… El doctor que llamé del número de Christian, salió de la habitación quince minutos después de ingresar con su mini botiquín, nos miró con cansancio y negó de nuevo. Esta vez dirigiéndose a mí. —Tiene suerte de haber aguantado tanto. La próxima vez no sé si pueda soportarlo. —confesó con pesar. Mi corazón se estrujó de solo pensar en el daño que aquello pudo haberle causado, y sin fuerzas caí sentada en el sofá. En realidad ahora sentía miedo. Ataba cabos, recuerdo tras recuerdo. Y por fin después de una exhaustiva búsqueda, o más bien un exhaustivo análisis, llegué a una conclusión. —¡Amelia White es una perra! ¡Como pudo dejarlo así! La señora Jones me tomó de los brazos para tranquilizarme, después de todo no era mi guerra, pero aún así me afectaba. Era un idiota. Sí.

