III

3242 Words
Capítulo tres: Suenan las campanas o ¿son alarmas? Ellen Mickalson. 3 de agosto. Al salir de la mansión había dos ideas dando vueltas por mi cabeza, una era aún más atemorizante y aterradora que la otra. He oído sobre las novias que se fugan en la boda, he oído de los amantes que aparecen para impedirla y en último caso de los terceros que dejaban en mala posición a alguno de los novios. Pero, ninguna vez en mi ajetreada vida había escuchado de una persona suplantando a la novia. Nunca, en mis más de treinta años, hubiera imaginado estar caminando al altar bajo el nombre de otra persona, casándome con un completo desconocido. Sin embargo, eso es lo que acaba de suceder, he pactado que sería yo quien tomaría la mano del novio. Daría el sí y lo besaría cuando el cura diga que podemos hacerlo. Dios, me he vuelto loca. Cuando entre al carro que me esperaba, Carrie me observo en silencio todo el camino esperando que saliera de mi adormecimiento. Pero seguía en un estado de trance, como si me hubieran sacado de un tirón del ciclo ordinario del día. Era difícil procesar todo lo que había pasado en menos de seis horas. El carro se detuvo una vez más delante de una puerta estilizada, Carrie susurro palabras que no lograba entender y al no obtener respuesta de mi parte decidió por ella misma el siguiente paso. Al parpadear ya me encontraba en la seguridad del apartamento, resguardada entre las paredes que decore con tanto esfuerzo; los tapetes y cortinas que no combinaban a fuerza me rodeaban y brindaron un poco de normalidad. Tomo dos días completos volver a la normalidad, que los cinco sentidos y todas las neuronas funcionales comenzaran a hacer su trabajo. Esos dos días, pase mirando el techo blanco hueso, imaginado como sería mi vida de casada, pintando a mi futuro esposo o como sería tener intimidad con un desconocido. Mi cabeza se perdía entre las decenas de posibilidades, por las cuales terminar él matrimonia; aunque algunas eran tentadoras, no podía recurrir a ellas. Así que después de estar meditando, decidí salir de la comadreja y afrontar los últimos días de soltería. Los cuales habían terminado abruptamente. —Estás demente—la chillona voz de Sara retumba por el parlante clavándose en mis tímpanos, los cuales parecen llorar por el sonido agudo. Sara tiene razón, estoy demente o loca, cualquiera de las dos palabras me describe a la perfección. Sin embargo, no quiero seguir escuchando aquella afirmación durante treinta minutos más. No cuando Eliana me mira desde el otro lado de la habitación y decenas de manos recorren cada centímetro de mi cuerpo. Nunca imagine el día que vestiría de blanco pulcro, donde mi cabello estaría recogido en una diadema de loa Greiner y sujetaría un ramo de flores doradas mientras camino hacia al altar sonriendo a un hombre que no conozco; pero con quien compartiré toda mi vida. Bueno, los siguientes cuatro meses, ha eso se resume mi vida últimamente. — ¿Piensas seguir adelante con esta locura? —suspiro, una vocecita dice que no, pero el latido de mi corazón dice que sí. —No tengo opción—trato de sonar animada, extasiada por el momento tan importante. De alguna manera quiero hacerle creer a mis amigos que estoy feliz con esto, que he conocido al hombre con quien me casaré y que no me arrepiento de entrar en esta locura. Pero el tono bajo y poco seguro de mi voz, me delata. No, me siento como quiero transmitirle. —Si la tienes, apenas es la prueba de vestuario. Sal de ahí, bee—murmura está calmándose poco a poco. Sara me mira del otro lado de la pantalla con ojos acusadores y pesar, la mirada grisácea que me dirige grita que estoy cometiendo el peor error de mi vida. No puedo discutirlo. Sin embargo, no me gusta que me observe de aquella manera. No necesito ver u oír de otra persona que esto es una mala decisión. Lo sé con exactitud, joder lo sé. No obstante, esto no es una prueba de vestuario; Sara cree que estoy apenas decidiendo cuan blanco y pulcro quiero que será mi vestido, cuantas capas tendrá la falda y de qué color serán las flores. La realidad es que esa no es la situación. La boda ya estaba planeada, el vestido que usaré ya había sido escogido por Eliana. De alguna manera esto se siente como si estuviera actuando en una película, solo le estoy dando vida a un personaje. Aquel pensamiento me ayuda a mantener la cordura y seguir adelante. El pensar que este matrimonio no es real y tiene una fecha de caducidad pronto. Me ayuda a permanecer firme. —Deja que tu mimada hermana se case, ella es quien estaba comprometida desde el comienzo, no puedes limpiar sus desastres cada vez que se le salen de las manos. Es hora de que se encargue ella sola de arreglarlo, debe madurar, Ellen—murmura Sara en un murmullo mordaz. Mostrándose completamente en desacuerdo con mi decisión. —Sal de ahí, no te luce el vestido blanco, ni un maquillaje tan claro. Mucho menos el casar sin amor. Dios, Ellen, tú eres una romántica hasta la medula. Vives y respiras amor. —Es mi hermana... —murmuro poco convencida. Los muros que alce se van derrumbando poco a poco, pero el tiempo también se va acortando. —No puedo vivir siempre por el amor—ella me sonríe del otro lado de la pantalla, su sonrisa es tensa e incrédula. Pero Sara deja de insistir, ahora se muestra compasiva. —Nada de eso, bee. Estás siendo manipulada—susurra con voz de madre. —Por dios, bee. Te ha arrojado a las garras del lobo; ni has tenido un año para conocer a tu futuro esposo. Esto está mal, ahora entiendo por qué Marc me llamo histérico hace días, su preocupación estaba justificada—ella gime y se aleja de la cámara, el maullido de un gato se escucha de algún lado del cuarto de Sara; la cabeza peluda y traviesa de un pequeño felino se asoma delante del teléfono con curiosidad captando mi atención. Es lindo y muy tierno. —Le dije que tú no cometerías una estupidez de ese calibre, pero te tenía demasiada fe. Si lo que necesitas es darle uso a tu amiga, solo sal y llévate al primero que encuentres; tienes una fila detrás de tu pomposo culo, bee. No te cases. Sara siempre considera que la solución para algunos problemas es el sexo. Un poco de diversión y el estrés se irá; tendrás una cabeza libre y rápida para analizar lo que te atormenta desde otra perspectiva. Pero, no estoy del todo de acuerdo con aquel pensamiento; no soy puritana o una virgen, pero no me agrada la idea de que todo se resuma al sexo. Sara es un espíritu libre y despojado de cualquier norma moral. Por otro lado, yo soy más tranquila, inmovible y serena. —No lo estoy haciendo porque lleve meses sin tener sexo, no me casaría por algo tan trivial. —Llevas un año y medio. Eso es más que mucho tiempo—jadea exasperada. —Puede que después de una buena follada tu cabeza se ilumine y decidas huir de ese matrimonio. Ellen—suspira Sara plantando su cara delante del celular. Sus labios se contraen en una mueca de desesperación y si no tuviera que salir dentro de unos minutos estaría tirando de su precioso cabello castaño claro. —Ni se te ocurra—mascullo antes que complete alguna de sus locas ideas. Lo último que necesito es que las mujeres en la habitación piense que le seré infiel a mi marido el primer día. Sería una carga con la cual no quiero lidiar. No necesito escuchar los comentarios de Sara y Marc sobre lo mucho que afecta estar sin echar un polvo. Dios, cada semana los escucho, en este preciso momento no necesito que me recuerden mi pobre vida s****l. —No me gusta la idea, Ellen. Pero si al final decides casarte, lo respetaré y estaré hay ese día a tu lado, dándote el apoyo que necesitas—coloca una mano delante de la cámara y va bajando dedo por dedo. —Te ofrezco varios servicios, un hombro para llorar; una bolsa desechable para vomitar cuando descubras que tu esposo es horrible y muy mayor; un carro donde huir o lo mejor, una tapadera para decir que ya te encuentras casada. Lo que quieras amiga, solo dímelo. Río, ante su elocuente comentario, sé que contaré con la ayuda de ellos en cualquier momento, sin importar cuan descabellada sea mi decisión. Ellos estarán para mí y me apoyarán; son la familia que conseguí a través de años de esfuerzo y sacrificio, hemos pasado por momentos difíciles juntos y este no será la excepción. —Cuando conozca el día de la boda, te aviso. Pero como son las cosas, dudo que dejen asistir alguno de mis conocidos—Sara entiende y maldice la existencia del viejo decrépito, imitaría su acción si no estuviera rodeada de su gente. "El novio no debe enterrarse que le han cambiado a su prometida, sería un caos" pienso con una sonrisa tensa deslizándose en mis labios. Sara me observa detalladamente queriendo saber qué pasa por mi cabeza, pero si llegara a saber la verdad me mataría. —Me tengo que ir, bee, un beso grande y con mucha pasión. La llamada se corta y el silencio vuelva a rodearme, la habitación vuelve a sumergirse en murmullos y conversaciones que se escapan a mi entendimiento. Después de terminar la conversación y mandarle un mensaje a Marc pidiendo que no suelte la lengua y que estoy bien; el cerebro cae un bucle en pensamientos tristes y negativos. Suspiro con pesadez, las preguntas que hizo Sara son las mismas que me he hecho en los últimos días y horas; tiene razón, todo el mundo tiene razón al creer que es una locura. Eliana no quiere casarse y el viejo decrépito está de acuerdo en que puedo tomar su lugar, mientras no arruine las cosas con la otra familia. A Arthur Greiner no le importa quien se case, lo único que le interesa es lo que conseguirá por medio del matrimonio. Siempre siendo un viejo con comportamientos cuestionables. Aún no sé con exactitud que ganara con este matrimonio, pero si no fuera algo grande, nunca hubiera aceptado a casar a uno de sus nietos con los Harrison. Puede que no sea una Greiner y odie con todo mi ser a mi abuelo paterno y mi progenitor; pero sé algunas cosas de la familia, entre ellas el odio y rechazo que siente Arthur Greiner hacia los Harrison. Los últimos representa todo lo que está mal en la cabeza conservadora del viejo. —Esta lista, luce hermosa, señorita—anuncia una de las maquilladoras. Su mirada cae en Eliana esperando que esta muestre un signo de aprobación; Eliana asiente ligeramente y le regala una sonrisa pequeña. —Todo el mundo salga—ordena Eliana. Las mujeres trotan hacia fuera de la habitación como gallinas asustadas. Mi hermana menor cierra las puertas y toma asiento a mi lado, con una expresión seria. La misma expresión que vi el día que todo esto comenzó. —Debemos hablar. La familia tiene muchos secretos, Ellen, los cuales son capaces de hacernos ganar más dinero o destruir todo lo que hemos hecho. —No soy una Greiner, y nunca lo seré. Odio la mitad de mi sangre, lo sabes—mascullo mordiendo el interior de la mejilla conteniendo los espasmos producidos por la rabia. —Perdóname por dejarte en esta posición, nunca fue mi idea que quedaras envuelta en los problemas de los Greiner. Sé cuanto odias al abuelo, pero cometí un error que me convirtió en la prometida de Caleb Harrison. — ¿Qué hiciste? ¿Caleb Harrison? —inquiero con duda, quedándome con el nombre que ha salido de su boca. Eliana permanece con una expresión seria, pero durante unos segundos aquella seriedad se deforma y parece dominada por la rabia y resentimiento. Eliana está escondiendo algo, hay algo que no dirá hasta que se sienta lista. Y no sé si pensar cuantos problemas caerán sobre mí, acusa de aquellos secretos. Los Greiner siempre han destruido todo lo que tocan y entre aquellas cosas estaba mi madre. —No puedo hablarte sobre lo que desea el abuelo, es mejor que no conozcas los detalles—gruño con desesperación. Eliana no está haciendo más que dejarme una increíble duda y curiosidad, lo cual no ayuda en mi situación actual. —Pero si sobre la otra parte del trato que involucra a los Harrison. Una de las familias originales y los creadores de la mayor ingeniera. Los únicos que pueden hacer realidad el deseo del abuelo, por eso pidieron a cambio la mano de una de sus nietas en matrimonio. Ellos no buscaron nada más de la familia, podían ganar un poder increíble, pero se conformaron con un matrimonio. —Imposible, no tiene lógica—susurro sin creer ninguna de las palabras que ha dicho Eliana. Por lo general, las personas que están en el poder buscan tener aún más poder y riqueza, monopolizar el mercado. Pero que el jefe de los Harrison se haya conformado por un matrimonio para su hijo, deja mucho que pensar. ¿Quién es Caleb Harrison? Acaso me estaré casando con un criminal y no tengo ni la menor idea o un fenómeno de la naturaleza y una bestia. —Suena descabellado, pero es la realidad—Eliana comienza a divagar y soltar comentarios que no logro comprender. —Alto—exclamo sin entender a lo que quiere llegar Eliana, no importa cuántos datos o información me dé sobre el pasado de las familias y a lo que se dedican; es imposible para mi cerebro sobrecargado entender alguna de sus palabras. — ¿Cualquiera podía casarse con el novio? —ella asiente— ¿Por qué terminaste siendo tú? —esquiva la mirada y se muerde ligeramente el labio inferior, el ceño se frunce profundamente y los dedos se estrujan entre ellos. —Rete al abuelo cuando me entere de todo, le dije que estaba loco y su idea nunca sucedería. Se enojó—suspira—dijo que no creía en el poder de la ciencia y debería abrir mis ojos ante lo que seriamos capaz de lograr con los Harrison. Seguí insultándolo y en un momento febril y él decidió que sería yo quien se casaría. —No podías quedarte con la boca cerrada y dejar que alguien más fuera el sacrificio—la regaño, aunque no es del todo correcto de mi parte hacerlo. —Lo siento, no pude contenerme en ese momento—su mirada vuelve a estar sobre mí—pasé días arrepintiéndome por mis acciones, pero ya no había forma de echar para atrás. Lo intenté, pero la cabeza de los Harrison llego y dijo que sería un gusto tenerme en su familia—una risa alterada se escapa de sus labios, como si estuviera recordando cada emoción y pensamiento que experimento en ese instante. —Cuando murmuro que esperaba fuera una buena esposa para su hijo y lo amara desde el corazón, sabía que para ellos no tenía importancia la riqueza de los Greiner; solo quería que su hijo tuviera una esposa. Todo lo que un buen padre quiere. Que sus hijos sean felices y tengan una vida fácil. Todo lo contrario, a Arthur Greiner. —Céntrate Eliana—ordeno con voz firme, casi en un grito, mientras ella seguía riéndose como una demente. Se burla del padre y del hijo por no poder atraer a una mujer a su lado de la manera tradicional. Mi hermana pequeña insulta al novio de todas las formas que su boca educada conoce; sin embargo, no me gusta que insulten a otras personas en mi presencia, menos a quien se convertirá en mi marido. —Eliana—gruño mostrando el disgusto que me causan sus acciones. Nunca dije que fuéramos una familia ejemplar, la realidad es que cuando los gemelos nacieron las cosas eran mejores para todos. Padre había estado a nuestro lado, había llenado de besos y abrazos a mi madre, durante unos cinco años; se había liberado del dominio de Arthur y nos presentó como su familia. Pero esa dicha desapareció con rapidez, dos años después, padre no volvió, desapareció como la nieva sin dejar rastro y los gemelos llamaron la atención del cabecilla. Arthur, el maldito viejo, quiso comprarlos como ganado. Para él los dos niños de poco más de un año tenían precio, no había un dígito en el mundo que no pudiera ofrecer a mi madre pobre y desdichada. Sin embargo, madre se mantuvo fuerte, apretó los dientes y alzo la mandíbula, gritándole que nunca vendería a sus hijos. Arthur rio y dijo que volvería antes de dejarnos a nuestra suerte por seis meses; Eliana y su hermano gemelo, eran la viva imagen de nuestro padre; pero el niño poseía unos ojos que cambiaban de dorado a azul según la intensidad de sus sentimientos, este hecho fue suficiente para que la atención del viejo quedara solo en Eliana. Eliana era la viva imagen de nuestro padre o eso dijo el viejo cuando se la llevo. La engatuso diciéndole que una princesa no debería vivir entre la muchedumbre, no debía mendigar por comida o envidiar los objetos de las personas comunes. Arthur estaba dispuesto a convertir a Eliana en la perfecta hija que le robaron. —Lo siento, me supera la idea que Caleb Harrison no sea capaz de conseguir una esposa como todo hombre en el mundo. Debe ser jodidamente horrible. —Caleb Harrison, ¿ese es su nombre? —ella asiente sin interés. Caleb, pensé que tendría un nombre más ostentoso. Algo que impusiera con el simple hecho de pronunciarlo o pensar en él, pero me gusta lo suave y seductor que suena el nombre al deslizarse por los labios. —Sí, nunca lo he visto, así que no puedo decirte nada sobre él. La verdad siempre pensé que no existían herederos de los Harrison, son como fantasmas—farfulla Eliana—traje algo para ti, son unas píldoras que ayudaran a cambiar el tono de tu cabello y ocultar cualquiera tatuaje que poseas. Debes tomarlas todos los días, son de efecto corto, así que trata de tomarlas a la misma hora. Y lentes de contacto dorados, no se puede replicar exactamente este color con pastillas. Detallo la etiqueta negra de las pastillas, nunca pensé en tomar medicina para ocultar mi apariencia. — ¿Sucede algo? —niego, solo me siento abrumada por todo lo que ha sucedido. —Estas son un regalo de mi parte, píldoras anticonceptivas de última generación. Si quieres nunca quedes embarazada, Ellen. Por nada del mundo. Si llegas a quedar en cinta, tomate dos pastillas, hará que tengas un aborto espontáneo—hace comillas con los dedos en las dos últimas palabras. —Solo por cuatro meses serás la esposa de Harrison, ni un día más. Lo juro. —Solo cuatro meses—murmuro dándome seguridad, ella asiente y se levanta anunciando que el tiempo terminado y es momento de enfrentar la ceremonia. —Es hora de comenzar esta boda.
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