IV

2442 Words
Capítulo cuatro: los declaro marido y mujer. Ellen Mickalson. 4 de agosto. Cuando divise las puertas de la habitación abiertas y Eliana esperándome del otro lado con una sonrisa suave y tensa. Ambos tratamos de mantenernos en calma y relajadas, para no darle ninguna señal sospechosa a la familia del novio. Seguí cada una de sus órdenes hasta el momento de estar al lado del novio y firmar los papeles. Al salir del letargo en el cual me hallaba, y tratar de decir algo sobre los acontecimientos; era demasiado tarde. Había terminado de firmar los papeles; me encontraba enfundada en un sencillo vestido blanco, el cual estrangulaba mis senos, impidiéndome respirar. Me estaba asfixiando poco a poco, y los nervios se expandieron en mí, enloqueciéndome lentamente. —Los declaro marido y mujer—murmuro la voz del cura y una mano grande y callosa se posó sobre la mía con delicadeza. El calor que irradiaba aquella mano me abrazo y brindo un poco de seguridad, la cual fue arrancada segundos después despiadadamente. El hombre que me miraba, era igual de diferente para mí, como la nueva apariencia que poseía. Era hermoso de una manera que habría sido imposible describir. Se sentía lejano e incorrecto. Aun así, su belleza me cautivo, me hizo sentir en mi piel durante cortos segundos mientras lo observaba atentamente, hasta que el cura ordeno que podía besarme. Mi esposo; aquel hombre de cabellos negros, ojos aún más oscuros y una piel ligeramente bronceada; atrapo mi labio inferior con delicadeza, un toque húmedo, caliente y tentativo. Estaba esperando alguna reacción violenta de mi parte; como si intuyera que me encontraba en un estado de shock. Sus labios se movieron con suavidad sobre los míos, no siendo más que un contacto fugaz. —Vivan los novios—los aplausos retumban por el jardín ostentoso de los Greiner, las personas reunidas gritan felicitaciones y nos desean lo mejor. Caleb sostiene mi mano durante unos segundos más, para después dejarme sola en el centro de la multitud y desaparecer; dejándome a mi suerte. Él desapareció sin decir palabra y yo no sabía qué pensar. —Eres oficialmente Ellen Harrison, hermana—exclama Eliana con una sonrisa falsa, apenas las comisuras de su boca se alzan para parecer una. Ella soba gentilmente mi espalda dándome apoyo. No soy Ellen Harrison, soy Ellen Mickalson. Caleb se casó con una Greiner y yo no lo soy. No soy la novia que él esperaba y él no es el esposo que deseaba al casarme. Somos un caos. Un hombre grande, moreno y con una sonrisa intimidante se acerca. Su mirada fiera aleja a los demás, pero al centrarse aquellos ojos sobre mí se ablandan como si estuviera mirando a un pequeño conejo asustado. Hay sentimientos que me son desconocidos en su mirada viniendo de un hombre, como si aquella expresión es la que debería tener mi inexistente figura paterna en este día especial. —Es un gusto conocerte después de tanto tiempo, Ellen. Soy el padre de Caleb, por lo tanto, soy tu suegro; pero no me desagradaría que me llamaras padre—el hombre se presenta capturando una de mis manos entre las suyas, la agita suavemente con energía y las palabras que escapan de su boca desborda de alegría y entusiasmo. La cabeza de los Harrison, el mayor poder de aquella familia, está delante de mí con una sonrisa sincera y libre de codicia. Este hombre es diferente al vejestorio, el aura que le rodea y la manera en que sus expresiones cambian con facilidad sin tratar de ocultar algo en ellas. Siempre creí que las cabezas de las demás familias serían como Arthur, con un palo clavado en el culo y con la imposibilidad de dedicar una sonrisa cariñosa. Sin embargo, este hombre es diferente, es como ver un oso de peluche enorme bañado en miel o como diría Sara, una dulzura extrema. Ante mis ojos no es más que una fachada o una estrategia para que baje la guardia y me tenga en la palma de su mano. Pero cuanto más lo miro, aquella idea va perdiendo veracidad. —Creo que en este momento sería imposible llamarlo de aquella manera, Señor Harrison. —Dime suegro, entonces. No tienes que ser demasiado formal, Ellen—su sonrisa desciende de tamaño, pero continúa siendo dulce y fraternal. —Bienvenida a la familia, es un honor que hayas decidido compartir tu vida con mi hijo. Deseo de todo corazón que se puedan llevar bien, entender y respetarse—murmura manteniendo mi mano entre las suyas. Quiero escaparme del meloso agarre y alejarme un par de pasos, pero sería descortés—sé que este matrimonio fue apresurado y ninguno de los dos se conocen. —No hay ningún problema con este tipo de ceremonia, al final fue un pacto entre ambas familias—el hombre niega con una sonrisa tensa, pero aún mantiene una actitud positiva. Esta sensación de plenitud y seguridad que me rodea es extraña; me hace relajarme y confiar en que papá Harrison entenderá cada una de mis palabras. —Es verdad que fue un pacto entre ambas familias, pero las razones de los Harrison son completamente diferentes al interés de poder que posee tu abuelo, Ellen. Costará que te acostumbres a la familia, pero quiero que tenga presente que eres bienvenida, que tú eres lo que pedíamos. Una compañera para Caleb—suspira—disculpa al idiota de mi hijo, que no puede sacar un tiempo, que no esté dedicado al trabajo. Ten esto es para ti. Deja en mi mano un juego de llaves, el llavero que cuelga de ellas es de una nave espacial modelo antiguo. Observo el objeto plateado sin entender que debo hacer con ellas, ideas pasan por mi cabeza, pero ninguna me parece correcta, así que espero que el mismo me brinde la respuesta. —Son las llaves del apartamento de Caleb, tus propias llaves del lugar donde vivirás ahora. ¿Acaso pensabas vivir en otro lugar? —No claro que no—niego apresuradamente. Sí, si pensaba vivir por mi cuenta y solo ver la cara de mi marido cuando fuera necesario; pero este enorme hombre oso me ha jugado la peor carta de mi vida, dejándome en un callejón sin salida. —Gracias, no sabía que iba a suceder después de la ceremonia, como Caleb se había ido sin decir nada, estaba preocupada—miento mostrando mi mejor cara de tragedia. Papa Harrison se lo cree y agradezco mis habilidades de actuación aún más en este momento. Si hubiera sido Arthur quien me entregara las llaves, podría haberme negado rotundamente y mandado al infierno; porque la relación que comparto con mi abuelo paterno está dañada y me da la confianza de desear su muerte. Sin embargo, no conozco a este hombre y mi corazón se siente congelado al pensar desilusionarlo, negándome aceptar las llaves y sus comentarios sobre su hijo y lo feliz que se siente de tenerme en su familia. Me hace creer que realmente solo deseaba una nuera y esposa para su hijo; como si mi presencia fuera suficiente para ceder tanto poder ante los Greiner. ¿Tan importantes son sus hijos para este hombre? Creo que son más valiosos de lo que puede llegar a imaginar. —Te comprendo, hija, Caleb es una persona sin delicadeza y no se da cuenta de algunas nimiedades. Es un genio, pero cuando se trata de la convivencia con los demás es él que menos habilidades posee—mi mente queda atrapada en un bucle sin fin, repitiendo el comienzo de la frase una y otra vez. Evitando escuchar alguna explicación sobre el comportamiento de mi esposo. —Si quieres te puedo llevar hasta tu nueva casa, para que no te pierdas en el camino—su sugerencia rompe el bucle y una maldición se me escapa de la boca. Pero gracias a los dioses, el bullicio del jardín lo acalla. Me he vuelto a meter en una situación difícil de la cual no conozco ninguna escapatoria. —Seria de mucha ayuda—termino aceptando. —Bien, es mejor irnos ahora antes que sea más tarde. Al pasear del centro del jardín hacia el lugar donde se encuentra algunos carros parqueados, Eliana se acerca a mí con una mirada dudosa, pero una sonrisa aferrándose a los labios rosados. Ella corre y se abre paso entre los sirvientes, llegando en poco tiempo a mi lado, su mirada parece preguntarme que está sucediendo. —El señor Harrison, va a llevarme hasta la casa que compartiré con mi esposo—sus ojos me dicen que he enloquecido—no podía negarme a su amabilidad—Eliana entiende enseguida lo que quiero decir y su expresión se tiñe un momento con culpa. —Lo entiendo, espérame un momento, hay algo que quiero darte—hace una seña hacia el personal, una joven se acerca hacia nosotras, escuchan con calma las instrucciones de Eliana. Papá Harrison mantiene su distancia, dándonos un momento de privacidad. —Guarde algunas cosas que necesitara en el bolso y hay un pequeño regalo mio adentro. Te extrañaré demasiado, hermana—susurra Eliana atrapándome en un abrazo fuerte y asfixiante, su rostro se esconde en el hueco de mi cuello y murmura contra mi piel que no esperaba este evento en la historia. Ninguna de las dos esperaba que terminara viviendo en la casa de mi esposo, como un matrimonio real. Pero ya no hay vuelta atrás, ahora solo me queda seguir con el papel y ser una buena esposa. Caleb no me ha hecho nada malo hasta ahora, puedo intentar ser una buena compañera para él y conocerlo; como desea su padre. El camino hacia el apartamento de Caleb transcurre en una conversación animada, donde papá Harrison cuenta algunas anécdotas vergonzosas de sus hijos con una enorme sonrisa. Como si hablar de ellos fuera lo mejor de su vida, la sonrisa que se mantiene en sus mejillas es enternecedora y brinda algo de comodidad en esta situación tan complicada. —Nos vemos pronto, Ellen. —Adiós—muevo la mano en el aire desde el interior de la puerta del edificio. El vigilante cíborg me mira con atención esperando que llegue hasta él pidiendo información. La máquina ante mis ojos es tan normal en esta época, que no puedo evitar sonreír hacia él y pedir amablemente que me indique donde vive Caleb. —Doceavo piso, señora Harrison—mi piel se enchina y me doy cuenta de que mi suegro tenía planeado desde comienzo que viviéramos juntos o probablemente Caleb haya arreglado cada cosa que necesitaré en mi estadía. —Señora, él la guiará hasta su apartamento que tenga una buena noche—su dedo señala a un modelo de robot con apariencia animal, el rabo de mi guía se agita con emoción y los ojos felinos que me observan me trasmiten ternura y las ganas de apretujar su cara peluda; pero no lo hago. —Sígame por favor—el maullido del gato robot se traduce desde una bocina en su collar, la cabeza señala hacia el ascensor y emprende un paso lento hacia el cubículo. —El viaje no dura más de unos pocos segundos. El pequeño gato se sienta sobre su trasero y espera con calma a que baje del ascensor, cuando hemos llegado, el cubículo cristalino revela el comienzo del doceavo piso; el cual está decorado con colores neutrales y acabados metálicos. Un maullido me saca de mi ensañamiento y los pies se mueven fuera del cubículo, mirando por última vez aquel rostro peludo. Lo quiero, acepto para mis adentro. Coloco las llaves que me dio mi suegro sobre el lector cerradura de la puerta, la tarjeta se mantiene firme contra la cerradura durante dos segundos y después es liberada del campo magnético que le sostenía con un pitido suave. No tengo la necesidad de empujar la puerta, porque esta se abre de par en par cuando doy un paso hacia delante revelando una sala tenuemente iluminada. Suspiro sintiendo un cosquilleo inusual en el centro del estómago, el cual va escalando por los pulmones y asentándose en mi corazón. Me es imposible no vagar por los alrededores del monótono y tranquilo departamento, cada área que encuentro es igual que la anterior; es como si estuviera en un laberinto que cambia a su antojo para confundirte. Mi corazón sigue sintiéndose pesado y ansioso en su lugar, los pulmones se contraen y me cuesta respirar, la ansiedad se hace cargo de mí. He estado en situaciones difíciles, he interpretados papeles que en su momento me superaban; pero esta emoción que estoy experimentando ahora no se compara con aquello. Porque al final siempre sabía que todo era actuación y habría un día donde ya no sería ese personal. Sin embargo, ahora siempre seré una esposa de un desconocido. Es una locura. Durante la ceremonia hubo personas que se acercaron a mí con enormes sonrisas falsas y me saludaron como si me conocieran de toda la vida. Recordar que Arthur me llevo al altar y me entrego al novio es espeluznante, provoca que la sangre se congele y una arcada me recorra. Sinceramente, este es el peor día de mi vida. Llevándose la corana ser escoltada hasta el altar por el viejo. —Ahora sé que Caleb no esperaba mi presencia en su apartamento y todo fue planeado por el señor Harrison—mascullo al notar lo desprolija que está la nevera. Me extrañaba que el lugar estuviera tan limpio, si la razón de tanto orden es que no hay nada que indique que alguien vive en él. Al final papá Harrison fue más inteligente que los dos, me coloco contra la espada y la pared, teniendo que aceptar las llaves y su viaje exprés hasta el apartamento de su hijo; por otro lado, creo que mi esposo ignora por completo mi presencia en su vivienda. A lo profundo de la nevera y casi escondido hay un yogur artesanal de frutas, mi boca se hace agua y me es imposible no caer ante la tentación. —Lo repondré mañana—juro al aire dándole cucharadas al yogur. La inquietud que me mantenía despierta y con la intensión de esperar hasta la llegada de Caleb, me ha dejado; mi cuerpo se queda sin energías y me es imposible permanecer durante más tiempo despierta. Caigo en un profundo sueño y al final uso a mi disposición cada prenda y objeto en el lugar. El bolso que con tanto esfuerzo me había dado Eliana, solo tiene recipientes con pastillas, un cambio de ropa interior y barras de comida racionada.
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