VI

2312 Words
Capítulo seis: estoy casada con un fantasma, ven y asústame. Ellen Mickalson. 8 de agosto. Nos despertamos a la mañana siguiente con un dolor de cabeza zumbando en los oídos, Marc es el único que parece entero y con una actitud positiva de los tres; mientras Sara reniega y maldice a los productores de Alcohol. Marc le susurra que se calle y tome la medicina, ella protesta, pero al final termina dejándose aplicar la medicina y sonriéndole al actor en agradecimiento cuando el dolor de cabeza ha desaparecido. Siempre sucede lo mismo cuando tomamos juntos, Marc es el que actúa como un hermano mayor y se encarga que quedemos ilesos. —Bien desayunamos y comencemos a recoger esta casa—murmura Sara, distrayéndome, sus piernas se mueven hacia la cocina, recitando en voz moderada cada alimento que le apetece. —Bendita sea Carrie—exclama al abrir la nevera y encontrar lo que desea— ¿cuándo te vas a casar con ella, Marc? —Muy pronto—jura este. Marc es el tipo de hombre que no se avergüenza de demostrar sus sentimientos y decir a los cuatro vientos quien le gusta; en este caso es Carrie, mi asistencia, quien ha cautivado el corazón del actor. Lamentablemente, para él, Carrie lo considera un hombre poco confiable y con quien nunca iniciaría una relación. —Apúrate, si no, te la quitaré—asegura Sara, sacando los portacomidas y colocando delante de cada uno su respectivo desayuno. —Cocina como los dioses, tuviste suerte, Ellen—asiento devorando mi ensalada frutal y dejando para último el pequeño yogur griego con mermelada, uno de mis gustos pulposos. —Debo irme chicas, el trabajo llama. Llamen si necesitan algo—murmura Marc antes de salir. —Comencemos a empacar tu closet, ahora que eres una mujer casada, deberías usar conjunto de encaje; ya sabes no olvidar la sensualidad—susurra Sara con una sonrisa pícara; dejo salir un suspiro pesado pensando en las próximas horas. No ha pasado ni una semana, y ya hay cientos de problemas sobre mis hombros. Debo caminar alrededor de Caleb en puntillas, con la idea de ser descubierta martillando en la cabeza. —Tienes unos muy lindos y reveladores conjuntos de seda y encaje—la voz de Sara denota aprobación ante mi gusto en ropa interior—te recomiendo mantener el rojo guardado bien profundo en el cajón del closet, a menos que quieras provocarle un infarto al científico. Ignoro la sugerencia buscando las maletas en la parte inferior del closet, manteniendo acallados mis pensamientos con el continuo parloteo de Sara sobre la variedad de prendas que existen en el cajón. Las conversaciones fluyen en todo sentido, algunas profundas y otras opinando sobre los últimos chismes de la prensa rosa, Sara parece irritada por haber sido él foco de atención hace una semana; los rumores sobre ella en una relación se extendieron como pólvora. Una de las reglas básicas de la castaña es nunca desmentir los rumores, mientras no salgas a decir que todo es mentira o tratar de ocultar las cosas, los medios se calmaran más rápido. —Hemos terminado, las cajas están llenas con los topes de comida, las maletas están selladas y cargadas en el carro. ¿Te vas a llevar alguna cinta de cine o un libro? —niego, no necesito nada de este lugar en el apartamento de Caleb. Quiero mantener ambas realidades separadas, entre más clara sea la línea, será fácil salir del papel de esposa. —Vamos camino a la baticueva—exclama eufórica dirigiendo el rumbo del carro. Saludo con un inclinamiento de cabeza al cyborg de la recepción, Sara lo mira durante cortos segundos, en lo profundo de sus ojos se puede ver un sentimiento de culpa o decepciona; como si esperara algo que nunca sucederá. El ascensor nos deja delante del piso doceavo después de un pitido y la primera en bajar es mi amiga, quien inspecciona cada detalle de la fachada con calma, absorbiendo todo. —Dios—susurra ahogada al entrar, los ojos se desplazan por las pláticas metálicas y a medida que avanza hacia ellas su voz falla al tratar de unir palabras en una frase. —Lo son, son las placas de metal ligero de un cohete. El último modelo del K-57, siempre he querido conseguir una pequeña parte de aquella monstruosidad; pero, tu jodido esposo lo usa como papel de pared. ¡Qué locura! Sus pies corren hacia las otras habitaciones, la yema de los dedos se mantiene adherida a las láminas metálicas y delinean los números que están talladas en las esquinas inferiores. Su mirada se encuentra enloquecida y alterada por la emoción, las mejillas enrojecidas y la voz jadeante revelan que este lugar es el sueño hecho realidad. Su lugar feliz de ficción. —Esto es una locura, Ellen. Tiene las maquetas y los primeros prototipos de varios de los grandes inventos de las últimas décadas. Dios, es un corazón artificial bombeando—la voz proviene de unas de las habitaciones, sus gritos son cada vez menos entendibles y lógicos. Sara salta de una explicación hacia otra, tratando de hacerme comprender cuando maravillosa es la colección de Caleb. —Cálmate—ordeno al ver lo roja que está su cara, ella asiente y se sienta en una de las sillas de la sala. Las manos se mueven inquietas, dando palmadas a las piernas cada poco segundo. El pie sigue el ritmo de las manos y ella poco a poco se va tranquilizando. —Quien diría que la presentadora más atractiva y coqueta del momento, es una fanática de los frikis y las aeronaves—un abucheo se escapa de su boca contraída, pero no dice nada para contradecirme. —Ellen, tienes que conseguirme al menos un poco de ese metal tan bonito que tienen—coloca ojos de cachorro, los labios se fruncen en un puchero y tengo que alejar la mirada para no caer ante ella—por favor. —No prometo nada—concedo después de una lluvia de súplicas y mirada de cachorro. —Eres la mejor—exclama abrazándome con fuerza, deja incontables besos en mi rostro y me desea lo mejor en mi matrimonio. Repite una y otra vez que debo ser buena hasta conseguir un poco de ese papel. Sara solo quiere el metal. 15 de agosto. Si pudiera describir mi matrimonio en una sola palabra, sería solo. Nunca me había dado cuenta de que la rutina de trabajo que mantenía día a día, era tan cargada y cansada, hasta este momento. La semana que decidir tomar para descansar y descubrir cómo manejar la nueva etapa como una mujer casada; no sirvió para nada. Me encuentro encerrada en un apartamento que no me pertenece, esperando que un esposo, el cual parece haber olvidado mi existencia, aparezca algún día de la semana por magia. Caleb nunca aparece y yo me estoy enloqueciendo por la rutina de caminar por cada habitación del departamento, mirar con ojos evaluativos objetos que nunca comprenderé y de los cuales no me interesa saber. Esperaba muchas cosas de esta situación, pero ninguna era vivir ignorada; debo ser honesta conmigo, esperaba desde el fondo, bien en lo profundo que Caleb apareciera los cuatro primeros días. Quería volver a ver su rostro, para experimentar la emoción que sentí al verlo por primera vez. Él nunca llega y me sumergí en llamadas constante que variaban de Sara hacia Marc, después hacia Carrie; un círculo repetitivo donde todos tenían algo que opinar o preguntar sobre esta etapa. Sara quería su preciada lámina de metal, me vi tentada varias veces a robar un pequeño trozo de las paredes, pero no lo hice; fui fuerte y resistí la tentación de callarle la boca. Marc me contaba sobre las interminables horas de trabajo y como la directora de su película lo perseguía. Holden primero comenzaba contándome sobre sus nuevas experiencias en el dormitorio, cada semana me relataba con la mayor precisión los descubrimientos que había hecho y como sus amantes parecía volverse locas con su lengua y espolón; una arcada sube por la garganta de solo recordar aquellas palabras guarras. Holden posee diversas modificaciones en el cuerpo, muchas de ellas para el disfrute y placer femenino; este último aún no sabía que estaba casada. Carrie, por otro lado, me mantenía al tanto de mi agenda congelada, sus comentarios amables que disfrazaban su opinión sobre mi matrimonio, eran más fáciles de manejar que los de los otros. Carrie es un amor que me escribía cada hora los dos primeros días, comprobando que no haya muerto por un ataque de nervios o la impresión de encontrarme con Caleb. Había sobrevivido una semana completa magistralmente sin ver a Caleb. — ¿Cuándo planeas volver al trabajo? —cuestiona con suavidad, observando con ojos de halcón como hurgo entre los vegetales, evitando las zanahorias camufladas en trozos pequeños. —Ha pasado una semana desde que te casaste, tu esposo no ha aparecido ninguno de los días, a menos que cuente llegar poco más de cuatro horas en las noches para dormir y volver a salir. —Estás sugiriendo que vuelva, porque no tenga nada que hacer en este lugar—asiente, y está en lo correcto. Pero no me siento completamente segura de iniciar con todo de una. —Caleb te está evitando o no se acuerda de estar casado, lo cual no parece descabellado ahora que lo pienso—apoya la barbilla sobre las manos entrelazadas, el labio inferior se frunce en un puchero apretado que siempre hace cuando está pensando a profundidad. —Si es un científico, como dice Sara. No es extraño que aparezca en el departamento solo para dormir o buscar una muda de ropa; ya sabes, las personas con esos trabajos importantes y difíciles, suelen dedicar toda su vida al trabajo. Lo cual es bueno para ti. —afirma con positividad; como si fuera algo bueno. Lo es, pero no puedo evitar resentirme ante la idea. Soy una mujer hermosa, quitando el hecho de ser Ellen Mickalson, una actriz deseada por todos. Porque solamente mencionar quien soy, coloca las cosas a un nivel inimaginable. Dejando a un lado la fama que posee, soy jodidamente hermosa, un monumento de mujer que saco la herencia latina de su madre. Pero saber que alguien en el mundo pasa de ti como si fueras la nada, lastima mi orgullo y autoestima. Pero si agregamos que ese individuo es mi esposo, es aún más fuerte. Recuerdo que cuando era una niña, siempre desee tener una familia propia, un hombre que me amara y aceptara por lo que soy. Una familia feliz y funcional, pero parece que aquel deseo infantil se quedara solo en eso. Este matrimonio nunca me dará lo que anhelo; no habrá un lugar seguro y cómodo, un amante que babee el piso por donde camino y un hombre que sea mi apoyo incondicional sin importar cuán difícil sea la situación. —Podrás mantener tu trabajo y vida privada separada, nadie descubrirá que eres Ellen Mickalson y Ellen Harrison—duda al último segundo, como si no conociera el apellido de Caleb. —No lo sé, Carrie, aún es muy pronto para volver. Nadie sabe que me case, pero al menos quiero llegar a un acuerdo con Caleb, deseo que este matrimonio no sea un infierno para ninguno de los dos o un estorbo—su mirada quema—no estoy diciendo que quiero actuar como una pareja felizmente casada, solo sobrellevar las cosas sin complicaciones. Asiente dudosa y me sonríe, la Tablet que estaba mirando fijamente en silencio durante los últimos segundos cae sobre el mesón apuntado hacia mí. Su dedo apunta la pantalla un montón de jeroglíficos que, no entiendo, Carrie debería haber sido médica y no ayudante. Entrecierro los ojos tratando de darle un significado a la letra endemoniada de mi ayudante, ella suspira desganada y recita en voz alta cada palabra que se encuentra en el esquema. —Una semana de trabajo, menos si lo hacemos en el orden indicado; volverás justo a tiempo para que Caleb no sospeche que te has ido durante días. Nadie notará tu falta de presencia en ninguna parte y seguirás ganando dinero. —Ya gano dinero. —Aún más dinero—refuta. —Puede que se escuche pesado, sin tiempo para descansar correctamente y como una locura, pero es la mejor opción. Puedo quitar algunos eventos insignificantes—concede intentado que caiga ante sus seductores planes. Dinero, una de las mayores dificultades que experimente hace años, pero ahora no es ninguna preocupación. No existe la necesidad de correr sin parar; inclinar la cabeza, y brindar halagos a cuanta persona poderosa conozca; no tengo la necesidad de contar cada moneda, e ingeniarme un método para llegar a fin de mes. La fortuna que he ganado con mi carrera es capaz de mantenerme por el resto de mi vida sin tener que trabajar y alcanzaría para algunas cuantas generaciones. No trabajo por aumentar un cero más al número en el banco, ahora solo tomo los papeles que me gustan y suponen un desafío; hago las cosas por diversión, para sentirme fuera de la monotonía. —Bien, mañana viajamos. Que quede claro que no lo hago por ganar más dinero, solo para despejar la cabeza y mantenerme positiva. —Eso, vamos a mantenernos positivos—apoya Carrie con una enorme sonrisa—empacaré todo lo que necesitas, terminar las zanahorias, Ellen. Si no comes sano, no puedes mirar los chocolates—asegura está como si conociera cuanto deseo un bocado pequeño de dulzura y sabor. Carrie conoce mi adición hacia los dulces, y lo mucho que lucho por mantener un régimen de alimentación alineado. —No me agradas, ¿sabes? —Me amas, no podrías vivir sin mí—ríe quedándose con la última palabra.
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