Capítulo 2-1

1693 Words
Capítulo 2 Vox tiró del collar que le rodeaba el cuello y recibió otra descarga ardiente como premio. Gruñó a los otros machos que lo observaban; conocía a dos de los cuatro. Tor era su ingeniero en jefe, y Lodar su oficial médico. Los dos habían estado con él cuando había abandonado su nave de guerra, la Shifter, para comprar cristales en el puerto espacial valdier, y los tres habían estado disfrutando de un refrigerio cuando un guerrero valdier se les había acercado y les había dicho que uno de los miembros de la casa real valdier deseaba hablar con ellos. Vox se había preguntado vagamente si sería en referencia al tentativo pacto de paz que habían establecido casi cien años antes. Como rey gobernante de Sarafin, se esperaba de Vox d’Rojah que tuviese un hijo para que se uniese en matrimonio con la primera hija que tuviese el rey de Valdier, pero el problema era que Vox no tenía la más mínima intención de tener hijos, al menos no en un futuro cercano. Era feliz de sobras con la amplia selección de mujeres que tenía a su disposición. Se habían sentado para tomar algo con un guerrero valdier ya entrado en años llamado Raffvin, y este había dicho que tenía una noticia para Vox relacionada con el acuerdo de paz que se había formado entre las especies anteriormente enfrentadas. Vox ya había tomado la decisión de ignorar todo lo que aquel viejo guerrero pudiese decir. Aquel hombre había estado acosando a algunos de los hombres de su consejo para reunirse con él, y Vox se sentía molesto al ver que el valdier no parecía captar que no estaba interesado en hablar con él. Por lo que a él concernía, si no se trataba de su líder, Zoran Reykill, o del hermano de Zoran, Creon, no le importaba un pimiento lo que tuviese que decirle. Había tenido varios encuentros con Zoran Reykill durante los largos años de la guerra, y lo respetaba por ser un guerrero fuerte y justo que luchaba con integridad y se preocupaba por su gente. Había sido su amistad con el hijo real más joven, Creon, lo que había puesto fin a la guerra y había llevado a una alianza larga y duradera. Creon le había salvado la vida evitando un intento de asesinato de mano de sus propios guerreros, cuyo objetivo había sido alimentar la furia contra los valdier durante las Grandes Guerras. La amistad que había surgido a partir de aquel momento los había llevado a colaborar en sus esfuerzos por descubrir quién estaba detrás de la guerra, y habían descubierto que un pequeño grupo formado por la élite de las casas reales valdier, sarafin y curizana había estado trabajando unido para derribar a los linajes gobernantes de cada sistema estelar y así hacerse con el poder. Vox había estado decidido a limpiar su sistema estelar de todos aquellos capaces de traicionar a su propia gente, y había ido tras ellos sin piedad y sin importarle si eran hombres o mujeres. Para él, un traidor era un traidor. Sabía que Creon había quedado profundamente afectado al descubrir que la mujer de la que estaba enamorado, una princesa curizana, era una de las responsables de hostigar la guerra. Lo habían descubierto casi demasiado tarde para salvar a Creon. Ha’ven, el príncipe gobernante curizano, había sido secuestrado para implicar a los sarafin y valdier y conseguir información importante sobre la ubicación de las naves de guerra curizanas. Vox había descubierto a uno de sus guerreros volviendo bien entrada la noche tras escabullirse, y él y dos de sus hermanos le habían hecho frente. Habían descubierto que el guerrero se había reunido con Aria, la amante de Creon, y que le había estado proporcionando información sobre los sarafin. Vox le había arrancado hasta el último gramo de información a través de la tortura antes de matarlo y dejar su cuerpo expuesto frente al palacio para que lo viese todo aquel que pensase en traicionar su confianza. Después había acudido a Creon con la información que había descubierto. Al principio este se había negado a creerle, pero al final fue incapaz de seguir negando las pruebas que se acumulaban contra Aria. Decidieron tenderle una trampa, una trampa que había resultado demasiado eficaz. Solo Creon, Aria y él mismo estaban al tanto de una misión secreta para transportar a un prisionero capturado, y cuando los mercenarios que Aria había contratado aparecieron en la trampa los mataron a todos excepto al líder del grupo, al cual Creon interrogó en persona. Las últimas palabras de aquel hombre moribundo habían sido para confirmar la traición de Aria. Más tarde aquella noche, Creon ya contaba con la ubicación de la prisión de Ha’ven y Aria estaba muerta. Vox nunca le había preguntado a su amigo cómo le había sonsacado la información; era muy consciente de lo que hubiese hecho él de estar en su situación. Habían encontrado a Ha’ven tres días más tarde, en un asteroide minero no muy distinto a donde se encontraban actualmente prisioneros él y sus hombres. Lo habían torturado y estaba más muerto que vivo; había sido un milagro que hubiese sobrevivido tanto, considerando lo que le habían hecho los hombres de Aria. Vox volvió al presente con un sobresalto cuando la puerta de las habitaciones a las que él y sus hombres habían sido escoltados se abrió de repente. Vio cómo entraban tres machos Antrox, dos de ellos con los largos bastones eléctricos y el otro con un extraño objeto rosa y rectangular con ruedas. Los seguía la mujer que había visto antes, e iba hablando con un cuarto macho Antrox que la seguía un par de pasos por detrás. ―Oh, vaya ―dijo esta al ver la habitación―. ¡Este sitio es cien por cien cavernícola! Fred y Wilma se han superado; tendré que asegurarme de enviar una nota de agradecimiento por las encantadoras paredes de roca. En serio, ¿tanto habría costado actualizar la decoración unos cuantos millones de años? Voy a tener que quitaros varios puntos en Trip Advisor; es demasiado apático considerando la moda de hoy en día y las expectativas de los huéspedes. El macho Antrox que la seguía apretó las encías mientras ella seguía parloteando sobre los muebles, el suelo, el techo y todo lo que había en la habitación. Vox la siguió con los ojos mientras la mujer se golpeaba suavemente la barbilla con un dedo y se detenía en el centro de la habitación para volver a mirar una vez más a su alrededor. El calor lo inundó cuando su mirada se posó sobre él, y al principio no estuvo seguro de si era fruto de la irritación cuando pasó de largo como si él ni siquiera existiese, o si la reacción era provocada por su cercanía. De lo que sí estaba seguro era de que aquella mujer era suya, ¡y la deseaba de inmediato! ―Cariño, ¿puedes dejar mi equipaje junto a la cama? Espero que hayáis cambiado las sábanas. Me niego en redondo a dormir con las sábanas sucias de otra persona. Oh, Palito, sé amable y quítame estas adorables pulseras. A pesar de lo mucho que me gustan, no encajan para nada con mi conjunto y el efecto «cárcel» es demasiado intenso ―dijo la mujer, acercándose al Antrox que estaba de pie junto al que estaba colocando la maleta al lado de la cama. La mujer sonrió y batió las pestañas con aire inocente pero, en lugar de conseguir que el alto Antrox se sintiese mejor, hizo que este retrocediese un paso con aire indeciso y mirase al macho que la mujer tenía a la espalda en busca de consejo. El que había estado llevando la extraña caja rosa pareció aliviado de que la mujer se estuviese concentrando en otro de los presentes y no en él. A Vox le hirvió la sangre al ver cómo aquel precioso rostro irradiaba pura diversión mientras observaba cómo los Antrox se movían nerviosos a su alrededor. Sus labios, gruesos y rosados, se separaron para mostrar unos dientes blancos y rectos, y se le dibujó un pequeño hoyuelo en la mejilla. Vox nunca hubiese pensado que unos dientes rectos pudiesen resultarle sexis, pero decidió en aquel mismo instante que adoraba el aspecto que le daban a la mujer. El Antrox que esta tenía a la espalda asintió con la cabeza al otro macho y retrocedió otro paso, tras lo cual el otro macho bajó el bastón eléctrico y sacó la llave para desactivar los grilletes. Le hizo un gesto a la mujer para que extendiese las manos frente al cuerpo, y esta obedeció con una mirada inocente y mordiéndose el labio. Vox siguió el movimiento con la mirada, y estuvo a punto de gruñir en voz alta cuando su m*****o se endureció hasta dolerle como nunca antes le había dolido. La mujer se frotó suavemente las muñecas y arrugó la nariz. ―Más te vale no esperar propina ―dijo, agitando la mano en un gesto de desdén―. Porque he de decir que vuestra hospitalidad todavía no me ha convencido, no hablemos ya del alojamiento ―añadió, apoyando las manos en las caderas y golpeando el suelo con el pie. ―Tenemos que irnos ―la informó Antrox 264 a su espalda―. Mantendrás a tus compañeros tranquilos y satisfechos. Trabajaran durante el primer turno para que puedas estar cerca de ellos. ―Lo que tú digas ―contestó la mujer, encogiéndose de hombros como si nada―. Quiero que me traigáis toallas limpias todos los días, y ahora mismo necesito una cuerda y varias mantas. Antrox 264 les hizo un gesto a los demás guardias para que fuesen hacia la puerta de la celda. ―¿Por qué necesitas esos objetos? Esas cosas no se adjudican a los trabajadores. La mujer se giró y fulminó a 264 con la mirada, entrecerrando los ojos y haciendo que retrocediese otro paso de un salto. ―Cariño, empieza a adjudicarlos si no quieres que me enfade. Y no te gustará que me enfade, ¿lo entiendes? No soy nada agradable cuando estoy enfadada ―dijo la mujer, dando un paso amenazador en su dirección con los ojos brillantes de furia y determinación―. ¡Ahora ve a buscar lo que te he pedido! ¡Venga, deprisa! ―gruñó, chasqueando los dedos y logrando que todos los guardias se sobresaltasen y se marcharan a toda prisa.
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