Capitulo 15

1576 Words
Creí que el miedo y los nervios que sentía con Luca eran lo peor que podía experimentar. Su mirada fría, su presencia firme, su voz dura… todo eso solía ser mi límite. Hasta que conocí a su padre. Y entonces descubrí que existía un nivel más profundo de temor. Como si bajo el hielo hubiese otro estrato, más oscuro y letal. El Sr. Moretti no necesitaba levantar la voz ni moverse demasiado para llenar una sala entera de amenaza. Su sola quietud era devastadora. Y aun así, con todo lo que sabía sobre su reputación, debía admitir algo que me avergonzaba incluso en mis propios pensamientos: me daba más miedo él que Luca… y no debería. Porque Luca era el que causaba terror en las calles. De él hablaban con miedo. Su padre, en cambio, se movía en sombras más viejas, más profundas, más calculadas. Eran peligros distintos, pero igual de letales. Allí estaba yo. Una mujer sin preparación, sin armas, sin experiencia en ese mundo. Arrojada a un lago enorme y oscuro… sin saber nadar. Agitando las manos al aire, intentando sobrevivir mientras el agua me jalaba hacia abajo. La mirada del Sr. Moretti se suavizó apenas un instante cuando dejó la copa de vino en la mesa. Esa transición brusca —del rostro severo al gesto calmado— logró erizarme la piel mucho más que si me hubiera gritado. Luego, su atención pasó a Luca. Sentí el brazo de Luca caer sobre mis hombros, acercándome a su cuerpo. Su movimiento fue tan natural para fingir que casi me olvido de que todo era una mentira. Me acomodé también, intentando que pareciera que estaba cómoda, confiada… enamorada. Pero si Luca era calor, su padre era hielo, y estar entre los dos me estaba destrozando los nervios. —Debes de sentirte cansado —dijo el Sr. Moretti revisando su reloj—. Y es muy tarde para que vuelva a casa. Así que me quedaré. El cuerpo de Luca se tensó a mi lado. Pude sentirlo incluso antes de escucharlo respirar hondo. Una risa baja salió de su pecho, pero no era diversión: era tensión pura. A mí no me pareció un problema… al principio. Pensé que solo era otra prueba, otro momento incómodo que debíamos pasar juntos. Hasta que su padre habló de nuevo: —¿Aún está disponible la habitación cerca de tu despacho? La sangre se me congeló. Luca también se levantó del sofá, frotándose las manos en los muslos como si necesitara quemar la ansiedad. Yo me puse en pie de inmediato para ayudar al Sr. Moretti cuando se incorporó. Él me dedicó una pequeña sonrisa al aceptar mi ayuda. —Gracias, querida. Mi mente empezó a correr a una velocidad absurda. La habitación. Las cajas. La ropa. El desorden. Todas las cosas que Matteo me mostró al llegar… incluida mi habitación. La misma que, según había entendido, era la que Sr. Moretti, preguntaba. Y Luca no lo pensó. Ni lo mencionó. Ni lo previó. Menudo idiota. —Yo iré a la habitación a acomodar —dije, buscando la mirada de Luca. Él también se levantó, claramente preocupado. —¿Acomodar? —repitió su padre con una ceja alzada—. Tienes una cantidad de sirvientes aquí. No necesitas eso. Pronto serás la mujer de la casa. Un escalofrío subió por mi espalda. Su voz tenía un peso distinto cuando dijo “mujer de la casa”. Como si estuviera marcando territorio. O evaluando si yo era capaz de ocupar ese lugar. —Pero me gusta hacerlo —mentí, alejándome un paso, intentando sonar casual—. Quiero que esté cómodo, señor. Déjeme asegurarme de que todo esté en orden. Esperé. Tragué saliva. Recé internamente para que aceptara. El Sr. Moretti finalmente asintió con la mano, dándome permiso para hacer lo que quisiera. No necesité más. Antes de salir, miré hacia atrás. Su mirada estaba fija en Luca. Esa mirada… tan pesada, tan profunda, tan peligrosa… me provocó un escalofrío que no supe ignorar. En el pasillo me esperaba un mayordomo alto de cabello completamente blanco y ojos azules pálidos. Ya lo había visto antes, se llamaba Giulio. Un señor de seguramente la edad de mi padre. Me siguió todo el día con la orden de Matteo presente. Giulio estaba a cargo de mis necesidades y en ese momento sería de mucha ayuda. —Señorita Park. —dijo inclinando ligeramente la cabeza. En todo el trayecto hacia la habitación —mi habitación— junto a Giulio, sentí cómo el aire se hacía más pesado en mis pulmones. Mi mente no dejaba de retroceder a la mirada del Sr. Moretti, a su tono, a la tensión de Luca. Y entonces me golpeó la idea… fría y dura como una piedra: Quizá había fallado. Quizá dije algo que no debía. Quizá me moví demasiado, o demasiado poco. Quizá mi sonrisa no fue la correcta. Tal vez su padre lo notó. Y eso era grave. No solo porque Luca dependía de esta mentira para mantener su imagen… Sino porque yo dependía de Luca para encontrar a mi padre. Y si el Sr. Moretti no nos creía… entonces nadie lo haría. Cuando por fin llegamos a mi habitación, me moví con rapidez, casi con desesperación. Agradecí, por primera vez en todo el día, haber recorrido cada rincón de la casa para matar el aburrimiento; ahora ese conocimiento me estaba salvando. O intentándolo. Intentando no pensar en que ya no tenía un trabajo. Intentando no pensar en que ya no podría enviar dinero a mi familia. Intentando no pensar en que estaba atrapada en la mansión Moretti, fingiendo un matrimonio con un hombre que apenas conocía. Pero necesitaba actuar. Reubicarme. Ocultarme de la misma persona que acababa de aprobarme con una sonrisa helada. —Ayúdame aquí, Giulio —dije, intentando empujar una caja que no se movió ni un centímetro. Mis brazos temblaron—. Tenemos que trasladar mis cosas a otra habitación. El señor Moretti… se quedará aquí esta noche. Giulio asintió sin una sola pregunta, como si ese tipo de caos fuera habitual. Tomó las dos cajas como si no pesaran más que almohadas. Tenía una edad avanzada, arrugas profundas y cabello completamente blanco, pero una fuerza que me hacía dudar si realmente pertenecía a este mundo o era alguna especie de guardián silencioso de la casa. Se paró en la puerta, sosteniendo mis cosas con facilidad, mientras yo intentaba acomodar lo que había dejado regado por toda la habitación durante la tarde. Había tardado siglos en encontrar ropa decente para recibir al padre de Luca; ahora, tenía que devolver todo al bolso pequeño que ya había sufrido bastante conmigo. Y claro, el bolso seguía siendo igual de pequeño. Y ahora pesaba tres veces más. Ridículo. —¿Dónde está la otra habitación? —pregunté mientras empujaba una blusa pastel al fondo, aplastándola sin piedad. Giulio giró levemente la cabeza hacia mí, equilibrando las cajas sin esfuerzo. —A la habitación del señor —respondió con tranquilidad. Parpadee. ¿La habitación del…? Fruncí el ceño tan fuerte que me dolió. Giulio, sin embargo, dejó escapar una sonrisa tan suave que me irritó. Sabía exactamente lo que pensaba. Sabía exactamente lo que yo iba a decir antes de decirlo. —Es la única otra habitación disponible, signorina —añadió con una calma casi paternal—. Además de la suya. Solo dos habitaciones. En una mansión gigantesca con pasillos que parecían no terminar nunca. Con salones vacíos, salas decoradas que nadie usaba, bibliotecas enormes, oficinas dobles, y Dios sabía cuántos espacios sin propósito. Solo dos habitaciones. Me detuve en seco. Esto debía ser una jodida broma. Pero nadie se estaba riendo. Ni siquiera Giulio. Sentí el golpe seco de mi corazón contra mis costillas cuando Giulio empujó la puerta de la habitación del señor Moretti… o mejor dicho, la habitación de Luca. Giulio dejó mis cajas sobre una mesa cercana, como si aquello fuera lo más normal del mundo. Yo, en cambio, estaba segura de que mi respiración haría eco entre las paredes negras si no la controlaba. La habitación era amplia, perfectamente ordenada, demasiado fría y masculina para pasar desapercibida: la cama enorme, cubierta por una colcha oscura; las cortinas gruesas; el olor tenue a madera y colonia cara que reconocí de inmediato. El olor de Luca. Mi estómago se revolvió. Me quedé sola. Sola en la habitación de Luca. Sola después de un día de mentiras, tensión y miedo. Sola en un lugar donde nada era mío. Solté el bolso en el suelo —o lo dejé caer porque mis manos ya temblaban demasiado como para sostener algo— y me acerqué a la ventana. Necesitaba aire. Necesitaba pensar. Necesitaba… no llorar. No ahora. Me recargue contra el vidrio frío, respirando hondo. El jardín oscuro se extendía frente a mí, indiferente a mi desastre. Me pregunté cómo sería dormir aquí. Si Luca protestaría. Si discutiríamos. Si él se molestaría por tenerme en su espacio. Si podría confiar en él, al menos esta noche. Y la respuesta fue un nudo en mi garganta. No lo sabía. No sabía nada. Solo sabía que estaba en peligro constante, que había mentido en la cara del hombre más intimidante que había visto jamás, y que ahora debía pasar la noche en la misma habitación del hijo de ese hombre. Un escalofrío recorrió mi espalda. Y entonces lo escuché. Pasos firmes en el pasillo. Reconocibles. Pesados. Seguros. Luca.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD