Querido jefe

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Tal como lo planee así fue. Esos dos días lo pase con Clara, ella me obsequio algunas prendas de ropa en vista de que no le servían por su tamaño, siendo más baja de estatura me quedaban perfecta. También aprovechábamos de conversar sobre algunos temas que eran de nuestro interés. Me contentaba tener a alguien confiable a mi lado, era simplemente una fortuna.

A mis padres los veía por las noches, ignorando con ello sus regaños y consejos. Dejándoles ver de esa manera que sus palabras no tenían un efecto en mí, por ello al llegar a casa me dirigía a mi habitación, pasando minutos en el espejo contemplando mi galanura.

“Seré feliz, tendré dinero, conseguiré a mi amor verdadero y lo mejor de todo es que siempre conservare esta encantadora figura que la genética me ha brindado”

Esas palabras me las repetía constantemente como si fuesen necesarias recordarlas. Lo hacía sin saber que me deparaba mi futuro, tenía tanto entusiasmo y expectativas de que todo saliera bien que no veía problemas ni complicaciones al respecto.

La última noche que estuve en esa pequeña casa donde fui feliz de niña junto a mis padres y a la cual ahora que tengo quince años la veo tan horripilante, hizo que me sintiera nostálgica, aunque ya había tomado la decisión por mí misma de alguna forma me sentía triste.

Por ello para no sentirme de esa manera me daba aliento mencionándome que estaría bien y que cuando estuviera mejor volvería para darles una mejor calidad de vida a mis padres, logrando de esa forma que ellos pudieran vivir de otra manera. Tenía ese pensamiento ya que a pesar de todo ellos son muy importantes para mí.

En medio de esa serie de pensamientos que invadían mi mente, de pronto sentí la presencia de mi padre en la habitación. Lo veía triste y desanimado que de inmediato me preocupe. En ese instante lo que vino a mí fue pensar si quizás se habrían dado cuenta de que me fugaría, aunque no lo creí ya que oculte muy bien el bolso que me llevaría.