Siguieron besándose hasta que Carlos cargó a Mara, aunque la sorprendió por un segundo, continuaron con su acto y llegaron hasta la habitación del muchacho, en donde él postró a su amada con suma delicadeza en la cama.
—Vamos, déjame darte mi atención y despójate de tu atuendo— Mara recitó mientras acariciaba la mejilla del joven.
—No sería digno de ti, si muestro el oprobio de mi cuerpo— habló Carlos sin perder el ánimo de la charla —Suplico por una prueba, que afiance nuestras acciones— se sentó cerca de ella en la orilla de la cama.
Mara se sentó, sostuvo la mano de Carlos posándola en su femenina figura, paseándola desde su vientre, subiéndola lentamente, vacilando en seguir más arriba, señal que Carlos interpretó como miedo, así que, para compensar el valiente intento, se apartó por un momento y sin titubear, se quitó la playera, para posteriormente, hacer lo mismo que su amada, tomar su mano y encaminarla desde sus hombros hasta el abdomen. Mara lo acarició con ahínco, finalizando con un abrazo, el joven la estrujó con finura. La chica soltó al joven e intentó quitarse la playera, sin separarse de él, cada vez que Carlos se apartaba para que a ella le fuera más fácil, Mara lo abrazaba para que no se apartara, al final la playera cayó y así los dos chicos llegaron a una nueva sensación de placer.
—Antes de seguir y formar la metafórica bestia de dos lomos, necesito algo— habló Mara en baja voz.
—Pro, pro, protec, ¿Protección? — tartamudeo el joven al preguntar, preocupado por no estar preparado.
—No, es decir, no estaría mal, pero…— guardó silencio y apretó su abrazo —Pídemelo, pídeme ser tu novia, de nuevo y ahora. Prometo que esta vez será un sí y me quedare contigo, me entregaré a ti. Olvidare la escuela y mi familia para solo enfocarme en ti, en nosotros— susurró Mara al oído del joven.
Chopo no dijo nada, para él en ese instante, llegar a la gloria con Mara sería tan fácil, muy posible, solo cediendo a lo que ella quería escuchar, sin embargo, le era claro que ese acto, ese momento, no era el adecuado, no vio bien que Mara cambiara sus convicciones por él.
—Escucha— habló con temor sabiendo que perdería esa oportunidad —Nada me haría más feliz que estar contigo, pero no me conoces, no como para dejar tu vida por mí.
—Tenemos toda la vida para cono…
—Y, además, ¿Qué es todo esto? — Carlos se apartó del abrazo y enseguida se dio la vuelta, el calor que compartió con Mara se desvanecía —Ni siquiera se la razón del por qué estás aquí, ¿Estás segura que quieres estar con alguien con quien no puedes ser sincera?
Carlos se dio cuenta de lo hipócrita de su pregunta, ya que era lo mismo que él hacía, fue así que comprendió, él no podía ser sincero con Mara, no sabría si ella lo aceptaría al conocer la verdad, en muchos aspectos él no era del todo humano, decidió arriesgarse contándole su verdadera edad y de ahí seguiría con su creación, siendo cuidadoso con la reacción de su compañera.
—Escucha…— Carlos intentó hablar, sin embargo, Mara se había bajado de la cama y se paró frente a Carlos, la chica estaba medio desnuda frente al muchacho, no intentaba cubrirse, tal vez pensó que la oscuridad era su aliada sin saber la descarada verdad sobre la visión de Carlos, por segundos admiró el busto desnudo de la chica hasta que levantó la vista cuando escuchó un quejido, Mara lloraba. Enseguida Carlos esquivó un golpe venido de la chica con el puño cerrado hacia su cara y de nueva cuenta esquivo una bofetada, cuando entendió que la chica seguiría hasta lograr atinarle un golpe se dejó dar un zape en la nuca. A la afligida chica le dolió la palma de su mano y aun así, de nueva cuenta le golpeo con el puño en la cabeza, siguió varias veces como si golpeara un tambor, a ella le dolía dar esos golpes, era como pegarle al concreto, cuando ya no tuvo más fuerzas se apartó de ahí y entre sollozos buscó su ropa en la oscuridad, no quería permanecer otro segundo ahí, desnuda e indefensa.
Carlos, no se movió para nada, seguía sentado, no por que estuviese herido físicamente, solo se lamentaba por lo sucedido.
—Escucha— Carlos se levantó —teníamos un convenio, para dentro de 2 meses…
—¡Lo sabía! Sabía que si te importaba que yo no fuera digna de ti, claro, es lo que piensas de mí, la idiota de Mara Noemí, la tonta inferior a ti— la chica había encontrado el lugar donde había puesto su ropa y empezó a vestirse.
—Yo no pienso eso, yo jamás pensaría eso de ti, es solo que no entiendo nada, mi vida es demasiado compleja ahora, se ha vuelto un caos, no tengo tiempo como para tolerar tus caprichos— Carlos guardó silencio y al darse cuenta de sus palabras intentó disculparse, Mara decidió no escucharlo, terminó de vestirse y salió del cuarto para enseguida bajar las escaleras y salir de la casa, una vez afuera, reposó sobre la puerta y al fin se desahogó con llanto y un desgarrador gritó. “Herida” no era una palabra que la chica usaría, ella describiría la situación como vergonzosa y fría, aun así, agarraba su pecho con fuerza como si su corazón se hubiese quebrado, un dolor que los despechados conocen.
Con el pasar del tiempo Mara se encontraba un poco más tranquila, el frio de la noche la obligó a pensar en su siguiente destino, al no tener mucho dinero se vio con la necesidad de prender su celular, al hacerlo, varias alertas saltaron, llamadas sin responder y mensajes de su madre, padre y su hermano. Empezó a caminar bajando la empinada calle a oscuras, ya que no había ningún poste de luz en el trayecto, pudo haber volteado a la derecha y admirar la vista de la ciudad de México que solo esa altura puede ofrecer, en vez de eso, agachó la cabeza y marcó a su madre, no paso ni medio timbre cuando fue respondida la llamada.
—Noemí ¿Qué pasó? ¿Dónde te encuentras?— se escuchó de la preocupada madre.
—Estoy bien, estaba con Cho… Carlos y después de meditarlo un poco, me di cuenta que debo estar con ustedes, ¿Puedes venir por mí? — pidió la chica.
—No te muevas de ahí, dime la dirección y nosotros vamos por ti.
Mara lo pensó por un momento y para evitar malos entendidos sobre la dirección, solo les dijo que los vería afuera del metro bus Indios verdes. Colgó la llamada y siguió su camino, un trayecto largo caminando, claro que si encontraba transporte a esa hora, la una, casi las dos de la mañana, lo usaría.
Capítulo 4 “Cuauhxicalli”
Carlos se quedó parado en el techado de la estación del metro de indios verdes, miraba a Mara desde su posición ocultándose detrás de las ramas de un pequeño árbol. La había seguido desde que salió de la casa del barranco, vigilando su recorrido por temor a que le pasara algo, varias veces pensó en detenerla y hablar con ella, sin embargo, su coraje lo había abandonado.
Por fortuna Mara no tuvo inconvenientes en su camino, lo peor que presenció fue una corretiza de un perro, que Carlos frenó sin que ella se diera cuenta.
Mara se encontraba en el paradero de las combis que iban en dirección hacia el centro, esperaba a sus padres, le extrañó que ella fuera la primera en llegar a pesar de que caminó desde la casa del barranco y tardó hora y media. Tenía mucho frio y sueño, la conmoción que había pasado con Carlos la mantuvo atenta, pero su energía se desvanecía.
Un pequeño sismo venido de la nada junto con un gran estruendo agitó la ciudad de México, ya que la alerta sísmica se escuchó por todas partes, 30 segundos después de nueva cuenta se sintió un temblor similar seguido del estruendo, así pasó por varias veces. Durante esta situación la ciudad se vio de más movimiento de personas que salían de sus hogares como medida de seguridad ante sismos, la gente estaba asustada, varias personas llegaron hasta donde estaba Mara, los temblores eran constantes, aunque por fortuna, mínimos, casi imperceptibles.
Para no perder a su amiga, Carlos bajó del techo de la estación y, así, vigilar de cerca a Mara, cruzó la avenida, adentrándose y perdiéndose entre la pequeña multitud, mientras caminaba, escuchó sobre un terrible hecho, aparentemente, en las r************* se mencionaba sobre un ataque de un supuesto gigante contra la Minina justo en la plaza de la constitución. Carlos se maldecía por haber destruido su celular, por suerte algunas personas miraban las r************* donde, otros ciudadanos, cercanos al zócalo, transmitían en vivo la pelea de Karen. Carlos juntó con otros sujetos se acercaba a las personas dispuestas a compartir su celular.
A pesar de lo amateur de las filmaciones y la poca luz, proporcionada por la humilde iluminación pública, podían seguir las rápidas acciones de Karen y justo cuando se sentía un temblor y se escuchaba el estruendo, se podía apreciar en los celulares, con una diferencia de 30 segundos, un golpe fallido del oponente dado en el piso justo cuando Karen lo esquivaba. El golpe destrozaba el piso y levantaba el concreto, mismo que usaba el colosal tipo para arrojárselo a la heroína, fallando en dar contra al ágil objetivo.
Chopo miraba al tipo con suma atención, en verdad no parecía humano y por lo visto era muy alto aunque no consideraba que fuese un gigante, a pesar de ello le pareció extraño que apareciera alguien con semejantes características, sobretodo esa descomunal fuerza, llegándole a la mente el discurso del profesor de historia, claro, era por culpa de ellos, de Karen y Carlos, que alguien se alzara con extraordinarios poderes.
Viendo la situación como estaba, Carlos no perdió más tiempo e intentó salir de entre la muchedumbre a auxiliar a su hermana, se detuvo cuando recordó su actual misión, no estaba muy seguro de dejar a Mara, aun así, la vida de Karen corría peligro y era necesario ir a apoyarla.
Mara estaba igual de concentrada en la pelea que veía desde su celular, enseguida le llegó un mensaje de un número desconocido.
“Mara, soy mamá, ve a la casa del barranco con Chopo y quédate ahí, es casi imposible llegar por ti”
Varias incongruencias en el presunto mensaje recibido llamaron la atención de Mara, como que la llamara Mara y no Noemí, que hablara de la casa del barranco a pesar de que no sabía dónde vivía Carlos o que se refiriera a Carlos como Chopo, eso la preocupó, así que rápidamente hizo una llamada al número de su madre, por fortuna la llamada si había entrado, mientras esperaba logró ver a Carlos entre la multitud, su corazón latió muy rápido, ella esperaba que él la fuera a buscar, creaba escenarios en su mente de que cuando él se acercara a ella, le gritaría por ser un gallina o le intentaría dar una bofetada, esta vez sin fallar, en ello al fin fue contestada la llamada.
Para estar seguro que Mara se encontraba a salvo, Carlos volteó a mirarla, se sorprendió cuando se notó siendo observado por ella, había sido descubierto, se quedó sin aliento sin saber cómo reaccionar, colocó sus prioridades claras, sabía que Mara se encontraría bien y no necesitaría protección. El joven negó con la cabeza para que Mara no se le ocurriera seguirlo, enseguida se retiró entre la multitud y así perderse, ella se quedó fría, inundada de pena, soledad y dudas.
Carlos se fue de ahí en busca de un lugar alejado y lo suficientemente oscuro en donde nadie lo pudiera ver y así llegar al zócalo haciendo pleno uso de sus habilidades.
Mientras tanto en el zócalo, Karen peleaba con el presunto gigante, con una increíble estatura de casi tres metros y una grotesca apariencia. Sus músculos eran colosales, su ancha espalda era un muro hinchado bien marcado, igual que su abdomen y sus inflados pectorales donde sobresalían sus dos enormes brazos parecidos a gruesos troncos, su pequeña cabeza revelaba un rostro colorado lleno de rabia, con venas resaltadas en su frente y cuello, de su boca escurría saliva espumosa, sus ojos estaban enrojecidos, parecía que en cualquier instante saltarían de sus órbitas. No vestía nada más que unos pantalones azules y unos tenis obscuros.
La Minina se encontró al tipo durante su patrullaje, ella caminaba en el zócalo, un descanso de estar saltando de edificio entre edificio cuando de la nada escuchó unos pesados y lentos pasos venidos de la entrada del metro frente al palacio nacional, subía las escaleras tardándose una eternidad y cuando al fin salió, casi agachado, Karen estaba ahí, curiosa por saber quién saldría.
—Eso fue fácil— dijo el hombre en cuanto vio a Karen, ella pensaba que sería emocionante pelear contra ese hombre y derrotarlo, se imaginaba la fama y la gloria, así que sin pensarlo mucho, sin importar si era bueno o malo, se lanzó contra el hombre atinando un golpe en su hinchado pecho, usando toda su fuerza, pensando en que eso era lo único que necesitaría.
El gigantón no se movió ni un milímetro, de hecho se empezó a burlar, alegaba que un mosquito le haría más daño, en un rápido movimiento contra la confundida Minina, alcanzó el brazo y la aventó en dirección hacia el zócalo arrojándola fácilmente a 80 metros de ahí llegando hasta el asta, elevándola a una altura de 50 metros, cayó de pie, agitó su cabeza un poco ya que estaba un tanto aturdida. Empezando así, la lucha en la plaza de la constitución dejando cráteres cada vez que el hombre golpeaba a Karen, cada golpe lanzado por la chica era repelido sin que el hombre recibiera daño alguno.
—¿Quién eres tú? — cuestionó la Minina en cuanto se alejó, interponiendo 5 metros de distancia entre ellos.
—Yo represento la fuerza y la humildad— contestó el hombre y lanzó tres enormes pedazos de concreto hacia Karen, ella los esquivó, el escombro llegó hasta golpear dos arcos de un edificio destruyéndolos —Soy un siervo del soberano de la noche, soy su guerrero y Pípila es como él me llama.
—¿A si? Pues, pues…— Karen no sabía que responder, ni siquiera entendió lo que el musculoso le había dicho —Mejor ríndete si no quieres que me enoje— pronunció indecisa, el hombre se empezó a reír.
—¡Te veo, veo tu fuerza! Ni siquiera sabes que hacer, pero yo…— el tipo, posando sus manos en el suelo y haciendo uso de la fuerza de sus brazos, dio una rápida envestida contra Karen tomándola por sorpresa tacleándola, terminando herida, arrojándola a 30 metros de ahí, cayendo justo en los escombros de los arcos, su humero izquierdo, dos costillas y clavícula estaban rotas, por primera vez en su vida estaba realmente asustada y lo único que podía pensar era en su padre, deseaba que él llegara para salvarla.
—Débil— dijo el hombre que se acercaba a Karen —¿Esta es la campeona de la serpiente emplumada? — lanzó la pregunta al aire, se detuvo como si esperara respuesta, mirando al oscuro cielo. Al bajar la mirada se dio cuenta que alguien se interponía entre él y la Minina, era Carlos.
—¿Cómo te atreves? — dijo Carlos sereno, Karen quería gritarle, advertirle sobre el peligro, pero no podía, estaba paralizada y no dejaba de llorar. El tipo vio al joven, no sabía quién era la endeble figura frente a él. El chico usaba una máscara negra que cubría por completo su cabeza, sus ojos eran los únicos descubiertos, no usaba su sudadera, se la había quitado en el camino, vestía una playera roja y unos jeans negros.
—¿Quién eres? — preguntó el hombre, sin aviso, Carlos se lanzó al ataque con un puñetazo al hombro del fortachón, aprovechando su posición, dio un salto atinando una patada en la cara del desgraciado. El fornido brabucón retrocedió, Carlos le había dislocado el hombro y roto la nariz, por desgracia esa hazaña tuvo repercusiones en el cuerpo del heroico mellizo, su mano derecha estaba destrozada, se había fracturado el radio y el cubito tras el primer golpe, la tibia y el peroné se habían convertido en trozos molidos después de la poderosa patada, aun así se mantuvo en pie, usando solo su pie derecho, sobreponiéndose al tremendo dolor.
—Rata miserable— le dijo el bruto contrincante de forma nasal ya que le sangraba la nariz sin parar —Estas muerto— al sentir dolor por su dislocado m*****o se quedó quieto, uso su puño derecho y golpeo su hombro varias veces, tal vez esperaba que con pura fuerza bruta el hombro se acomodara.
De la nada llegó un escuadrón de 20 policías hasta Carlos y el corpulento ser, marchaban en filas de 5, los primeros cinco de ellos, los que encabezaban la marcha, usaban un escudo, los demás portaban fusiles de asalto y todos usaban casco y chaleco antibalas con la palabra “Policía” en el frente. Quince oficiales, con los 5 de escudo, rodearon al musculoso hombre y otros cinco a Carlos mientras les apuntaban. El lastimado chico enseguida alzo los brazos, mientras que su mano izquierda estaba bien levantada, la derecha se doblaba macabramente por la ruptura de los huesos.
—¡ESTOY COOPERANDO! — gritó Carlos
—¡TIRATE AL SUELO! — exclamó un oficial —¡Y PONGA LAS MANOS DETRÁS DE LA ESPALDA!
Lo mismo sucedía con el corpulento Pípila, solo que este reía por la situación, el muchacho quería estar atento a lo que pasaba, le preocupaba que los 15 oficiales no pudieran manejarlo bien, aunque estaba seguro que podrían tener una pequeña riña con el malhechor y aun así este sería arrestado, quien no le teme a una, en este caso, 10 armas de fuego apuntándole.
—¡TIRATE AL SUELO! — repitió el oficial, Carlos, se hincó, flexionaba la pierna derecha sin problemas, la izquierda no tenía movimiento completo, como pudo, terminó por tener sus dos rodillas en el suelo y antes de poner su mano para acostarse, dos oficiales se acercaron y lo sometieron con excesiva fuerza, sin importar como estaba el brazo derecho, tomaran ambas manos y terminaron por esposarlo. Los tres oficiales que dejaron de rodear a Carlos se acercaron hacia la Minina.
Enseguida se escucharon disparos, los policías estaban siendo atacados por el monstruoso ser, respondiendo con las armas, sin embargo las balas no parecían afectarle, al menos 3 oficiales terminaron heridos, los demás se dispersaron y seguían disparando, cosa que le molesto a Pípila y empezó a cazarlos. Los oficiales que estaban con los mellizos se unieron para atacarlo, excepto uno que se quedó para mantener a Carlos en custodia.
—Déjame ir, debo detenerlo— ordenó Carlos. El oficial, sin tenerle consideración, le dio un golpe en la cabeza al indefenso muchacho usando su arma.
—¡Cállate porquería! — vociferó el policía, Carlos al estar lastimado, no pudo soltarse de las esposas, se empezó a retorcer para que el oficial se quitara encima de él, sin embargo no podía hacer movimiento que no le doliera, al notarlo el oficial confundido y asustado, apuntó a la cabeza de Carlos —Muévete basura y te mueres.
La situación desespero al muchacho, solo podía ver como los policías eran extinguidos, Carlos no soportó la situación, se levantó lleno de furia tirando al oficial, quien, por un descuido, acciono su arma, disparando una serie de 10 balas en la espalda y los brazos en el ya masacrado cuerpo del joven.
“Tu cuerpo ahora es débil” Carlos recordaba las palabras de su padre, dichas, dos días después de que los mellizos habían “nacido”. Justo ahí, a pesar del ardor de sus músculos, de su espalda, brazos y pierna, recordó ese día en especial dos días de nacido y Chopo parecía igual al de siempre, con una aparente edad de 15 años, se encontraba en una cama sentado en una habitación blanca, Fernando, el padre de los mellizos, le cortaba el cabello a su creación, usando unas tijeras.
—Tu cuerpo ahora es débil, aunque con el tiempo se fortalecerá, solo debes entrenarlo adecuadamente— le dijo su padre, de un momento a otro cambio su recuerdo, el mismo lugar, solo que con 10 minutos de diferencia, en donde el recién nacido estaba tirado en el suelo, con su mano derecha sangrando y rota. Una fractura en el radio y cubito, venido de un golpe que él mismo lanzó contra su padre, el impacto había sido devastador, tanto que Fernando había atravesado el muro derribando una gruesa puerta de metal, a pesar de ello el hombre, se acercaba lento y tambaleante a su hijo, fue una imagen fúnebre, tenía el rostro y parte de su cráneo sumido, contaba con un solo ojo, el izquierdo, ya que el otro había reventado, de la boca y la nariz brotaba sangre, escupió, más bien, babeo 10 dientes que resbalaron de una dislocada mandíbula que oscilaba de un lado a otro con cada pisada que daba. En ese momento, Carlos no daba crédito de cómo alguien podía seguir vivo con un cuerpo tan maltrecho, sin embargo estaba ahí, siendo testigo de aquel c*****r andante que se transformaba poco a poco a su antigua apariencia. En menos de 20 segundos, no había herida alguna, excepto por una bata ensangrentada, se podía decir que el tipo, Fernando, no había sufrido ningún percance.
—Treinta segundos— habló Fernando —Y aun no puedes curar tu mano.
—Yo no soy un…
—“Un monstruo como tú”— Fernando le había arrebatado las palabras de la boca a su hijo como si leyera su mente —Tranquilo, no soy un monstruo— ayudó a levantar a Chopo para ponerlo en la cama, tomó el brazo del joven para menearlo un poco, causándole dolor —Trata de unir los huesos correctamente y así sanara más rápido— Fernando, se despidió de su creación, dejando que el mismo arreglara su brazo.
Dos semanas después de su nacimiento Carlos se encontraba en un cuarto que simulaba un espacio abierto, era parte del entrenamiento del muchacho y como siempre recibía la misma bronca de todos los días.
—Otro día con el brazo roto— Fernando agarraba el brazo de su hijo bruscamente causándole más dolor al pobre muchacho solo para revisarlo —Tal parece que gozas tener ese brazo roto.
—Es posible— habló una mujer pelirroja de bata y gafas protectoras que siempre se mantenía en silencio observando a Carlos, llenando papeles sostenidos en una tabla sujetapapeles de aluminio —Que él no heredó sus habilidades, y puede que, tal vez, necesite cirugía— la chica estaba muy nerviosa al terminar de hablar, como si hubiese cometido una terrible falta, a pesar de apelar a la salud de Carlos.
—Oh, olvidaba que tú le diste vida a este magnífico ser— Fernando empezó a reñir contra la pobre mujer, acercándose, asustándola —Espera… No, no fuiste tú, fui yo y puedo decir que tengo la experiencia de miles de vidas como para saber lo que Chopo puede o no puede hacer, pero si, vamos a oír lo que tienes que decir la experiencia de tus míseros 32 años de vida, vamos, dime, estoy ávido por escucharte.
Carlos tomó el hombro de su padre con su mano izquierda.
—No le hables de ese modo— dijo el chico de forma serena mientras estrujaba fuertemente el hombro de Fernando. Al final sin decir nada más, su padre salió de ahí, sin mencionar palabra —¿Te encuentras bien?— preguntó preocupado a la pelirroja con un tono serio, ella solo asintió y siguió escribiendo en su tabla —Te hubieses defendido en lugar de quedarte callada— refunfuñó cuando notó la actitud esquiva de la mujer, el joven se alejó.
—Tu igual— contestó la mujer susurrando, a pesar de que Carlos no posee el magnífico oído de su hermana pudo escucharla claramente, deteniéndose y girando a ver a la mujer.
—Te escuché.
—Entonces no tengo que repetírtelo— la mujer habló con actitud hosca —Lleva semanas atormentándote y tú solo te quejas por el dolor, puedes hablar y pedirle que te cure, tal vez no eres como él, quizás tu si eres normal.
—¿Normal? — Carlos se acercó a la mujer, levantó su mano derecha y le enseño que estaba sanada, la pelirroja estaba impresionada, tal vez su discurso lo había motivado a despertar sus habilidades —Esta vez duré dos días con el brazo roto— la mujer no entendía a lo que se refería Carlos, enseguida, con ayuda de su mano izquierda se dio un poderoso golpe con la palma abierta, como golpe de karate a tablas de madera, justo en el antebrazo, fracturando de nuevo su cubito y radio —Intento ser normal, pero cada vez me cuesta más trabajo romper los huesos y detener la curación.
Carlos no quería ser diferente, no quería ser como su padre, no con la percepción que tenia de él, un idiota arrogante con complejo de dios. La mujer pelirroja no volvió a aparecer en la vida de Carlos, aunque si lo delató con Fernando, quien lo encaró con un carácter engreído, lleno de orgullo.
—Claro— profirió pretenciosamente Fernando, para abrazarlo enseguida de entrar a la habitación del chico —Cualquiera puede sanar, incluso SF003 lo logró, pero tú fuiste más lejos, evitarlo— detrás del hombre lo seguía Karen que traía cargando un pastel —Bien pensado, pasar por una persona normal, así nadie sospechará, no sabemos quién puede estar observando.
Carlos Alfonso Garcia Solano, cuando recibió esos disparos en su espalda, empezó a recordar esa información, pensando que era su vida pasar delante de sus ojos, sin embargo, a pesar del terrible dolor que sintió, las balas no lo habían herido, claro que habían entrado y quemaban como mil infiernos, solo que penetraron medio centímetro, sin llegar a ningún órgano, vena o arteria. Se olvidó del dolor y usando su fuerza, dio un tirón a las esposas, rompiendo las cadenas como si de hilos se trataran, también algunas balas cayeron cuando salieron de la espalda al tensar sus músculos, revisó su mano herida, estaba morada y sangraba un poco, usando su mano izquierda acomodó los huesos y retiró dos balas.
Al ver que el muchacho estaba levantado, el ruin corpulento Pípila, dejó su caza para enfocase en Carlos, él lo vio venir, sin embargo aún no estaba listo para luchar, su pierna aún estaba rota y su brazo recién se curaba, no intentó huir, ya que detrás de él estaba el policía, paralizado por lo que estaba presenciando. En menos de 5 segundos Carlos seria embestido, se preparó para dar un golpe con su mano izquierda.
Espontáneamente, venido de la nada y sin que nadie lo esperara, un tipo cubierto por un jorongo y su gorro se interpuso entre Carlos y el colosal canalla, enseguida una luz cegadora venida del misterioso tipo iluminó todo el zócalo, cegando al enemigo, enseguida el tipo del jorongo lo esquivó y al mismo tiempo el oficial fue rescatado por otro tipo, más pequeño, con un jorongo parecido, Carlos hábilmente evadió el ataque cuando notó el rescate, estaba confundido, pero agradecido, volteó a ver a su hermana y ahí, había otro tipo más que vestía otro jorongo, era más alto que los otros dos y muy voluminoso, se preocupó e intentó ir, fue detenido cuando una voz venida desde el suelo le habló.
—Estamos aquí para ayudar— la voz se le hizo conocida, era Devi quien surgía desde el piso. Carlos fingió sorpresa mirando a todas partes, sabía que ella era invisible y a ojos de cualquier humano no podía ser vista, a pesar de que él la veía claramente flotar, no quería cometer un error y revelar su identidad —Ofendes mi inteligencia Chopo— reveló la chica fantasma cuando lo vio hacerse el menso —Sé que son ustedes, desde ayer, en el salvamento de la s*****a, entendí que era Karen, no hay muchas personas con habilidades felinas— Chopo se avergonzó y se disculpó.
—Así que, estos tipos ¿Son las chicas que mencionaste? — preguntó, pronto se dio cuenta que su brazo se empezaba a curar rápidamente, igual que su pierna.
—Sí, ¿Dinos como te podemos ayudar?
—No, no pondré a nadie en más riesgo, es mi deber acabar con él— apretó su puño derecho, en señal de que estaba a punto de curarse por completo.
—¿Ya te viste? — Devi flotaba alrededor de Carlos —Otros 5 minutos con esa bestia y te unirás a la larga fila de los muertos, créeme, lo hago ver glamoroso, pero ser un fantasma no es tan divertido si no eres como yo, aunque, pasar la eternidad juntos no suena tan mal— se encimó sobre Carlos y frotó su cabeza en el pecho del joven, enseguida él dejo que ella lo traspasara.
—Concéntrate— le sugirió Carlos —Yo lo distraeré, tu lleva a las chicas y a Karen a casa— pisó con más seguridad revisando que su pierna ya se había curado —Lo derrotaré.