Querido jefe

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—Melania, hija, quiero hablar contigo, sé que es tarde, pero ¿puedo hacerlo?—ante su pregunta lo mire y asentí con la cabeza, afirmándole que si podía

—¿Que ocurre padre? ¿Pasa algo?

—No es nada serio, solo quería que me perdonaras por abofetearte esa noche, sé que esta vida no es la que te tocaba vivir, somos pobres, lo sé y no te lo mereces, eres una niña tan hermosa que el hecho de que vivas aquí al igual que tu madre, es horrible, no es justo para ambas. Aunque no lo diga estoy haciendo todo lo que puedo para no seguir viviendo aquí. Hija no es fácil, solo dame tiempo, veras que todo cambiara, podrás ir a la universidad estoy ahorrando un fondo para eso con ayuda de tu madre.

Mientras él hablaba notaba que derramaba algunas lágrimas que rodaban por sus mejillas. Mi padre era un hombre muy atractivo pero por el excesivo trabajo que ejercía diariamente permitía que su galanura se estuviera esfumando, luciendo como alguien de más edad.

—No llores padre, todo estará bien, no te preocupes por eso —mi respuesta más que para confortarlo era por lo que pensaba hacer.

Mi idea era que al irme ellos estarían mejor, mis sueños se cumplirían y luego volvería a ayudarlos, así de fácil lo pensaba.

Aun así la cercanía que me transmitía con ese abrazo que empezaba a darme y luego esas palabras de que me amaba como nadie, me llenaban de tristeza profundamente.

—Melania, no quiero que pienses que no me importan tus sueños, es solo que no quiero vayas a otro país sola, hay malas personas allá afuera y no quiero que te hagan daño, por eso te pido que no te alejes de nosotros, eres nuestra pequeña y te cuidaremos como lo que eres para nosotros, nuestro mayor tesoro. Por favor siempre ten eso presente—aunque comprendía sus palabras mi idea no cambiaba de parecer, por esto le correspondía el abrazo, sabía que el estar sin ellos me haría falta a pesar de todo lo agobiada que me siento con la compañía de ambos…