—Insisto en que no es correcto.
—Hablaremos y volveremos a Estambul—informó mientras bajaba las escaleras seguida del hombre—. No tienes que pensar en lo que dirá, te aseguro que saldrás impune de esto. No es tu culpa, si no la suya por perderse tanto tiempo y por dejar puertas abiertas (secretos).
—¿Puertas abiertas?
—Nadie mejor para conocerlas que tú, Ahmet. Es exactamente igual que la linda historia con Aygul Celik. No pido mucho, pero una mujer debe tener agua en las venas para poder ignorar lo que ocurre en su casa. Siento que las paredes han dejado de ser blancas para teñirse de carmesí.
El hombre detuvo su andar ante su insinuación.
—No me compete decir nada al respecto.
—Me gustaría que mi esposo me lo explique.
—Es una situación…
Ella volteó de golpe y casi toca el
