ZETA (V)

559 Words
Si no hubiera sido por él. Tuve suerte. Gracias al rottweiler. El gran perro n***o con manchas marrones se acercó en silencio, sin ladrar. Se abalanzó sobre un enfermo, el que estaba más cercano a mí. Entonces los demás enfermos fijaron otro objetivo: el animal. No sabía qué hacer, quería salvarlo, ya que no había tenido la oportunidad de salvar al pequeño husky. - ¡Corre, estúpida, corre!- me gritó la chica que me lanzó hacia los enfermos. Me tiraba del brazo y yo la seguía, en shock, aún seguía en shock. Eché un vistazo hacia atrás, los enfermos habían rodeado al animal y ya no se le veía. Las lágrimas bañaban mi rostro sin siquiera darme cuenta. Cuando estuvimos bastante alejadas y me había despejado un poco, golpeé a la chica en la cara. - ¡Ibas a matarme!- le grité. - ¡No! ¡Solo era una distracción, una broma! ¡Sabía que iba a llegar el perro y te iba a salvar!- se defendía, pero yo no me la creí y la miré mal, no seguí discutiendo porque no tenía ganas de nada. La chica, Julia, quería ir a por provisiones y largarse de la ciudad, le pregunté por sus padres, ella no sabía nada de ellos, estaba en el instituto cuando sucedió el desastre, pero aún así sabía que era mejor irse y no mirar atrás, dejar todo a un lado y volver cuando se hubiera arreglado. Teníamos intención de ir a un supermercado pero nada más girar una esquina, nos encontramos con más enfermos, y no solo eso, personas sanas que corrían, intentando salvar sus vidas. Un caos. - Mejor ir por otro lado- dijo Julia pero fue volvernos y vernos rodeadas de enfermos. De nuevo. - ¿Y?- le pregunté a la chica-. ¿Va a venir el perro de nuevo a salvarnos? Julia, atemorizada, me miró y empezó a reírse como una loca. - ¡No, yo no voy a morir aquí, me niego!- gritó y empezó a empujarme pero esa vez me defendí porque lo vi venir. - ¡Comérosla a ella!- gritaba Julia mientras nos empujábamos la una a la otra y nos tirábamos de los pelos. Y mientras, los enfermos se acercaban. Tenían hambre, querían comernos. Y lo único que hacíamos era pelearnos entre nosotras. Como dos tontas. Ella era rubia, podía pasar, pero yo no, yo soy morena. Así que, presa del pánico, le di un buen empujón y la caí al suelo. Pero ya no podía escapar. Le vi los ojos a la muerte. De nuevo. Hasta que oí un ladrido. No uno. Unos cuantos. Algunos enfermos se dieron la vuelta hacia el sonido, otros no. Al menos dejaron un lugar por el cual escapar. Salí corriendo sin pensármelo dos veces. Me di cuenta, sorprendida, de que era el mismo perro de antes, el rottweiler, sano y salvo, sin ninguna herida. Cuando mi mirada cruzó la mirada del perro, este se calló y salió corriendo. Entonces escuché un grito. Miré hacia atrás y vi que Julia estaba rodeada. Por un instante pensé en salvarla pero recordé que no podía hacer nada, que debía correr si quería vivir, y además, un par de enfermos se me acercaban. Eché a correr. Al final de la calle estaba el perro, sentado. Llegué hasta él y se puso de nuevo en marcha. Parecía que quería que lo siguiera. Eso hice. Y no me arrepiento de ello.
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