Dos veces. Dos veces había negado que me conocía. Anoche, de haber seguido con el jueguito de la comida, me hubiese besado, incluso, estoy segura, quería hacer el amor conmigo, y hoy, actuaba como si no me conociera.
―¿Qué pasa? ―me preguntó como si no supiera.
―Nada ―respondí indiferente.
En su frente se formaron dos arrugas
―No creo que sea "nada", pero será mejor conversarlo en la casa.
¿Conversarlo en la casa? Lo dijo como si él y yo viviéramos juntos. Idiota. Todos los hombres eran iguales.
Me senté ante mi escritorio y él apoyó sus dos manos allí, agachándose para quedar a mi altura.
―No somos niños, Miranda, y no me gusta jugar, este no es lugar para discutir, pero esta tarde quiero saber qué hice para te molestaras tanto.
No contesté, simplemente bajé la cara, aparent
