La bola de energía dorada-negra giraba en la palma de Fernando como un agujero n***o que devoraba la luz misma.
El espacio a su alrededor se retorcía, el suelo se hundía, y hasta la lluvia parecía detenerse en el aire por el terror.
Cien metros más allá, más de quinientos guardias y ancianos de la familia Valdés formaban una muralla humana.
Delante de todos, Valeria Valdés y Liam Ferroc.
Liam, por primera vez en su vida, sintió que la muerte le respiraba en la nuca.
—¡Formación Dragón Protector del Cielo! —gritó con voz temblorosa.
Cien guardias élite activaron al unísono su técnica secreta.
Un dragón azul de cien metros de largo se materializó en el cielo, rugiendo con furia.
Los ancianos del Reino Formación del Núcleo también alzaron sus armas espirituales de grado alto.
Valeria apretó los puños, su rostro pálido.
—Fernando… ¿qué demonios eres?
Fernando la miró directamente a los ojos.
Y habló con una voz que hizo temblar las almas de todos los presentes:
—Valeria Valdés…
—Hace tres años te arrodillaste ante mí el día de nuestra boda y juraste amor eterno.
—Hace tres horas me escupiste en la cara y me llamaste basura.
—Ahora… te toca arrodillarte de nuevo.
—Pero esta vez será para suplicar por tu miserable vida.
Liam rugió furioso:
—¡Cállate, escoria! ¡Soy Liam Ferroc, poseedor del Cuerpo Dragón Ancestral! ¡Con un solo pensamiento puedo hacer que te arrodilles TÚ ante MÍ!
Activó todo su cultivo.
¡BOOM!
Un dragón dorado real salió de su cuerpo, rugiendo hacia el cielo.
Primera etapa del Reino Alma Naciente en plena explosión.
Los espectadores gritaron emocionados:
—¡El joven maestro Liam va a aplastar a este loco!
Fernando ni siquiera parpadeó.
Solo pronunció cuatro palabras con calma absoluta:
—Puño que Aniquila los Cielos.
¡BANG!
La bola de energía salió disparada.
No fue rápida.
Fue instantánea.
Primero estaba en su mano…
Y al siguiente microsegundo ya había atravesado el dragón azul de la formación protectora como si fuera papel.
¡CRASHHHH!
El dragón de cien metros explotó en millones de fragmentos de energía.
Los cien guardias élite vomitaron sangre al mismo tiempo y cayeron de rodillas, ojos en blanco.
Luego la bola siguió avanzando.
Directa hacia el dragón dorado de Liam.
Liam abrió los ojos como platos.
—¡NO! ¡Escudo Ancestral del Dragón Eterno!
Un escudo de escamas doradas apareció frente a él.
¡BOOM!
El escudo duró 0,001 segundos.
Se hizo añicos.
La bola de energía siguió su camino…
Y golpeó directamente el pecho de Liam Ferroc.
Silencio absoluto.
Ni explosión. Ni sangre. Ni gritos.
Solo… un agujero perfecto del tamaño de un puño que atravesó de lado a lado su cuerpo.
Liam bajó la mirada lentamente.
Vio el agujero.
Vio su propio corazón latiendo fuera del pecho, colgando de unas venas rotas.
Luego alzó la vista hacia Fernando, con la boca llena de sangre.
—Tú… eres… el… Guerrero… Supremo…
Sus rodillas golpearon el suelo.
¡PLAF!
El gran genio de la Secta del Dragón Eterno, el hombre que iba a casarse con la diosa de Ciudad Celestial… se arrodilló.
Y cayó de bruces, muerto.
Un segundo de silencio sepulcral.
Luego…
¡Pánico total!
—¡El joven maestro Liam ha muerto!
—¡Huyan!
—¡Es un demonio! ¡Un demonio invencible!
Los quinientos guardias tiraron las armas y corrieron como locos.
Los ancianos del Reino Formación del Núcleo intentaron volar… pero una presión invisible los aplastó contra el suelo.
Fernando dio un solo paso al frente.
¡CRACK!
El suelo se agrietó en un radio de un kilómetro.
Todos quedaron inmovilizados.
Ni siquiera podían gritar.
Solo Valeria seguía de pie, temblando como hoja al viento.
Fernando caminó lentamente hacia ella.
Cada paso resonaba como un tambor de guerra en sus corazones.
Llegó hasta quedar a un metro.
La miró desde arriba.
—Valeria…
—¿Recuerdas lo que dijiste hace tres horas en el salón?
Valeria abrió la boca, pero no salió voz.
Fernando continuó con voz suave, casi tierna:
—Dijiste: «Solo los fuertes merecen vivir. Los débiles como tú solo sirven para ser pisoteados».
Sonrió.
—Ahora… yo soy el fuerte.
—Tú… eres la débil.
Valeria cayó de rodillas al instante.
¡PLAF!
Sus rodillas golpearon el barro con tanta fuerza que se hundieron diez centímetros.
—¡Fernando! ¡No! ¡Por favor! ¡Me equivoqué! ¡Fui ciega! ¡Te amo! ¡Siempre te he amado!
Las lágrimas corrían por su rostro perfecto, mezclándose con el barro.
—¡Vuelve conmigo! ¡Seré tu esclava! ¡Tu concubina! ¡Lo que quieras! ¡Solo no me mates!
Los ancianos y guardias que veían la escena sintieron que su mundo se derrumbaba.
¡La diosa orgullosa de Ciudad Celestial suplicando como un perro!
Fernando se agachó lentamente hasta quedar a la altura de sus ojos.
Acarició suavemente su mejilla con dedos manchados de sangre.
—¿Sabes qué es lo más divertido, Valeria?
Ella temblaba sin control.
—En mi vida pasada… también tuve una esposa que me traicionó.
—Se llamaba exactamente igual que tú.
—Y también se arrodilló así… justo antes de que le arrancara el corazón.
El rostro de Valeria perdió todo color.
Fernando se puso de pie.
Luego habló con voz que retumbó en todo el cielo:
—Familia Valdés…
—Hoy no mato a nadie más.
—Porque quiero que vivan.
—Quiero que vivan para ver cómo destruyo todo lo que aman.
—Sus tesoros.
—Sus mujeres.
—Sus nombres.
—Sus almas.
Alzó la mano.
Una marca dorada y negra apareció en la frente de cada persona presente: guardias, ancianos, sirvientes… incluso en la de Valeria.
—La Marca del Guerrero Supremo.
—Desde este momento, sus cultivos están sellados al 1%.
—Nunca más podrán cultivar.
—Nunca más podrán escapar de Ciudad Celestial.
—Y cada noche… soñarán con este momento.
Dio media vuelta y comenzó a caminar hacia la oscuridad.
Antes de desaparecer, añadió sin mirar atrás:
—Dentro de siete días volveré.
—Y cuando vuelva…
—Todo este lugar será cenizas.
Valeria se quedó arrodillada en el barro, mirando la espalda de Fernando que se alejaba bajo la lluvia.
Y por primera vez en su vida…
Sintió lo que era el verdadero terror.
En la distancia, la voz de Fernando resonó una última vez:
—Ah, se me olvidaba…
Se giró ligeramente.
—Valeria…
—Gracias por el divorcio.
—Ahora eres libre de arrodillarte ante el hombre que realmente merece tu sumisión.
Y desapareció en la noche.
¡BOOM!
Un dragón dorado real salió de su cuerpo, rugiendo hacia el cielo.
Primera etapa del Reino Alma Naciente en plena explosión.
Los espectadores gritaron emocionados:
—¡El joven maestro Liam va a aplastar a este loco!
Fernando ni siquiera parpadeó.
Solo pronunció cuatro palabras con calma absoluta:
—Puño que Aniquila los Cielos.
¡BANG!
La bola de energía salió disparada.
No fue rápida.
Fue instantánea.
Primero estaba en su mano…
Y al siguiente microsegundo ya había atravesado el dragón azul de la formación protectora como si fuera papel.
¡CRASHHHH!
El dragón de cien metros explotó en millones de fragmentos de energía.
Los cien guardias élite vomitaron sangre al mismo tiempo y cayeron de rodillas, ojos en blanco.
Luego la bola siguió avanzando.
Directa hacia el dragón dorado de Liam.
Liam abrió los ojos como platos.
—¡NO! ¡Escudo Ancestral del Dragón Eterno!
Un escudo de escamas doradas apareció frente a él.
¡BOOM!
El escudo duró 0,001 segundos.
Se hizo añicos.
La bola de energía siguió su camino…
Y golpeó directamente el pecho de Liam Ferroc.
Silencio absoluto.
Ni explosión. Ni sangre. Ni gritos.
Solo… un agujero perfecto del tamaño de un puño que atravesó de lado a lado su cuerpo.
Liam bajó la mirada lentamente.
Vio el agujero.
Vio su propio corazón latiendo fuera del pecho, colgando de unas venas rotas.
Luego alzó la vista hacia Fernando, con la boca llena de sangre.
—Tú… eres… el… Guerrero… Supremo…
Sus rodillas golpearon el suelo.
¡PLAF!
El gran genio de la Secta del Dragón Eterno, el hombre que iba a casarse con la diosa de Ciudad Celestial… se arrodilló.
Y cayó de bruces, muerto.
Un segundo de silencio sepulcral.
Luego…
¡Pánico total!
—¡El joven maestro Liam ha muerto!
—¡Huyan!
—¡Es un demonio! ¡Un demonio invencible!
Los quinientos guardias tiraron las armas y corrieron como locos.
Los ancianos del Reino Formación del Núcleo intentaron volar… pero una presión invisible los aplastó contra el suelo.
Fernando dio un solo paso al frente.
¡CRACK!
El suelo se agrietó en un radio de un kilómetro.
Todos quedaron inmovilizados.
Ni siquiera podían gritar.
Solo Valeria seguía de pie, temblando como hoja al viento.
Fernando caminó lentamente hacia ella.
Cada paso resonaba como un tambor de guerra en sus corazones.
Llegó hasta quedar a un metro.
La miró desde arriba.
—Valeria…
—¿Recuerdas lo que dijiste hace tres horas en el salón?
Valeria abrió la boca, pero no salió voz.
Fernando continuó con voz suave, casi tierna:
—Dijiste: «Solo los fuertes merecen vivir. Los débiles como tú solo sirven para ser pisoteados».
Sonrió.
—Ahora… yo soy el fuerte.
—Tú… eres la débil.
Valeria cayó de rodillas al instante.
¡PLAF!
Sus rodillas golpearon el barro con tanta fuerza que se hundieron diez centímetros.
—¡Fernando! ¡No! ¡Por favor! ¡Me equivoqué! ¡Fui ciega! ¡Te amo! ¡Siempre te he amado!
Las lágrimas corrían por su rostro perfecto, mezclándose con el barro.
—¡Vuelve conmigo! ¡Seré tu esclava! ¡Tu concubina! ¡Lo que quieras! ¡Solo no me mates!
Los ancianos y guardias que veían la escena sintieron que su mundo se derrumbaba.
¡La diosa orgullosa de Ciudad Celestial suplicando como un perro!
Fernando se agachó lentamente hasta quedar a la altura de sus ojos.
Acarició suavemente su mejilla con dedos manchados de sangre.
—¿Sabes qué es lo más divertido, Valeria?
Ella temblaba sin control.
—En mi vida pasada… también tuve una esposa que me traicionó.
—Se llamaba exactamente igual que tú.
—Y también se arrodilló así… justo antes de que le arrancara el corazón.
El rostro de Valeria perdió todo color.
Fernando se puso de pie.
Luego habló con voz que retumbó en todo el cielo:
—Familia Valdés…
—Hoy no mato a nadie más.
—Porque quiero que vivan.
—Quiero que vivan para ver cómo destruyo todo lo que aman.
—Sus tesoros.
—Sus mujeres.
—Sus nombres.
—Sus almas.
Alzó la mano.
Una marca dorada y negra apareció en la frente de cada persona presente: guardias, ancianos, sirvientes… incluso en la de Valeria.
—La Marca del Guerrero Supremo.
—Desde este momento, sus cultivos están sellados al 1%.
—Nunca más podrán cultivar.
—Nunca más podrán escapar de Ciudad Celestial.
—Y cada noche… soñarán con este momento.
Dio media vuelta y comenzó a caminar hacia la oscuridad.
Antes de desaparecer, añadió sin mirar atrás:
—Dentro de siete días volveré.
—Y cuando vuelva…
—Todo este lugar será cenizas.
Valeria se quedó arrodillada en el barro, mirando la espalda de Fernando que se alejaba bajo la lluvia.
Y por primera vez en su vida…
Sintió lo que era el verdadero terror.
En la distancia, la voz de Fernando resonó una última vez:
—Ah, se me olvidaba…
Se giró ligeramente.
—Valeria…
—Gracias por el divorcio.
—Ahora eres libre de arrodillarte ante el hombre que realmente merece tu sumisión.
Y desapareció en la noche.