La otra chica a su lado con quien compartía un amplio parecido físico sonrió ante su curiosa pregunta ¿Se estaban refiriendo a Ruzgar? —Lo sepa o no, tiene los brazos para ello. —¡Eira! ¡Niña, por Allah, que cosas dices! —le lanzó el tallo de la zanahoria para que se calmara y ambas chicas escaparon del proyectil. Cuando se sintieron a salvo, se acercaron hacia la barra. Eran jóvenes, igual o un poco menos que ella. —¡Haram! ¡Que Allah perdone tus pensamientos! Ambas rieron. —Mamá, no te enfades. Hace un tiempo Amaris iba a cambiar las sabanas y entonces entró a la habitación pensando que no estaba dentro. Estaba terminando de abrocharse los pantalones y aun no tenia camisa. Dijo que tenia brazos enormes y músculos firmes como un roble—abrió sus dos palmas y formó la forma de un bícep

