Me uso
Jennifer Brown
Estaba tan feliz que apenas podía contenerme. Con la prueba de embarazo en mis manos, me dirigí a la oficina del amor de mi vida. Él era el CEO de una importante empresa y se llamaba Andrés del Pino.
Había comenzado a trabajar en su empresa hace más de un año. Lo conocía desde antes, ya que nuestros padres eran empresarios, y debido a la situación económica de mi hogar, había tenido que buscar un empleo para ayudar en casa.
Con el corazón acelerado, toqué la puerta de su oficina antes de entrar. Al instante, vi cómo sus ojos se alzaban de su escritorio, mostrando una mirada fría.
—¿Qué haces aquí? —me preguntó con su tono habitual, distante y cortante.
—Tengo una súper noticia... —le dije, intentando sonar más relajada de lo que realmente me sentía. Estirando la mano, le mostré la prueba de embarazo. Andrés me miró, sus ojos fijos en el papel, pero sin moverse.
El silencio se instaló entre nosotros. Andrés no respondió de inmediato, como si estuviera procesando lo que acababa de ver. Yo, por mi parte, me sentía cada vez más vulnerable bajo su mirada fría.
—¿Qué es esto? —su voz era baja, casi como un susurro, pero clara. No parecía entender lo que tenía frente a él.
—Es una prueba de embarazo —respondí con calma, aunque mi corazón latía con fuerza. Apreté un poco el papel en mis manos, esperando su reacción.
Andrés alzó una ceja, sin tomar el papel. Su mirada no se apartó de mis ojos, su expresión imperturbable, como si intentara leer algo más allá de lo evidente.
—¿Estás diciendo que estás embarazada? —preguntó, ahora un poco más bajo, pero con una incredulidad que no pude disimular.
Asentí, sintiendo una mezcla de nerviosismo y esperanza en mi pecho.
—Sí, Andrés. Estoy embarazada. Y quería que lo supieras.
Intenté abrazarlo, con la esperanza de que el abrazo suavizara la tensión en el aire, pero él me empujó bruscamente hacia atrás. Mi cuerpo dio un pequeño tambaleo, sorprendida por su rechazo.
—Es precisamente lo que deseaba, Jen... —dijo, su voz fría y calculadora, mientras me miraba como si fuera una pieza más en un juego que no comprendía.
—¿De qué estás hablando? —pregunté, mi voz temblando entre la confusión y el miedo. Mi mente no podía procesar lo que acababa de escuchar.
Andrés suspiró y, con una calma escalofriante, dio un paso hacia mí. Sus ojos se clavaron en los míos, como si estuviera por soltar una bomba.
—Te embarace a propósito —dijo sin rodeos. Mis piernas se sintieron débiles, incapaces de sostener el peso de sus palabras.
—¿Qué...? —mi voz se quebró mientras trataba de comprender lo que acababa de decir.
—¿Recuerdas a mi hermana? —su tono cambió ligeramente, un destello de amargura cruzó su rostro, aunque su mirada seguía siendo implacable.
—No, no la recuerdo —respondí, confundida, sin entender la conexión entre su hermana y lo que acababa de decirme.
Andrés dejó escapar una pequeña risa, pero no era de diversión. Era una risa amarga, cargada de resentimiento. Se acercó un poco más, su expresión oscura.
—Tu padre la embarazó, Jennifer. Y ella no pudo con la culpa, no pudo con lo que había hecho... Y decidió quitarse la vida. —Su voz era grave, casi como si me estuviera contando una historia de horror.
Mis ojos se abrieron en shock, sin creer lo que estaba escuchando.
—Eso no es posible... Mi papá jamás haría eso —dije, negando la realidad con todo lo que tenía dentro de mí. Mi mente se rebelaba contra la idea de que algo tan horrible pudiera haber sucedido.
Pero él, sin inmutarse, asintió lentamente.
—Así es, Jennifer. Tu padre lo hizo, y ahora, tú estás embarazada. Y jamás me haré responsable de ese niño. Ese será el castigo de tu familia.
Mis piernas cedieron un poco bajo el peso de sus palabras, y me apoyé en el respaldo de la silla más cercana. La rabia y la angustia se entrelazaron dentro de mí. Las lágrimas amenazaban con salir, pero me obligué a mantener el control, a no darle esa satisfacción.
—¿Qué esperas de mí con todo esto? —le dije, la voz firme aunque el dolor me recorría por dentro. —¿Pretendes que me quede aquí, avergonzada y desmoronada por algo que ni siquiera entiendo?
Andrés no dijo nada. Solo me miró como si fuera una intrusa en su propia tragedia, su rostro marcado por la dureza de la venganza que había planeado todo este tiempo. Yo, por otro lado, me sentía como una marioneta atrapada en una trama que no había elegido.
Las palabras de Andrés fueron como un golpe directo al corazón. Su confesión me dejó sin aliento, paralizada por la frialdad de su tono.
—Jamás te amé, Jennifer... —dijo, su voz llena de desdén. Sus palabras eran como dagas, atravesando cada ilusión que había tenido sobre él.
Me quedé ahí, en shock, incapaz de moverme. Sentí como si el suelo se desvaneciera bajo mis pies, y todo lo que creía que conocía se desmoronaba.
—¿Qué estás diciendo? —pregunté, tratando de que mi voz no se rompiera, pero no pude evitar que la desesperación se filtrara en mis palabras.
Andrés me miró con una frialdad que me heló por dentro.
—Yo he sido quien se ha encargado de arruinar a tu familia. Me aseguré de que cada negocio de los Brown se hundiera, y tú... —hizo una pausa, como si la frase siguiente fuera la más importante de todas—, te metí en mi cama únicamente para usarte. No quiero saber nada más de ti ni de ese maldito niño por mí pueden morirse.