—Discutiremos el tema cuando llegué el momento.
—Estoy de acuerdo, señor.
Celik no era de ambición, no buscaba más que tener a su hija en una buena posición y que mejor que esta. Como padre, deseaba lo mejor para sus hijos. El lugar de segunda esposa no le incomodaba, porque Aygul no era de conflictos, si Elif se quedaba en su posición de primera esposa, su hija encontraría la manera de llevarse bien con ella y además, si era segunda o primera no importaba, lo que definía su posición en la casa, era la relación que llevaría con su esposo y él estaba seguro de que sería buena, porque Aygul lo era.
Se dirigió al auto primero que nadie, pero en vez de encontrar la puerta abierta para él, descubrió a un guardaespaldas corriendo en su dirección un poco preocupado. Ruzgar no tuvo ni que pedir que hablara, porque el hombre lo tenía todo en la punta de la lengua.
—Hubo un problema con las mujeres durante su visita. Un tiroteo las sorprendió, pero nuestros hombres manejaron la situación.
—¿Las Celik están bien?
—Si, señor. Su esposa también.
—No se si eso debería alegrarme por eso o no—comentó entre dientes para sí mismo, provocando que el guardaespaldas se aclarara la garganta de incomodidad—. ¿Sabemos de dónde provino?
—Un loco con problemas. Ajeno a nosotros al parecer.
—Entonces ¿Por qué deberíamos preocuparnos?
—La señora se negó a volver a la mansión y pidió que la llevaran a Urgup. Ahmet no ha podido convencerla. No creo que pueda volver bajo sus propios. Tal vez pienso que sería apropiado y por temas de seguridad, seguirla al pueblo cerca de Goreme. La balacera no parecía estar unida a algún objetivo importante después de una investigación profunda, pero a Ahmet no le da buena espina.
—¿Piensa que podría haber algo más?
—Absolutamente.
No lo pensó demasiado. Ahmet era muy activo en sus percepciones así que no perdían nada con mantenerse detrás de las líneas de seguridad. Después de la sangrienta Henna Roja, cualquier sentimiento negativo era observado con sumo cuidado. Aquel evento lo marcó todo. Muchos perdieron a todas las mujeres de su familia y eso no se podía recuperar con dinero. Una intrusión albana que sacudió los cimientos de la Turk no podía volver a repetirse.
Se puso los lentes de sol.
—Diles a todos que vamos a las cuevas en Urgup.
(…)
Respira, respira, respira.
Sus pies le dolían. Iba y venía de un lado a otro mientras pensaba exactamente que hacer. Estaba un poco nerviosa, pero tenía claro por donde debía atacar. Solo debía calmar el bombeo desmesurado de su corazón y seguir adelante con lo que sea que debía alcanzar. Debía mostrarse nerviosa porque cuando esos ojos claros se posarán sobre ella, no habría vuelta atrás. Ruzgar iba a descubrirla y matarla.
Cuando dijo que quería ir a Urgup, fue para pensar con más claridad. Deseaba llevar a cabo su plan, pero no era tan estúpida como para lanzarse sin medir las consecuencias. Debía sacrificarse y ser metódica o todo fallaría. Estaba segura de que Ruzgar lamentó que no tuviera una bala en la cabeza y eso la enardeció más. Verse muerta solo facilitaría las cosas para él y no pensaba irse sin cobrar cada humillación. Ruzgar sería su camino para lastimar la cúpula.
En su habitación había un bar lleno de toda clase de licores. Puso un poco de Raki en un vaso, luego un poco de agua y el trago antes transparente se tornó blanco. Por eso le llamaban, leche de león. Con tres vasos podía lanzar al suelo hasta al bebedor más experimentado. Tenía mucho alcohol, pero ella lo necesitaba y ahora, estaba sola.
Urgup era una ciudad famosa por sus casas cuevas, construidas entre las enormes rocas volcánicas de la región de Kayseri. No se necesitaba aire acondicionado porque eran sumamente frías por dentro y cada vez que estabas en una, te sentías en algún palacio de una era antigua. Las paredes eran de un delicado tono entre marrón y amarrillo natural. Había candelabros de lindas esferas turcas echas con cerámica de la mejor calidad y el suelo forrado de alfombras cocidas de puntada a punta. Sus pies debían estar pisando un millón de dólares. La residencia de Urgup era conocida por ella, porque Ruzgar solía pasar mucho tiempo allí por gusto. Decían que tenía más de noventa habitaciones y cuya construcción se llevo a cabo con sumo cuidado porque debía mantener esa fachada tradicional turca. Fue un escándalo cuando se anunció, porque costo quinientos millones de euros, lo que hablaba demasiado bien de su cuantiosa fortuna.
Cuando Ahmet dijo que tenían que volver, le pidió ir a Urgup en vez de regresar a esa mansión asfixiante y con ello, obtuvo un poco de paz y la posibilidad de conocer la imponente casa que se quedó corta con las descripciones que la gente solía dar sobre ella. Le gustó desde la entrada hasta los baños. Era espectacular y que todo fuera tan fresco y de piedra le dio un toque mucho más mágico. Su jardín emanaba tonos verdosos por los bellos arboles y enredaderas que aumentaban el frescor, observó por la ventana y bebió de golpe el raki.
Tenía pensamientos claros y decisivos sobre lo que tenía que hacer.
Lamentablemente, el destino teje sus propios hilos y eso quedó claro cuando escuchó los autos aproximarse y vio bajar a Aygul Celik en compañía de su madre a la residencia. Pudo haber sido algo normal, si todos los demás le hubieran acompañado, pero al parecer solo ellos tenían la invitación. La ira se apoderó de sus venas mientras maldecía el nombre de esa desgraciada. No era mala, o se decía, pero su matrimonio con Ruzgar sería la cúspide de la humillación y no toleraría una más.
¿Dónde estaba ese desgraciado ahora?
Se metió a la habitación y casi hace añicos la copa.