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El juego de la seducción

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Blurb

A  Cynthia Beckett le encanta meterse en problemas además de ser el centro de atención. 

Es rebelde por naturaleza y cuando su padre la obligara ir a unas vacaciones de verano con su madre y su nueva familia Thia sabe que debe hacer algo para volver a casa.

No se le ocurre nada mejor que sacar de quicio a su madre.

Demetria tiene un bar donde suelen reunirse un grupo de marines amigos de Rafael su esposo actual y Cynthia cree que ellos pueden ser su pase para volver a casa.

Como buena bailarina que es, los seduce con su baile, pero hay uno en especial que se queda prendado no solo de su baile, sino también de su belleza, cuerpo y sobre todo… de su alma.

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Capítulo I
— ¡Vuelve acá ahora mismo niña! —gritó papá detrás de mí mientras yo corría lejos de casa y tan de prisa como pude escalé a mi casita del árbol que él mismo me había construido hacía muchísimos años atrás cuando era una niña. Con la misma rapidez subí las escaleras para que no pudiera subir a lo que enseguida gruñó frustrado. — ¡Baja ya Cynthia Margarita o tendrás serios problemas! Yo entorné los ojos odiando escuchar mi segundo nombre en sus labios. Nombre que por cierto solo dice cuando está furioso como ahora. — ¡No! —rugí enojada por lo que me había dicho anteriormente —. ¡No voy a irme, no quiero verla, ni a su hijo no deseado y mucho menos a ese imbécil posemumu! Papá suspiró desde abajo y su enojo fue desapareciendo de a poco. Entonces yo estuve más relajada, quizás si lloriqueaba un poco más me dejaría quedarme en casa. —Debes ir. — ¡¿Por qué?! ¡Los odio papi! La hija mayor de ese imbécil es una rara, ¡Te juro que es satánica! No querrás que tu niña se quede con ella ¿Verdad? —Vi como papá entornó los ojos y yo me obligué a proseguir sabiendo que estaba perdiendo mi batalla—. Además la otra está obsesionada con echar las cartas ¿Has visto? ¡Una bruja en la familia! Qué horror —murmuré por lo bajo—. Y por último tenemos a la come libros que detesta el polvo compacto ¡No puedo convivir con una chica que no le gusta maquillarse, es como un pecado! ¿Entiendes si quiera en el infierno que quieres meterme? Batí mis pestañas tratando de que papá se compadeciera de mi pero no pareció surtir efecto. —Se te ha olvidado tu hermanito pequeño, ¿No quieres conocerlo al fin? Ya tiene tres años. Yo me encogí en hombros fastidiada por la mención. —No, no quiero conocer al producto de un pecado y a la razón por la cual mi propia madre me abandonó. — ¿Desde cuándo eres tan religiosa? —bromeó papá tratando de sacarme una sonrisa pero no lo consiguió por lo que hizo un gesto de tristeza que rápidamente borró—. El niño no tiene la culpa y tu madre no te abandonó princesa, ella te pidió que te fueses con ella y te negaste, como es comprensible ella tuvo que marcharse a su nuevo hogar. Yo lo miré molesta lanzándole las escaleras para que subiera y así lo hizo. —Ella te engañó y se embarazó de ese asqueroso pobretón posemumu —papá me miró reprobatoriamente al llamarlo pobretón pues no le gustaba para nada la discriminación—. No merece nada de mí, ni siquiera le intereso, ella tiene otra familia y yo tengo la mía. Lo abracé y él enseguida envolvió sus brazos a mi alrededor antes de dejar un beso en mi pelo. —Ese fue un error, pero un error que solo nos incumbe a ella y a mí, no tiene nada que ver contigo princesa, ella siempre será tu madre, por más que se case diez mil veces y que tenga quince mil hijos, tú estás en su corazón como estás en el mío. —Muy bonitas tus palabras pero no me voy con esa, ese es tu punto de vista, no el de ella. —Cynthia —gruñó papá con advertencia antes de continuar—. Vas a ir con tu madre, no estaba pidiendo tu permiso, además se me olvidaba que esto es tu castigo por tu comportamiento ¿Recuerdas lo que hiciste? —Vagamente —dije fingiendo demencia. Acto seguido papá frunció el ceño y masajeó sus sienes. —Pues ya lo recordarás en el avión camino a ver a tu madre. Sin más comenzó a bajar las escaleras dejándome boquiabierta con su falta de sensibilidad. — ¡¿Es qué tú también solo quieres alejarme de casa para quedarte solo con Antonella y Vanessa?! —sabía que aquella pregunta era estúpida de mi parte, aunque papá acababa de ser padre por segunda vez yo era su adoración, sin embargo, esta era mi última carta sobre la mesa. No estaba para nada celosa de mi nueva hermanita que tan solo tenía un mes y mucho menos de Antonella que era una mujer maravillosa que había llegado a la vida de mi padre para hacerlo feliz otra vez. Mi papá se detuvo a mitad de la escalera y subió su mirada a mi observándome sumamente molesto, incluso temblé por ello. Craig Beckett era muy intimidante cuando quería, de hecho era un ex fuerzas especiales así que esa vena feroz aún estaba ahí dentro de él. —Deja de tratar de manipularme princesa mía —gruñó pese a sus palabras dulces dirigidas a mí—. Si Antonella te oye decir eso va a sentirse muy mal, baja a comer y después de que lo hagas preparas tus maletas. Volvió a bajar las escaleras y yo sentí que mis ojos se llenaban de lágrimas como hacía mucho tiempo no había hecho. No quería ver a esa mujer otra vez y solo por mi comportamiento debía hacerlo.¿Había algo de malo en besarme con mi ex afuera del colegio? Ex que por cierto papá no conocía. Pero lo que más había hecho enfadas a papá fue el hecho de que hubiera escapado de casa para ir a la de Maximus, mi ex, por su fiesta de cumpleaños y no solo eso... encontrarme en su cama casi desnuda representó un trauma para mi pobre papá, pero en mi defensa yo no sabía que se daría cuenta de mi escape y me buscaría... mucho menos que me encontraría. Sí, definitivamente esa fue la gota que derramó el vaso. Por mi estupidez voy a pasar un verano de mierda con mi madre, el idiota de su marido y ese combo de perdedoras, ¡Yupi! Odio mi jodida vida. * — ¿Qué estás haciendo aquí encerrado muchacho? La noche es joven. Aric suspiró sin apartar la vista del libro en el que estaba enfrascado en esos momentos. Su vida fuera del mar era absolutamente vacía, los días se hacen eternos y las noches frías. Aunque esto último lo sentía siempre, incluso en el mar. Sin embargo, este aliviaba un poco de su dolor, lo hacía sentir en casa además de que nadie podía juzgar su apariencia durante los largos viajes. Necesitaba con urgencia una misión o en definitiva terminaría enloqueciendo. — ¿Dónde más estaría sino aquí, padre? El hombre de aspecto severo aunque de alma apacible se sentó frente a él gruñendo con molestia antes de arrebatarle el libro de las manos, acto seguido sus ojos tan iguales se encontraron. —En cualquier lado menos aquí, ¡Desperdicias tu juventud! Aric tuvo que hacer un esfuerzo por no entornar los ojos. Se levantó para buscar otro libro y ponerlo fuera del alcance de su padre. — ¡Aric, no es divertido! —No lo pretendía tampoco, ¿De qué me sirve salir, padre? Igualmente terminaré sentado alejado mientras el resto del mundo me ignora en el mejor de los casos—Soltó con una frialdad que no sentía para después ir en dirección a la puerta. —No puedes huir siempre Aric, allá afuera está tu destino, ese del que tanto huyes, llegará el momento en que una mujer… —Una mujer nada, las mujeres huyen al ver mi rostro —Dictó con rabia—. Pero no lo juzgo porque incluso yo me doy asco. Harold hizo una mueca de dolor cuando lo miró y volvió a caminar en dirección a la puerta. —No digas eso hijo, tu… —Yo soy un monstruo y no espero absolutamente nada de los demás, mucho menos de una mujer. —Eso es porque no has encontrado a la indicada. Aric lo ignoró saliendo de la habitación mientras su padre suspiraba adolorido, él sufría con el dolor de su hijo. Solo rogaba a Dios que Aric encontrara su camino, todos merecían amor, aún más ese hombre con el corazón de un niño que desde muy pequeño solo había conocido el dolor. * — ¡No lo haré más papi, te lo juro! Si quieres no me acerco a ningún chico hasta que tenga cuarenta ¡Pero no me envíes con esa bruja! Como había pensado papá me miró interesado en mi propuesta y una sonrisa malvada se formaba mentalmente en mí. Lo que Craig Beckett más quería en este mundo es que su hijita mantuviera su castidad durante muchos, muchos años por eso había enloquecido y de no ser por el tío Vlad, al que yo llamaba Drácula para hacerlo enfadar, Maximus habría terminado medio muerto y papá preso debido a la furia que habían en sus pupilas esa noche. Gracias a Dios Maxi es mayor de edad o papá se hubiera metido en serios problemas. —Craig —lo reprendió con la mirada Antonella sosteniendo a Vanessa, la cosa más bonita que mis ojos habían visto—. Eso es ridículo, ella algún día va a casarse. Tanto mi papá como yo fulminamos a la hermosa mujer que se encogió en hombros sabiendo que sus palabras eran ciertas. —Está manipulándote —terminó por fin ella y yo la miré haciéndome la ofendida. —Eso no es cierto papi, yo jamás haría eso —Utilicé mi tono de bebé al cual mi padre siempre terminaba rendido—. Antonella te estás convirtiendo en la bruja ahora. Ella rió sin poder contenerse y papá se dio cuenta de la verdad para mi frustración. —Al avión, ya. — ¿Tanto me odias para echarme de mi casa Antonella? —dije con voz entrecortada fingiendo nuevamente. El terror se dibujó en las fracciones de la mujer de mi papá y cuando otra vez estuve a punto de cantar victoria papá me dio una pequeña nalgada que no me dolió nada pero que sí me hizo sobresaltar. —Ahora eres tú la manipulada—dijo papá dirigiéndose a su esposa—. Eres un peligro para la sociedad princesa —murmuró en ese instante con sus ojos en mí de nuevo. Antonella cayó en cuenta de lo que había estado haciendo y soltó un suspiro aliviada. —Que no se diga que no lo intenté, tal vez por esos lares encuentre un amor de verano como dicen y tú no podrás evitarlo. Cuando me di la vuelta para irme molesta casi me eché a reír por el gruñido feroz de papá y cuando me giraron hacia ellos nuevamente pensé que él había sido quien lo había hecho pero para mi sorpresa se trataba de Antonella con los ojos llenos de lágrimas. —No quiero que pienses que te estoy alejando de tu papá, nunca lo haría, lo juro por Dios… necesitas sabes que yo te quiero muchísimo Cynthia y eres muy importante para mí, realmente te amo como a Vanessa y no quiero que lo dudes. Genial, ya la hice llorar. —Lo sé Nel —y no estaba mintiendo—. Eres transparente y sé que merezco todo esto, ustedes necesitan un poco de tiempo a solas… —me detuve al ver a Vanessa balbucear y reí—, bueno, casi a solas pero no se acostumbren demasiado porque volveré a hacerles la vida más… ¿Ajetreada? —Vas a matarme princesa —gruñó papá y yo alcancé a darle un beso en la mejilla y un abrazo que se prologó más de lo debido. —Que te mate ella —dije señalando a Antonella quien se sonrojó de inmediato y papá me dio otra nalgada como la anterior. —Tú no deberías saber esas cosas, eres una niña. Bufé ignorándolo para después abrazar a Antonella y después a Vanessa dejando un beso en cada una de sus mejillas. —Los amo. Vi como ambos reprimían las lágrimas y me di la vuelta para irme al maldito avión entonces los escuché aunque ellos no lo supieron. —Craig, voy a echarla de menos… no se ha ido y ya la extraño. —Yo también Nel —murmuró papá con voz ahogada—, yo también. Suspiré molesta pues era más que obvio que ese par no quería que me fuera así que este viaje de castigo debía haber sido planeado por Demetria desde hacía mucho solo que papá no había tenido el valor para decirme. Casi al instante en que subí al avión me quedé dormida cuando cerré los ojos y en el momento que desperté me di cuenta de que estaba por llegar, según mi compañera de puesto. El nerviosismo se arremolinó en mi vientre y conté hasta veinte tratando de calmarme. No entendía qué era lo que me pasaba pero no me gustaba nada. El avión hizo su aterrizaje y yo no quería salir y encontrarla, ¿De qué hablaríamos? Tenía más de tres años que no escuchaba ni siquiera su voz porque en cuanto llamaba yo colgaba, por la misma razón ella había dejado de intentar, cosa que aunque no lo dije me dolió. La azafata me pidió que saliera y lo hice a regaña dientes. Había muchísima gente pero entre todos esos no veía a mi madre por ninguna parte y ya llevaba diez minutos ahí parada como una imbécil. ¿Y si tomo un avión de regreso y llego hecha un mar de lágrimas a casa diciendo que Demetria me olvidó en el aeropuerto? Eso puede despertar la compasión en mi dulce padre y activar el instinto materno salvaje, el cual tenían las madres cuando sus crías eran lastimadas, de Antonella. Cuando iba a llevar a cabo mi malévolo pero perfecto plan una mano tocó y hombro y supe que había llegado la hora de enfrentar a mi madre. Sin embargo, al darme la vuelta para verla por fin la decepción me golpeó al ver frente a mí a la perdedora mayor y a su alrededor no había nadie más. No pude evitar hacer una mueca al ver su ropa como de costumbre negra, hay cosas que definitivamente no cambian. —Hola gótica —Saludé buscando molestarla y así lo hice pues enseguida entornó los ojos—. ¿Dónde está Demetria? —Tu madre —Recalcó—. Está esperándote en casa. ¿Ni siquiera tuvo la decencia de venir a buscarme? Me contuve de gruñir en voz alta, ciertamente estaba decepcionada pero no lo demostraría. —Bien —Respondí encogiéndome en hombros antes de lanzarle la maleta a la gótica frente a mi—. Eres tan dulce por venir a buscarme —Solté con hipocresía—. ¿Dónde está el auto? La hija mayor de Rafael, la cual había olvidado su feo nombre, empujó de nuevo la maleta a mi pecho golpeándome sacándome el aire. Lo miré con furia pero ella me ignoró. —Sígueme, está cerca. Cuando llegué a su lado otra vez ya tenía abierto el maletero del auto y me miraba con burla en sus fracciones. Perra. —No has cambiado nada —Dije cuando íbamos camino a su casa. Lo cierto era que yo nunca había visitado ese nido de víboras, era la primera vez que iba a hacerlo y me sentía sumamente nerviosa. —Ignórame durante el camino a casa, ambas sabemos que nos detestamos. Eso será bastante sencillo. Yo reí con sorna mientras estiraba mi mano para poner un poco de música en la radio pero en cuanto lo hice la mano de ella golpeó la mía para colocar una canción de rock que me aturdió por completo. — ¡Quita eso! Ella se rió con malicia y le dio más volumen. Bueno, la verdad es que la maldita gótica sí ha cambiado. Pensé recordando todo lo que le hacía a ese trío de perdedoras cuando vivían cerca de mi casa. De hecho, fue por un problema que tuve con la hija menor de Rafael que él y mi madre se conocieron. El trío siempre terminaba llorando ante mi mejor amiga y yo, hasta que finalmente terminaron por acusarnos con su imbécil padre. Yo entorné los ojos ante el asqueroso recuerdo de mi madre mirando de esa forma al posemumu y viceversa. Para mi suerte el camino fue corto. —Hogar, dulce hogar. Para ti. Pensé. Mi hogar estaba bastante lejos de aquí. Cuando alcé mi mirada a la ventana me tensé completamente viendo la escena familiar que me quemó la garganta e hizo que mis ojos se pusieran acuosos. Allí estaba mi madre quien estaba siendo abrazada por la cintura por Rafael mientras que ella sonreía feliz mirándolo a la vez que ella sostenía a un pequeño niño entre sus brazos. La rabia cegó mi razón. Ella nunca había sonreído así cuando estaba con nosotros. — ¿Estás esperando una invitación a bajar? —preguntó la perra a mi lado que aún no recordaba su nombre. Sin ganas de hacerme la simpática como había hecho en el aeropuerto la fulminé con la mirada y abrí la puerta. Acto seguido me vi rodeada por las personas que más desgraciaron mi vida. — ¡Dios Cynthia, está preciosa! —chilló Demetria al verme y yo sonreí con autosuficiencia. —Obviamente, lo sé. Mi mirada fulminante se dirigió a él y vi como este me sonrió pero su sonrisa murió al ver mi expresión. —En el auto están mis cosas ¿Dónde me instalaré? —pregunté posando mi mirada en Demetria que ahora lucía nerviosa. — ¡Yo te llevo! —gritó una entusiasta chica de no más de catorce años a la cual también conocía, la come libros ese había sido su apodo hace años. Yo me limité a entornar los ojos debido a su fastidiosa voz chillona. Cuando mi madre iba a decir algo más decidí irme con la chiquilla que no paraba de parlotear sin embargo yo no presté atención a nada de lo que dijo. — ¿Por qué hay dos literas? —mi voz sonó al borde del pánico y tuve que controlarme no obstante así me sentía. ¿Acaso era lo que yo creía? —Aquí dormiremos las tres —soltó de golpe la más pequeña de todas y yo estuve a punto de gritar molesta. Si bien era cierto que la casa era bastante pequeña teniendo en cuenta cuantas personas vivían en ella, no esperaba compartir la habitación, es que nunca lo había hecho, ni siquiera con Vanessa. — ¡¿Qué?! —Ya les había comentado su reacción —dijo la hermana mediana la cual pasaba sus cartas de una mano a otra. —Cariño… — ¿Es en serio Demetria? —gruñí aturdida. Mientras que ella fruncía el ceño al notar que no la llamaba ''mamá''. Tampoco iba a hacerlo. —Hija, solo hay espacio aquí. —Solo hay dos habitaciones —continuó Rafael a quien ignoré enseguida. — ¿Entonces por qué demonios me trajiste aquí en estas condiciones? —espeté molesta. Demetria se quedó sin palabras al igual que su estúpido marido a la vez que sus hijas mayores me fulminaban con la mirada. — ¿Realmente preguntaste eso? —Preguntó la mediana impresionada—, Demi lleva años deseando verte. —Ella sabe donde vivo, no tenía que desearlo, solo tomar con sus cosas e ir a Nueva Orleans hubiera hecho realidad su sueño ¿Dónde está lo difícil? —reproché llena de furia. Esto estaba saliendo peor de lo que imaginaba. —Hermana —susurró una pequeña vocecita que atrajo la atención de todos incluso la mía. Por primera vez en mi vida lo veía de verdad y él curiosamente era mi retrato, en versión masculina. —Yo… —susurré sin dejar de mirarlo. Él comenzaba a acercarse a mí poniéndome tensa—. Iré a llamar a papá, avisaré que ya estoy aquí. Entonces huí sintiendo que mi pecho se hundía en una desagradable sensación. Hermano. ¿Acaso podré llamarlo alguna vez de ese modo? * — ¿Tengo que ir? —pregunté molesta mirando a mi madre quien estaba tratando de maquillarse. —Sí, conocerás el lugar, además vas a ayudarme. Que buena idea para el primer día, ser su sirvienta en el bar de mala muerte que poseía. —No quiero ir a ese centro de perdición. Automáticamente mamá dejó de maquillarse para mirarme entre burlona y curiosa, con la boca ligeramente abierta. — ¿Centro de perdición? Cariño, solo es un bar. —Un bar nudista —agregué—. ¿Por qué me sentiría bien yo allí? Demetria comenzó a balbucear y Rafael llegó a su lado abrazándola por la cintura. Maldito bastardo, ¿Es qué no sabía hacer otra cosa más que ser empalagoso? Odio a los hombres así… excepto a papá. —Cariño, el auto está listo, ya llevé a Therios a casa de mi mamá. Demi solo asintió sin apartar su mirada de mi parecía que al fin se daba cuenta que esas demostraciones afectivas me molestaba. —Vamos Cynthia. Bufé fastidiada por no poder salirme con la mía aunque no lo intenté demasiado ciertamente. Tampoco me gustaba la idea de quedarme sola en esta casita. Al llegar al bar las perdedoras bajaron tan rápido del auto como si hubieran llegado a Disney World cosa que me hizo entornara los ojos enseguida. Caminé detrás de ellas y al entrar no pude evitar impresionarme, el lugar no era en nada parecido a como me había imaginado, era mediano pero bonito e incluso elegante. — ¿Qué harán? —pregunté a las hijas mayores de Rafael. —Syni ayuda como mesera y yo en la cocina —dijo la mediana con una sonrisa pequeña—. Si quieres puedes unirte. Aunque su voz había sonado amable yo no quería serlo así que me limité a responder con malicia y diversión. —Paso de ser una mesera —dije tratando de picar a la mayor—. Yo seré su supervisora. La mediana se rió divertida mientras que Efrosyni, porque sí, he recordado su feo nombre, me miraba furiosa. —Vete al infierno Cynthia. — ¿No te das cuenta dónde estamos? Durante el resto de la noche seguí molestándolas antes de que algo llamara mi atención. —Syni, mira quien acaba de llegar. Por primera vez vi a la gótica actuar nerviosa y mis ojos buscaron al objeto de este cambio de humor, entonces lo hallé. Desde mi lugar solo podía verlo de perfil pero lo poco que mostraba dejaba a cualquiera sin respiración. Parecía ser un dios griego con ese hermoso cabello color miel ondulado alrededor de su rostro, sus pasos eran calmados y elegantes, y claramente estuve interesada, desde siempre me habían gustado los rubios. Vi a la gótica perra arreglar su cabello para ir en dirección a la mesa donde él se había sentado finalmente. Entonces supe que debía ser cierto que estaba en el infierno porque no había otra explicación para esa belleza endemoniada y tentadora que poseía ese hombre. Un plan macabro se formó en mi mente como por arte de magia. Si quería irme lo más pronto posible de este lugar debía hacer algo grave que causara que Demetria me enviara de vuelta a casa, ¿Y qué mejor que enredarme con un hombre mayor? Porque era evidente que ese cuarteto de hombres en la mesa que atendía la perdedora mayor, debían ser por lo menos ocho años mayor que yo. Además podía matar dos pájaros de un solo tiro haciendo rabiar de celos a Efrosyni atrayendo la atención de ese hombre sobre mí. Esto va a ser divertido. —Conozco esa mirada —dijo una voz a mi lado llamando mi atención. Mis ojos fueron a ella y pude ver a esa mujer de no más de veintidós años bellísima, alta, seductora, pícara como una modelo. Automáticamente la admiré. — ¿Y esta mirada significa…? —Querer llamar la atención de ese cuarteto y cariño, déjame decirte que no es fácil. —Para ti debe ser sumamente sencillo ¿Eres bailarina? Aunque fue una pregunta estúpida pues la respuesta estaba en el traje que llevaba. La risa melodiosa de ella me causó envidia. —Si lo soy pero no nudista, solo hago striptease quedando en ropa interior, soy Ciara Carson por cierto, aunque puedes llamarme Cece, todos lo hacen. Yo estreché su mano. —Soy Cynthia Beckett un placer ¿Sabes si puedo bailar? Yo también soy bailarina pero de danza árabe, me gustaría hacer un baile. Cece arqueó una ceja maliciosa y sonrió de la misma forma. —Enserio quieres seducirlos, bien, te ayudaré. Vamos a mi camerino. Y así la seguí. Ella me contó que también practicaba danza árabe y por ello tenía ropa para bailar, entonces me vestí rápidamente cuando ella me las prestó. —Cubre tu cara para que solo se vean tus ojos, saldrás después de mí, hablaré con Miles para que te coloque la música que me pediste. — ¿Te traerá problemas esto? —Me encantan los problemas chica, no van a despedirme si eso lo que te preocupa, suerte con el baile. Ella se fue dejándome sola. ¿Realmente iba a hacer esto? Cuando la música de Cece terminó y comenzó la mía supe que no había tiempo que desperdiciar y acaparando la mirada de todos comencé mi baile. Me moví con destreza en el escenario dejando a más de uno sin aliento, no estaba siendo creída, aunque lo era, cuando decía que soy realmente buena en lo que hago. Finalmente intensifiqué el contoneo de mis caderas posando mi mirada seductora al fin en mis presas. El primero que vi poseía los ojos azules más bellos que había visto en mi vida, su mandíbula fuerte era excitante. El segundo tenía el pelo rubio y al igual que el otro era bellísimo. El tercero tenía rasgos asiáticos pero no era delgado como solían ser ellos, su cuerpo era fibroso y sexy él hizo que inconscientemente pasara mi lengua por mis labios deseando pasarla realmente por su manzana de Adán. El último era del que Syni estaba atraída. Por su perfil hasta ahora era el más hermoso de todos ahora mismo para mí, sus labios eran carnosos llamando al pecado no podía ver sus ojos pero creo que vi un destello verde en su mirada. Me permití bajar la mirada encontrándome con una de sus manos sobre la mesa y fue inevitable no imaginar esas masculinas manos sobre mi cuerpo haciéndome estremecer mientras que esa boca carnosa bebía de la mía. Ese hombre era grande y erótico. Fue entonces en ese momento que sus ojos conectaron con los míos cuando sentí todo el aire escaparse de mis pulmones. Agradecí a Dios que el baile hubiera terminado cinco segundos antes pues de no ser así no se qué hubiera pasado. Ante la agitación del momento la tela casi transparente que cubría la mitad de mi rostro cayó al suelo pero no me importó pues para mi sorpresa el resto de la cara del hombre que anteriormente me había parecido sumamente sexy no era tan sexy como imaginaba, de hecho, la palabra sexy no era como verdaderamente debería ser descrito. Su rostro estaba surcado de muchas feas cicatrices que me hicieron sentir incómoda. Él seguía mirándome con una fijeza abrumadora pero ahora los ojos verdes brillaban con una autentica furia que me hizo dar un paso atrás para casi huir. Él me quemaba. Parecía como si pudiera leer mi mente. —Señorita, estás en grabes problemas con tu madre —dijo Rafael cortando nuestro contacto visual. Me importaba una mierda lo que dijera posemumu o mamá, me di la vuelta ignorándolo tratando de recuperar el poco aire que había escapado y busqué a Cece. — ¡Eres muy buena! —Alabó esta y me sentí un poco mejor—, además de que me di cuenta que fuiste la atracción principal para los chicos —soltó con picardía y yo sonreía a medias mientras me quitaba la ropa. —Si —soné un poco diferente y ella lo notó pese a mi incredulidad. —Ya, estás decepcionada al ver de frente a Aric ¿Verdad? —preguntó en tono triste y yo me encogí en hombros restándole importancia. —No entiendo cómo puede gustarle a Efrosyni, es… repugnante. Quise disculparme tras decir esas palabras pero Cece habló primero. —El amor no ve rostros hermosa, tú aún no lo sabes pero espero que puedas entenderlo algún día. En ese momento se fue dejándome culpable, aunque no creía que esas palabras fueran posibles. Siempre he sido superficial y no cambiaría de un día para otro. Encogiéndome en hombros descarté a uno de mi lista, pero me quedaban tres para j***r la vida de mi madre. El tal Aric no me interesaba así que se lo dejaba a Efrosyni por completo.

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