Jeremy:
Me vestí rápidamente. Así no era como quería empezar mi mañana, quería tener a Verónica para mí solo, pero entonces siempre estaba de terca y exigente, viéndome con esa mirada calculadora y sobre pensando todo.
—¡Maldici**n! —Uno de los botones de mi camisa se salió de su sitio por la fuerza que estaba usando y es que me sentía bastante enojado. Esa mujer me había dejado con unas ganas terribles.
Pero pensándolo mejor, Verónica tenía razón, yo no era así, no estaba con una mujer más que solo una vez. Negué y salí del cuarto, era un hipócrita, venía yo a juzgar a esa mujer y yo estaba igual.
Tenía mis reglas y entre esas había roto muchas, diciéndome la verdad tenía un cierto control en mi promiscuidad.
1. Nunca llevar a las mujeres a mi apartamento.
2. Nunca llamar a la chica después de tener intimidad con ella.
3. Nunca investigar a las mujeres como un maldito posesivo.
4. No tengo s3xo más de dos veces con la misma mujer.
La cuenta en mi cabeza ya me estaba ahogando.
5. Nunca les doy mi número personal, no las celo, no tengo s3xo con ellas en el trabajo, nunca hablo de mi vida personal.
A medida que salía de la casa y respiré el aire puro de la mañana, me sentí más tranquilo y mucho más con el repaso que acababa de hacer en mi mente. Solo había roto una regla.
Sonreí con suficiencia. —Pero qué mierda con las reglas. Solo tendré sexo con ella y todo acabará. Luego volveré a la normalidad —dije en voz alta a nadie.
Caminé más rápido, casi corrí y me sorprendí que a pesar de todo, no tenía jaqueca. Creo que, como siempre decía, coj**r era milagroso.
Llegué rápido al estacionamiento, casi creí alcanzarla, pero al parecer se me había adelantado. Como sea, tomé las llaves de mi auto y quité el seguro. No había autos a mi alrededor, así que podría salir en completa libertad.
Todos los invitados tenían acceso a una habitación, así que o hace mucho se fueron o solo no habían querido quedarse.
Sonreí daba lo mismo, por una parte, le agradecía a Noah, por darme una habitación..., bueno, en cierta manera ya arreglaría cuentas con él.
Conduje a una velocidad moderada, no tenía prisa, además necesitaba pensar que hacer para que Verónica aceptara. ¿Unas flores?
—No —dije en voz alta, ella no era de las que se derretían por eso.
¿Osos, chocolates? Negué, ni al caso.
Respiré profundo, me devané los sesos en todo el camino, no sabía que debía hacer. Sabía que mi personalidad la enojaba, pero a la vez no podía ser del todo cierto. Lo de anoche me quitó algunas dudas, a ella le había encantado estar conmigo.
Mis manos se apretaron en el volante y mi hombría salió de nuevo a la vista si no es que más, es que recordar sus manos tocarme o recordar como sus muslos me apretaban contra ella. La forma como gritaba de placer..., caraj**, la quería de nuevo debajo de mí.
Llegué a su apartamento sin más regalo que mi presencia, confiaba en mí y sabía que podía convencerla con mi encanto.
Bajé del auto y me encaminé rápidamente a la portería del edificio, me anuncié y me dejaron pasar fácilmente.
Detalle el lugar rápidamente de camino al ascensor, la verdad siempre había sabido donde vivía Verónica, pero jamás había entrado a su edificio.
Una vez salí del ascensor, me dirigí a su apartamento. Rectifique con mi mirada y si era el número correcto, luego toque una vez.
Inmediatamente, la puerta fue abierta y una Verónica en bata salió a mi encuentro.
—¿Jeremy? —Pregunto confundida— ¡Qué haces aquí!
No le di tiempo de decir más, entré en su espacio personal y la apresé con mis brazos.
—Sé que disfrutaste lo de anoche Verónica, no puedes negarlo.
—¡Jeremy suéltame!, y ¿cómo sabías donde vivía? —Preguntó intentando zafarse de mi agarre.
¿Cómo sabía? Lo había sabido desde qué entró a trabajar en la empresa, la quería para mí, pero ella no miraba en mi dirección ni para escupirme y no lo llamo, obsesión, solo... no sé, pero lo juro solo esa vez la investigue.
Mierd**, otra regla rota.
—Eso no importa —dije ladeando mi rostro y besando su cuello.
La sentí tensarse, algo que no tome encuentra. Seguí con mi tarea de seducirla y aspiré su olor, tal vez estaba a punto de ducharse quién sabe. La ayudaría y luego...
—¡Te dije que basta! —Ella se alejó de mí y observó molesta.
Sonreí como un loco, me encantaba verla así, hacía toda persecución más atractiva.
—Qué más quieres que te diga. —Me acerqué casi enjaulándola contra la pared—. Dijiste todas las vocales, gritaste tanto que creí que el techo se nos caería encima.
Solo de recordar ese momento me excité más y su expresión me tenía loco.
Su mirada salvaje de ojos cafés era tan atractiva, pero tan segura de sí. Al ver que no decía nada, intenté besarla, pero ella ladeó su rostro impidiéndolo, en su lugar, besé el contorno de su mejilla.
—Jeremy. —La escuché suspirar con deleite.
La victoria poco a poco se hacía presente en mi interior, lo lograría de nuevo.
—Quiero tener otra probada de eso. —Mi mano bajo y se aferró a su zona sensible.
Alejé mi rostro y la observé, se veía bastante sonrojada, pero a la vez había una indecisión en sus facciones.
—¿Interrumpo algo?
Verónica se aleja incómoda y yo algo confundido al ver al nuevo visitante, que está aquí desde..., ¿hace cuánto?
Un hombre de cabello castaño, algo joven para Verónica, pero bien parecido, me observaba con el ceño fruncido.
Observé más abajo y estaba sin camisa, solo usaba unos pantalones de pijama.
Mi mirada se dirigió a Verónica que tenía la vista baja. —¡Quién es él! —Le pregunté, pero no espere su respuesta, me volví para enfrentar al intruso—. ¡Que haces aquí!, ¡tú quieres eres!
—Soy Zack y vivo aquí.
Fruncí mi ceño y mi boca se abrió. ¿Esto era en serio? Observé a Verónica, ella levantó su quijada y me observó orgullosa.
—Zack, él es Jeremy, trabaja conmigo en la empresa.
Zack me observó de arriba abajo con molestia, podía tener alrededor de veinte, quizás veintidós, ¿en serio, Verónica estaba acostándose con alguien menor que ella?, y la pregunta más apremiante, ¿por qué estuvo conmigo si tenía pareja?
Bueno, de todas formas yo no era quién para juzgar.
—¿Los empleados de tu empresa acostumbran a venir y tocarte tan libremente? —Vi a Zack apretar los puños de sus manos.
Le sonreí sin gracia, por lo demás mi aptitud siempre fue relajada, pero justo ahora estaba muy enojado. —Algún problema con eso.
Zack se acercó, pero Verónica se interpuso. —Jeremy vamos a hablar a fuera.
La observé. —No hablas en serio.
Ella me observó irritada. —Por supuesto, ven ahora.
Su tono no admitía discusión. La verdad es que no quería ir, quería golpear a Zack y tirarlo por la ventana, eso me dejaría a solas con Verónica y por fin tendría mi mañana tan esperada.
Pero ese no era yo, nunca había llegado al punto loco de Noah Harrison y no quería llegar allí jamás.
Levanté mis manos sintiéndome frustrado y la seguí a fuera del apartamento, aunque sentía que aquí estaba en desventaja.
—Verónica...
—No vuelvas a venir a mi apartamento sin avisar. De todas maneras, ¿qué es lo quieres? —Su voz era enojada.
No sé de dónde vino mi enojo, pero también salió a flote. —Claro, tendría que avisar, de no ser así "tu novio", no nos hubiera encontrado en esta situación tan comprometedora.
Verónica desvió la mirada. —Él es...
La interrumpí sintiéndome molesto. —No quiero saber, ¿solo por qué no me lo dijiste?, y ¿por qué estuviste conmigo anoche entonces?
A decir verdad no creí nunca sentirme así, pero Verónica una vez más me sorprendía. Me sentía usado por esta mujer.
Verónica me observó con irritación. —Por si no te diste cuenta estaba ebria, además a ti que te importa.
—¡Me importa! —Alcé la voz y no sabía por qué estaba tan alterado. Verónica me observó imperturbable.
—Me importa —dije más suavemente—. Escucha desaste de ese niño, aquí tienes un hombre de verdad, yo puedo darle el placer que él no.
Me detuve algo molesto conmigo mismo, ya estaba hasta rogándole.
Verónica negó, se veía de nuevo contrariada, pero también me observaba con esa mirada dura, dándome a entender que no daría su brazo a torcer. —Lo siento Jeremy, lo de anoche solo fue s3xo y una completa equivocación para los dos. Ahora déjame disfrutar mi mañana con Zack, con quien en realidad quiero estar.
Fruncí mi ceño y me alejé un paso, casi quince tomarla de los hombros y sacudirla. Tenía que estar mintiendo.
¿Equivocado?, ¿cuál equivocación? No me arrepentía de nada.
Pero no se lo diría, como dije ya estaba demasiado herido por esta mujer, me había rechazado muchas veces.
—No eres la única mujer en el mundo, y no te creas tan especial —dije con dureza.
Ella aspiró aire y me dolió verla tan vulnerable por mis palabras. Continué. —Puedo encontrar una mujer igual que tú en cinco minutos. No te necesito. — Le dije.
Verónica asintió y su mirada de acero regresó —¡Está bien, lárgate y no se te ocurra volver!
Me reí burlonamente y la pasé de largo. —No pensaba hacerlo. —Pronuncié las palabras y me alejé.
Yo hacía el amor, no la guerra, pero Verónica siempre me llevaba al borde.