Prólogo
Evans Bracco.
- ¿Dice que mi padre quería que me casará para asumir el cargo de presidente? - pregunto en dirección al abogado de mi difunto padre y este asiente.
- Así es joven Evans, esa el la última voluntad se su señor padre - recalca el notario a un lado del abogado. Intento irme, pero una mano en mi hombro me detiene.
- ¿Qué pasa? - pregunto con fastidio - ¿No es suficiente lo que ha dicho?
- Aún hay más Evans - lo miro confundido - Tu padre antes de morir escogió a quien será tu esposa - informa el abogado.
- ¿Perdone? ¿Esta loco? - cuestiono desconcertado.
- Para bien o para mal me temo que el abogado no se equivoca Evans, tu padre se encargó de eso antes de fallecer - responde el notario.
- Esto no puede ser enserio - digo pasándome la manos por el cabello - Me retiro, ya los contactaré si tengo alguna duda.
- Joven, su futura esposa - dice el abogado de mi padre.
- ¿Qué con ella? - interrogo levantando una ceja. Él mira su reloj de muñeca y contesta.
- Estará la tarde de mañana en su casa - anuncia y yo sólo asiento de mal humor. Salgo de ese lugar como alma que lo lleva el diablo.
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Lia Banner.
¿Estás segura de hacer eso? - pregunta Tam regresando con los pedidos de los clientes.
- Ya te lo dije mamá necesita que consiga ese dinero - murmuro sirviendo las bebidas en sus lugares correspondientes.
- No sé Lia, ni siquiera lo conoces - Me mira horrorizada - Que pasa si es un señor mayor - nos miramos y luego comenzamos a reír como locas.
- No creo que eso pase Tam. Mi tío no me lo hubiera recomendado si fuera así - digo lo que es obvio.
- Pero tal vez el amigo de tu tío describió mal a su hijo, ya sabes los padres siempre pintan a su hijos como perfectos y al final puede ser algo completamente diferente - comenta ella, colocando en las bandejas las porciones de pollo frito y papas.
- Tam, soy yo la que se va a casar con un desconocido pero los miedos, las incertidumbres y los nervios los tienes tu - digo entre pequeñas risitas.
- Es normal Lia, nos conocemos desde los siete no puedes pensar que no me preocupo por ti - dice mirándome de manera fraternal - Eres como una hermana más para mí - enuncia sonriendo.
- Lo sé - digo con una enorme sonrisa - Dejemos de pensar en el mañana y concentrémonos en atender a los clientes o nos harán su comida - volvemos a reír, sin embargo sé que todo lo que le he dicho la preocupa, pero no puedo hacerla participe de esto...