CAPITULO 2-3

1091 Words
—Iremos a la ciudad por unos tragos mientras esperamos la llegada de los demás. Cada una sabe las reglas de seguridad así le deseo lo mismo señora Celik. Pásenla bien. Dedicó un asentimiento a las mujeres y una ligera sonrisa a Aygul, pero ni una sola mirada retardada a su esposa. Elif no lo esperaba, pero fue incomodo verse rodeada de esas arpías y darse cuenta del desdén mutuo. Los autos estaban listos y Ahmed le abrió la puerta. —¿No irás con Ruzgar? —Él ya se ha marchado. Yo le acompañaré. —Bien. Minutos después emprendieron el camino. No estaba allí porque lo deseaba, pero al menos funcionaba para respirar un poco distinto. El aroma de las cuatro paredes estaba siendo ya insoportable. Cerró sus ojos recordando su vida antes de esto. Estaba en la preparatoria, estudiando, haciendo amigos y esperando que pasara el tiempo para irse a Londres. Era buena con las puntas y para los dibujos. Tenía el sueño de ser independiente de su padre, aunque siempre con su apoyo. Iba a confeccionar los vestidos de novia más hermosos de Estambul y llevaría una vida buena. Creía que ya tenía el paso asegurado para ir a Central Saint Martins y estudiar diseño, pero todo paró. Primero perdió la oportunidad a los dieciocho por pretextos de su madre quien no pensaba que una mujer de su clase debería meterse a un taller de confección. Era deshonroso que pensara en trabajar. Quería que escogiera un buen marido y fuera la esposa modelo. Honra a la familia Elif, solía decir cada vez que ella le mencionaba sus aspiraciones. Erkan no podía escoger, porque era varón y un heredero, pero ella se sentía libre de su destino. Adoraba a sus padres, pero su madre, aunque buena, tenía ciertos pensamientos que opacaron sus sueños. Antes de todo el desastre la había convencido de dejarla ir a Londres y accedió, pero la muerte y la desgracia provocaron que su estrella se alejara cada vez más. Ahora veía ese sueño como muerto. Ya no podía pensar por si misma, moverse o planear, ahora todo dependía de los deseos de su marido y de lo que los demás eligieran. Era una esclava dentro de una jaula de oro. Ir a Kaymakli sería tortuoso. Había estado allí con sus amigas, Gamze y Aysun. Estuvieron juntas desde la infancia y se conocían las unas a las otras. En ese viaje también estuvo Ismail. Ese chico de su edad, de intensos ojos marrones que cuando sonreía, formaba pequeños hoyuelos y era el hombre más tierno que había conocido en su vida. Como musulmana no podía tener un novio, pero cualquiera que los veía podría decir que entre ellos había chispa. Todo eso también lo perdió. Ismail no era de su mundo. Lo conoció en la preparatoria también y se mantuvieron en contacto hasta el punto de inflexión, después perdió su hogar y su vida. No tenía idea de donde estaba. Lo perdió para siempre, así como también a las amistades que tanto disfrutó en su juventud, su preciada y ahora inexistente juventud. Tenía veinte años y estaba casada ¡Excelente Elif! Su madre solía crear ante los demás una imagen que no era. Una mujer debe hablar de matrimonio y de hijos, solía decir y llenaba al mundo de historias sobre su hija. Elif participaba en eso para hacerla feliz y a su vez, para mantenerla tranquila, aunque por dentro sus sueños fueran ajenos a lo que el mundo esperaba de ella. Abrió los ojos una hora y media después, cuando la voz de Ahmet le indicó que estaban en el lugar. Bajó un poco aturdida y se encontró con las mujeres ya reunidas. Kaymakli era una ciudad subterránea. Había túneles por todas partes y paredes de color entre arena y naranja. Recorrer el lugar tomaba horas, pero era silencioso y apacible. Caminar siempre le hacía bien al cuerpo. —Aygul tiene un buen gusto por la ropa—dijo su madre comenzando a lanzar comentarios para que las demás la alabaran—. Le he dicho que cuando se casé, tendrá un hermoso vestido rojo en la noche de Henna. Su padre esta emocionado de cuando llegue ese día. Esperamos que pueda entrar a una buena familia y darnos la felicidad de tener un nuevo hijo. No es sencillo conseguir un buen hombre. —Mamá… La chica pareció un poco apenada y Elif se arrepintió de ir. No pararían de hablar durante media hora y ella sentía que la cabeza le explotaba. Ocultó su desdén y se limitó a seguirlas hasta que una de ellas recordó que estaba a su lado y decidió preguntarle: —¿Usted también piensa que el matrimonio es tan malo? Estaba tan absorta en sus pensamientos que perdió el hilo del tema. —Recomendaría a una mujer no casarse siempre que pueda evitarlo. Aygul sonrió divertida. —Con todo respeto señora… —Elif, solo Elif—corrigió. —Elif—dijo agradeciendo la amabilidad, aunque no fue eso, si no el deseo de no sentirse vieja por las formalidades—. Tiene un buen esposo. Es imposible que su marido entre a una sala y no sea observado. Los mayores le besan la mano por respeto y usted vive en una bella y enorme casa en Estambul. No parece que su matrimonio sea de sufrimiento, además, su esposo tampoco es aburrido. —Parece que lo conoces bien al decir que no lo es. —¡Aygul es buena leyendo personas! —Claro—respondió Elif sonriendo por primera vez desde que llegó a Capadocia. Sonreía divertida por ver a la mujer luchando por cubrir el comentario que su hija lanzó sin medir las consecuencias. Negó con la cabeza y continuó—. No lo digo porque Ruzgar sea un mal marido, solo que bueno, tal vez mi punto sería distinto si me hubieran pedido mi opinión sobre querer casarme. No tuvo que decir más. Aygul se aclaró la garganta y Elif comenzó a caminar alejándose de todas. No le importaba que consideraran su respuesta maleducada, pero tenía derecho a decir lo que sentía si se lo estaban preguntando. La guía comenzó a mencionar un sinfín de cosas y curiosidades sobre las ruinas. No podía estar siendo más aburrido. Ahmet la seguía con prudencia en compañía de otros hombres más, pero eran tan silenciosos que apenas y los notaba. El recorrido continuó con una tensión muy grande entre las mujeres, hasta que Elif decidió apartarse para comprar una botella de agua.
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