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En ese preciso momento aparecía mi madre, la cual también se unía a nosotros en ese abrazo que nos brindábamos.
—Mi pequeña, tú y nuestro amor es lo que me aferra a esta tierra desconocida que nos tocó pisar al dejar Polonia—mencionaba esta vez mi madre
—Madre ¿porque no solo dejan el orgullo y volvemos a Polonia? Veras que…
—Jamás Melania, mi familia nos humillo y nunca se interesó en saber de nosotros para pedirnos disculpas, para ellos mi amor por tu padre es una ofensa y no permitiré que lo vuelvan a discriminar o a ti hija, sé que saldremos adelante estando aquí.
El escuchar esas palabras me hacía entender algo que ya sabía. Debía marcharme, mis padres no querían volver jamás a Polonia y se aferraban a que todo cambiaría, pero, desde que era pequeña escuchaba las mismas palabras de su parte, por ello me dije no más, nuevamente me confirmaba que mi plan debía continuar.
Luego de ese pequeño momento me dieron las buenas noches y me cubrieron con una enorme colcha en vista de que estaba haciendo mucho frió, en correspondencia también me despedí de ellos ya que sabía que era mi última noche allí, además, no sabría cuándo los volvería a ver.
Esa noche me se me dificulto conciliar el sueño, solo admiraba mi habitación con esas pequeñas porciones de moho en las esquinas de las paredes, sus infaltables goteras, la madera de la puerta desgastada y un armario muy viejo donde colocaba la poca ropa que tengo para mí uso.
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