Azran alzó la barbilla con un leve gesto, como si analizara su rostro por una segunda vez, esta vez con más detalle, aunque en realidad ya lo conocía de memoria.
—Estás en lo correcto —respondió, sin los formalismos. Su voz era tranquila, como un murmullo controlado— Siempre ha sido así. Las recomendaciones, los apellidos, los... favores. Todo eso es nuestra moneda corriente aquí —siseó con normalidad.
Entonces, una sonrisa ligera, casi imperceptible, apenas curvó la comisura de su boca.
—Pero necesito una asistente. Y esta vez, me importa poco si viene recomendada o no. Quiero a alguien a la altura de mi ritmo. Alguien que no se derrumbe bajo presión. Que pueda llevarme el paso. Mi equipo revisó la hoja de vida de varias candidatas, y entre ellas estabas tú —soltó con naturalidad.
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