capitulo 3

1316 Words
La semana que siguió a la audición fue un torbellino de emociones Giorgia se despertaba cada mañana con una mezcla de nervios y entusiasmo. La música resonaba en su mente, y la idea de ser parte de una banda la llenaba de energía. Sin embargo, también había un pequeño nudo de ansiedad en su estómago. ¿Y si no le gustaban? ¿Y si no encajaba? Las inseguridades que había aprendido a combatir comenzaban a asomarse, pero esta vez, Giorgia estaba decidida a no dejar que la detuvieran. El día de la audición finalmente llegó. Era un sábado soleado, y Giorgia se levantó temprano, sintiendo que cada hora que pasaba la acercaba más a su sueño. Se preparó con esmero, eligiendo un conjunto que la hiciera sentir cómoda y segura: una blusa amarilla brillante que resaltaba su figura y unos jeans que le quedaban perfectamente. Mirándose en el espejo, se dijo: “Hoy es el día en que me muestro al mundo. Hoy soy una estrella.” Al llegar al local, el bullicio del lugar la envolvió. La sala estaba llena de música, risas y un ambiente vibrante que la hizo sentir como si estuviera en el lugar correcto. Había otros músicos, cada uno con su propia personalidad, y Giorgia sintió una oleada de nervios. Algunos estaban afinando sus instrumentos, otros conversaban animadamente, y ella se sintió un poco fuera de lugar. Pero recordó el colgante de estrella que llevaba al cuello. “Soy una estrella”, se repitió. Cuando finalmente llegó su turno, el corazón le latía con fuerza. Subió al pequeño escenario, y el micrófono pareció brillar bajo las luces. Los miembros de la banda la miraban con interés, y Giorgia se sintió un poco más tranquila. Respiró hondo, cerró los ojos por un momento y dejó que la música fluyera a través de ella. Comenzó a cantar “Rolling in the Deep” de Adele, una canción que siempre le había resonado profundamente. La letra hablaba de superación y de encontrar el poder dentro de uno mismo, y mientras cantaba, Giorgia sintió que cada palabra cobraba vida. Se entregó por completo, y cuando terminó, la sala estalló en aplausos. “¡Eres increíble!”, exclamó un chico de cabello rizado que estaba en la banda. Giorgia sonrió, sintiendo que las palabras la envolvían como un abrazo. Pero, como en un instante, la duda volvió a asomarse. “¿Realmente les gusté? ¿O solo están siendo amables?” Sin embargo, decidió dejar esas preguntas de lado y disfrutar del momento. Después de la audición, los miembros de la banda se reunieron para discutir. Giorgia se sentó nerviosa en un rincón, observando cómo intercambiaban opiniones. El chico de cabello rizado, que se presentó como Max, se acercó a ella. “Oye, tienes una voz increíble. Nos encantaría que te unieras a nosotros”, le dijo con una sonrisa. El corazón de Giorgia dio un vuelco. “¿De verdad? ¿Estás seguro?” preguntó, tratando de contener la emoción. “Absolutamente. Creemos que podrías aportar algo único al grupo”, respondió Max, y Giorgia sintió que una ola de alegría la inundaba. “¡Sí, claro que sí!” exclamó, incapaz de contener su entusiasmo. La sonrisa en su rostro era tan amplia que parecía iluminar la sala. Con la confirmación de su lugar en la banda, Giorgia sintió que el peso del mundo se desvanecía de sus hombros. Había dado un paso significativo hacia su sueño, y esa noche celebraría con Clara. Se sentía más viva que nunca, lista para enfrentar cualquier desafío que se presentara. La banda se reunió la siguiente semana para su primer ensayo. Giorgia llegó con un poco de nervios, pero también con una gran expectativa. El local de ensayo estaba lleno de instrumentos, y el ambiente era cálido y acogedor. Los miembros de la banda la saludaron con sonrisas y abrazos, y Giorgia se sintió como en casa. Comenzaron a tocar y a experimentar con diferentes estilos. Giorgia se dio cuenta de que cada uno de ellos tenía su propia influencia musical, y eso la emocionaba. Max, el guitarrista, tenía un estilo rockero, mientras que la bajista, Sara, aportaba un tono más funk. Giorgia se sumergió en la música, disfrutando de cada nota que salía de su voz. Mientras ensayaban, Giorgia sintió cómo su confianza crecía. La música se convertía en un lenguaje compartido, y cada canción que interpretaban tejía un lazo más fuerte entre ellos. Se dieron cuenta de que tenían una química especial, y eso hacía que la experiencia fuera aún más gratificante. Una tarde, mientras tomaban un descanso, Max se acercó a Giorgia. “Oye, tengo una idea. ¿Qué te parece si escribimos una canción juntos? Creo que podrías aportar algo increíble a la letra”, propuso. Giorgia se sintió emocionada, pero también un poco intimidada. “Nunca he escrito una canción antes”, admitió. “¡No te preocupes! Aquí estamos para apoyarnos mutuamente. Solo deja que fluyan tus ideas”, le animó Max. Giorgia asintió, sintiendo que la presión disminuía. Así comenzó el proceso de escritura. Se sentaron juntos en un rincón del local, y Max sacó su guitarra. “¿Qué te gustaría que dijera la canción?”, le preguntó. Giorgia pensó por un momento. “Quiero que hable sobre la autoaceptación, sobre ser fiel a uno mismo”, respondió. Max sonrió. “Eso es perfecto. Vamos a hacerlo.” Comenzaron a escribir líneas, mezclando sus ideas y risas. Giorgia nunca había experimentado algo así, y se sintió libre para expresarse. Las palabras fluyeron, y en cuestión de horas, habían creado algo hermoso. Al final del día, se sentaron a escuchar lo que habían escrito. La canción era poderosa y emotiva, y Giorgia sintió que era una extensión de su propia historia. “Esto es increíble”, dijo, con lágrimas en los ojos. Max sonrió, y Giorgia supo que había encontrado un espacio donde podía ser auténtica. Con el tiempo, la banda comenzó a ganar popularidad en la escena local. Tocaban en bares pequeños y eventos comunitarios, y cada presentación era una oportunidad para que Giorgia se sintiera más viva. La música se convirtió en su refugio, un lugar donde podía dejar de lado sus inseguridades y simplemente ser. Sin embargo, a medida que la banda crecía, también lo hacían sus ansiedades. Giorgia comenzó a preocuparse por cómo la percibirían los demás. “¿Y si no les gusto a todos? ¿Y si no encajo en el mundo de la música?” esos pensamientos comenzaron a atormentarla. Una noche, después de un ensayo, se lo confesó a Max. “A veces siento que no soy lo suficientemente buena”, dijo, su voz temblando. Max la miró con seriedad. “Giorgia, eres increíble. No dejes que esas voces negativas te detengan. La música es para todos, y tú tienes un don que no puedes ignorar.” Sus palabras resonaron en Giorgia, y aunque la inseguridad seguía presente, decidió que no permitiría que la detuviera. Había aprendido a abrazar su verdadero yo, y la música era la forma en que podía compartirlo con el mundo. Con el paso de los meses, Giorgia se dio cuenta de que no solo había encontrado su lugar en la banda, sino también en su propia vida. Había dejado atrás las etiquetas que la habían definido durante tanto tiempo. “Soy una mujer fabulosa”, se repetía cada día, y esa afirmación se volvía más fuerte. Una noche, mientras se preparaban para una presentación importante, Giorgia se miró en el espejo y sonrió. Había recorrido un largo camino desde la chica que una vez se escondió detrás de las risas de otros. Ahora, estaba lista para brillar. La música la había liberado, y Giorgia estaba decidida a seguir su camino, una nota a la vez.
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