En fin, a lo que voy es que no debes preocuparte más por atender los asuntos de la clínica – Concluí pronto para evitar el desenlace fatal entre una acalorada discusión. − Hijo, en otro momento hablaremos de eso. Solo estábamos preocupadas por ti, María ha dicho que no estás en casa y eso nos preocupó. Solo vamos a casa, ya habrá tiempo para conversar de todas las cosas que nos restan por resolver. − ¡Pffff! – Andrea resopló tan fuerte que pude sentir como la sangre bombeaba por su cuerpo lleno de enojo y el mío imitó sus emociones, como si fuéramos gemelos que comparten el torrente sanguíneo − ¡Andrea! – Otra amenaza de mi madre, pero esta vez, Andrea solo se giró para marcharse – ¿A dónde vas? Se detuvo un momento y respiro, de nuevo tan fuerte que podíamos oírlo. − A casa madre, querías saber si Andrés esta vivo… si lo está – Se giró para señalarme – No se ha suicidado y no lo hará. − ¡Andrea! – Esta vez fue más un grito que ahogaba un llanto. − No tienes que temer por eso, madre – Le hablé con la poca dulzura que restaba en mi ser, mientras intentaba controlar el enojo del que por supuesto, ya éramos dos los abordados. – No está en mis planes, no… por ahora – Concluí con calma pero con sinceridad. Eso no detuvo a mi hermana, era obvio que su enojo no iba a doblegarse por mi momento de debilidad, pero a mi madre si le afecto y hasta se balanceo perdiendo el equilibrio. Le tomé de la cadera para intentar estabilizarla. Cerca de nosotros no había ni una sola silla de la cual pudiera apoyarme para sentarla. − Hijo, yo entiendo tu dolor. Yo perdí al amor de mi vida, mucho antes que muriera – Volvió a hablar aún sintiéndose mareada. Sus ojitos se llenaron de lágrimas, había olvidado por supuesto el gran dolor por el que paso mi madre cuando papá se enamoró de otra mujer, y esa mujer era justo la madre de Lucero. Vaya jugada la que la vida nos había puesto, incluso, hasta pudiera sospechar, que, de alguna manera, el destino quiso cobrar el dolor de mi madre, con el mío, o más bien, castigar a mi padre, con el duelo de mi viudez o una infeliz patraña de ese estilo. La abracé por la espalda, era lo máximo a lo que podría llegar como manifestación de cariño en este momento. Sentí su cuerpo como hace mucho tiempo no lo había hecho, había adelgazado aún más, la enfermedad la estaba consumiendo, eso era algo que también había olvidado. − Andrea no quiso decir lo que dijo, yo la conozco. – Ahora si lloraba. − Lo sé madre, pero también se que ella tiene razón. − No hijo, somos una familia. − Escucha− No quería que empezara con la conversación del apoyo y de toda la necesidad de estar unidos en este momento. – Vamos a casa, debes descansar y yo también. Salimos sin hablar nada más al respecto, ella intentaba mencionar cosas acerca de la clínica y las remodelaciones que se han realizado. Mostraba un entusiasmo exagerado por el color de los muebles o el cambio en el logotipo. − Andrea ha realizado un excelente trabajo – Quise dejar de lado la escena de tristeza. − Ella seguirá administrando la clínica el tiempo que sea necesario hijo, pero te necesitan como cirujano, eso es algo en lo que tu hermana no puede trabajar. − Nunca fue muy buena en anatomía – Intenté bromear y mi madre soltó una risa, de nuevo exagerada en comparación al comentario tan básico que yo había realizado. Llegamos a casa pronto, sin hablar mas que un par de palabras en todo el trayecto. Bajamos del auto y María esperaba en la puerta con Abril en brazos. – Es un alivio – Mencionó y la nena la imitó. – Ve a dormir jovencita – Mencioné dirigiéndome a la pequeña entrometida que no para de crecer. – Abril quería despedirse, señor. – Buenas noches– Mencioné sin mayor esfuerzo desde el auto. Total no era más que una despedida de media noche. – Señor, la señora Lena se va de la casa… mañana.
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