Capítulo 4 – El Anillo Ancestral y la Diosa que se enamora a primera vista

1135 Words
La lluvia cesó de golpe, como si hasta el cielo tuviera miedo de seguir mojando al hombre que acababa de humillar a toda una ciudad. Fernando caminaba solo por el sendero de piedra que llevaba al Bosque n***o Prohibido. Sus pasos no hacían ruido. El barro se apartaba a su paso. Incluso las bestias demoníacas de nivel rey lo observaban desde la distancia y bajaban la cabeza en sumisión. En su mente, la voz seductora de Luna sonó juguetona: —Maestro… ha sido magnífico. —Nunca pensé que vería a esa arrogante zorrita arrodillada lamiendo el barro. —¿Quiere que le prepare una cama de concubinas esta misma noche para celebrar? Fernando ignoró al espíritu y siguió caminando. De pronto, un brillo débil salió de su dedo anular derecho. Un anillo antiguo, n***o con runas doradas que parecían moverse, apareció de la nada. Fernando se detuvo. Frunció el ceño. —Este anillo… —Lo llevé puesto durante milenios en mi vida pasada. Tocó el anillo con la punta del dedo. ¡ZUMMM! Un rayo de luz dorada y negra salió disparado hacia el cielo, perforando las nubes. Una voz anciana, ronca pero llena de emoción infinita, resonó directamente en su alma: —¡¡PEQUEÑO AMO!! —¡POR FIN! ¡POR FIN HAS REGRESADO! ¡BOOM! Un viejo de cabello y barba blanca como la nieve, vestido con túnica imperial rota, apareció flotando frente a Fernando. Sus ojos estaban llenos de lágrimas. Se arrodilló en el aire y golpeó el suelo con la frente nueve veces. —¡Este humilde sirviente Long Tian respetuosamente saluda al Emperador de los Nueve Cielos! —¡He esperado diez mil años dentro del Anillo del Dragón Devorador de Mundos! —¡Mi alma estaba a punto de disiparse, pero juré que viviría hasta volver a ver su rostro glorioso! Fernando lo miró con calma. —Long Tian… —Eres el único de mis doce discípulos que no me traicionó. El viejo lloró más fuerte. —¡Nunca me atrevería, pequeño amo! —¡Los otros once bastardos vendieron su alma al Palacio Celestial de la Traición! —¡Yo luché hasta mi último aliento y sellé mi alma en este anillo para esperar su reencarnación! Fernando asintió. —Levántate. —A partir de hoy, eres mi primer general otra vez. Long Tian se puso de pie temblando de emoción. —¡Ordene, pequeño amo! ¡Aunque tenga que destruir los treinta y tres cielos, lo haré! En ese momento… Un aroma dulce y fresco llegó con el viento. Fernando giró la cabeza. A menos de cien metros, una joven de belleza inhumana observaba la escena con los ojos muy abiertos. Vestía una túnica blanca con bordados de fénix dorados. Cabello plateado que brillaba bajo la luna. Piel tan perfecta que parecía tallada en jade celestial. Y unos ojos violeta que parecían contener galaxias enteras. Era… ¡La número uno de la Lista de Bellezas del Continente Sagrado! ¡La Santa Hija de la Secta del Fénix Eterno! ¡Isabella Fenghuang, cultivación en la sexta etapa del Reino Alma Naciente a los diecinueve años! Isabella había salido de noche a recolectar la Flor de Luna de Sangre para su maestro moribundo… Y se topó con la escena más impactante de su vida. Acababa de ver cómo un hombre destruyó a toda la familia Valdés con un solo puño… Y ahora hablaba con un anciano legendario como si fuera su sirviente. Su corazón latió tan fuerte que casi le dolía. Fernando la miró. Sus ojos dorados y negros se encontraron con los violetas de ella. Solo tres segundos. Isabella sintió que su alma temblaba. Sus rodillas se doblaron solas. ¡PLAF! La Santa Hija más orgullosa del continente… se arrodilló en el barro sin siquiera darse cuenta. Sus mejillas se tiñeron de rojo intenso. —Se… señor… —susurró con voz temblorosa—. ¿Puedo… saber su honorable nombre? Long Tian soltó una carcajada. —¡Ja ja ja! ¡Santa Hija Isabella, ¿verdad?! ¡Ni siquiera los emperadores antiguos lograron hacerte inclinar la cabeza y mi pequeño amo lo consigue con solo una mirada! Isabella no escuchó ni una palabra. Solo podía mirar a Fernando como hipnotizada. Fernando habló con voz tranquila: —Fernando Valdés. —Ex yerno inútil de la familia Valdés… según ellos. Isabella abrió los ojos como platos. —¡Tú eres el que mató a Liam Ferroc con un solo golpe! —¡Las noticias ya están volando por todo el continente! —¡La Secta del Dragón Eterno ha puesto precio a tu cabeza: 10 mil millones de cristales espirituales! Fernando sonrió con frialdad. —Que vengan. Isabella tragó saliva. De pronto, se inclinó hasta tocar el suelo con la frente. —¡Por favor, señor Fernando! —¡Acepta a esta humilde servidora como tu discípula… o concubina… o lo que desees! —¡Haré cualquier cosa! ¡Solo quiero seguirte! Long Tian se rió más fuerte. —¡Pequeño amo, la primera belleza del continente se ofrece sola! ¡Esto es aún mejor que en nuestra era dorada! Luna apareció flotando, celosa. —Hmph. Otra zorrita más. Maestro, si la quiere, yo misma le enseño modales. Fernando miró a Isabella arrodillada. Luego habló: —Levántate. —No acepto discípulas… ni concubinas… por ahora. —Pero si quieres seguirme, puedes hacerlo. Isabella se puso de pie temblando de emoción. —¡Sí, amo! ¡Gracias, amo! En ese momento… ¡DING! El sistema sonó con notificación dorada: [Misión legendaria activada: «El Regreso del Emperador – Fase 1»] [Objetivo: En 7 días, destruye la familia Valdés por completo y haz que los nueve grandes clanes de Ciudad Celestial se arrodillen] [Recompensa: Romper 100 capas de sellos + Técnica Emperador «Un Pensamiento, Mil Mundos Caen» + Tesoro Divino del Dragón Devorador de Mundos] Fernando sonrió. —Siete días… —Perfecto. Long Tian rugió de emoción: —¡Pequeño amo, déjeme matar yo a esos insectos! ¡Con un dedo los convierto en niebla de sangre! Fernando negó con la cabeza. —No. —Quiero que sufran. —Quiero que vean cómo su mundo se derrumba pedazo a pedazo. Miró a Isabella. —Tú… ven conmigo. —Te usaré como mensajera. Isabella asintió como pollo picoteando arroz. —¡Sí, amo! ¡Usa mi cuerpo como quieras! Fernando ignoró el doble sentido y siguió caminando. En su mente, Luna susurró: —Maestro… esta chica tiene el legendario Cuerpo Fénix Inmortal de Nueve Renacimientos. —Si la conviertes en su mujer… su poder será suyo también. Fernando no respondió. Pero una leve sonrisa apareció en su rostro. En la distancia, las luces de Ciudad Celestial temblaban bajo la luna. Siete días. Solo quedaban siete días… para que el Guerrero Supremo regresara de verdad.
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