Elif hizo acopio de todas sus fuerzas y le permitió cruzar el umbral, más no se movió de allí, pues no pensaba dejarla pasar a su sala, no hasta que supiera quien era y que hacia allí.
—Buenas noches—logró decir, aunque tenía un nudo en la garganta.
—Me alegra mucho al fin conocerte—dijo observando su rostro con mucha curiosidad, como si fuera una pieza fascinante de algún tablero—. Ruzgar mencionó que eras bonita y no pensé que tanto.
—¿Quién eres? ¿Qué haces en mi casa?
No era su casa, pero al menos pudo decirlo sin titubear.
Eran de edades similares, no podía decir cuánto, porque el hiyab en su cabeza la hacia ver mucho más mayor. Usaba sutiles tonos de maquillaje a diferencia de la fotografía y sus mejillas parecían sonrojadas de manera natural. Era preciosa, demasiado.
—¿Q
