«No es un sueño.» «No es un sueño.» «Esto es real y es mil veces mejor que cualquiera de mis locos sueños.» Me repito aquellas palabras, una y otra vez, mientras observo el precioso anillo que Jim me dio el día que me propuso casarme con él. Es delicado, elegante y hermoso. Un diamante de tamaño medio, con una leve tonalidad rosa, incrustado en un delgado aro decorado con pequeños cristales de Swarovski. No puedo creer que, desde ese día, ha pasado un mes y ya estamos a casi nada de ser marido y mujer. Muevo los dedos, observando como el diamante y los cristales reflejan la luz y emiten brillos en diferentes tonalidades: verde, azul, rojo, amarillo… Siento tanta emoción, que quisiera ponerme a patalear y emitir pequeños chillidos, como una bendita cría. —¡Maldición, Kimy! —gr

