ZETA (VI)

398 Words
Nos topamos con más enfermos pero el perro se lanzaba hacia ellos y los apartaba de mi camino, atrayendo su atención en vez de la mía. Era como mi ángel guardián. Me asombré de la gran agilidad que tenía el rottweiler para escapar de los enfermos. Lo seguí hasta que me condujo al interior de los bosques que rodeaban mi ciudad, una ciudad de casi cinco mil personas, casi todos enfermos ahora. Seguí al peculiar perro hasta una cueva profunda. Allí se recostó sobre un montón de arena y se me quedó mirando. - ¿Y ahora qué, pequeño?- le pregunté, a pesar de su gran tamaño-. ¿Nos quedamos aquí y ya está? El rottweiler simplemente se me quedó mirando con sus ojos negros. Me senté en el suelo, apoyando la espalda contra la pared. Seguía en shock. No entendía nada. Todo aquel caos... Y ahora el perro me salvaba, me guiaba, me cuidaba... No supe hacer otra cosa que echar a llorar. Lloré a mares durante horas. No supe cuánto tiempo fue exactamente. Lo único que recuerdo es que cuando me calmé y volví a la realidad, el animal seguía mirándome fijamente. Me dio un escalofrío. Me acerqué al perro, con la intención de acariciarlo. - ¿Quién eres tú...?- le pregunté en un susurro mientras alargaba una mano hacia él. Creí que me iba a ladrar, a morder, que no iba a querer que me acercara, pero no fue así.  El perro me olió una mano y me lamió. - Ya sé cómo llamarte- le dije sonriendo levemente, acariciándole la cara y el lomo-. Byron. Decidí llamarle como mi ciudad, Byron Bay, en Australia. El perro ladró al escuchar el nombre. Me senté a su lado y se echó sobre mis piernas. Le gustaba que le acariciara. - Gracias- le susurré-. Gracias por salvarme. Aunque no tengo ni idea de qué hacer ahora... Tenía miedo de salir, allí se estaba bien, calentito y seguro, en medio del bosque, donde por ahora no había ningún enfermo... pero no tardarían en llegar, y además, no tenía comida. La ciudad más cercana estaba a muchos kilómetros y temía que hubiera pasado lo mismo que en Byron Bay. Esa no era ninguna opción. Lo más seguro, en esas condiciones, era el mar. En la costa de Byron Bay había muchos barcos, seguro que podría hacerme con alguno. Pero para ello tenía que atravesar toda la ciudad...
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