—¡Suéltame ya, Tadeus!. Me presiona con más fuerza entre su pecho y el colchón y me vuelve a callar robándome un beso. Lo dejo profundizar en mi boca, lo aprieto con las piernas alrededor de sus caderas y muerdo su labio inferior. Christian sonríe y se aparta un poco, rozando su centro al mío —. ¡No sé por qué carajos me quedé a cuidarte! ¡Desgraciado hijo de put…! —me vuelve a callar con un exquisito beso, enredando mi lengua con la suya. Me saca un leve jadeo, y sosteniéndose de sus codos toma con sus manos las mías y las deja a cada lado de mi cabeza —. ¡Mierda, White! ¡Tenías que coger rico! Suelta una carcajada y me vuelve a besar. Esta vez no pongo presión alguna para detenerlo. —De acuerdo. Sé que he sido una mierda… —¡Vaya, mi amor! Tal parece que tu medicina para la fiebre

