No parecía ser de alguien conocido y cuando la giró leyó nombres que le parecieron mucho más confusos.
Familia Al-Fayed.
Jamal y Lina Al-Fayed.
Hijos.
Behirham Al-Fayed.
Samir Al-Fayed.
Zayd Al-Fayed.
Adnan Al-Fayed.
Kirina Al-Fayed.
La niña en los brazos de su madre debía ser Kirina. Guardó todo de regreso, pero entonces otros extraños papeles aparecieron. Esa familia estaba fuera de su radar, no los conocía ni mucho menos escuchó de ellos, pero cuando encontró unos papeles, reconoció el mismo nombre de la foto en documentos oficiales.
Behirham Al-Fayed Al Qadir.
Diyarbakir, Turquía.
La fecha nacimiento estaba justo allí y si lo llevaba al presente, actualmente debía tener ¿Treinta siete? ¿Treinta y ocho? Le fue muy raro ver un apellido árabe, nacido en Diyarbakir y, además, de ¿Kurdo? Estaba muy confundida y próxima a resguardar todo, se quedó rígida cuando en un momento de descuido tumbó la caja y los papeles salieron volando. Mierda. Lo malo no fue que cayeran, si no que se reveló un documento que la dejó fría o más bien dos.
Dos certificados de nacimiento.
Dos tarjetas de identificación.
Ruzgar Yasin Arslan.
La fecha de nacimiento era cinco años después de la siguiente.
Behirham Al-Fayed Al Qadir, con cinco años de diferencia a la de Ruzgar y cuando leyó con atención comprendió lo que tenía delante. Era falsa, el certificado de nacimiento de Ruzgar Arslan era falso. Parpadeó y guardó los papeles con rapidez ¿Pero que diablos? No sabia que le impactó más, sí que estaba casada con un hombre que técnicamente no existía o que la edad marcaba treinta y ocho años.
Dieciocho…
—¿Qué estás haciendo?
¡Mierda!
No pudo ni levantar la mirada. Los papeles hubieran caído de sus manos debido la presión al escuchar su voz. Al estar debajo del escritorio tuvo oportunidad de acción. Palideció, pero no perdió la calma cuando sus dedos se movieron más rápido que su mente.
—Bus…buscaba una pluma—respondió con rapidez justo a tiempo para lanzar la caja a las profundades de donde las había sacado, no sin antes guardar las dos identificaciones vencidas dentro de su vestido para poder analizarla con más calma después. Con las manos en los bolsillos, Ruzgar entró en la estancia y siguió con atención los movimientos de su esposa, desviándose por breves segundos al dibujo que había sobre el escritorio. Sacó su mano del bolsillo y tomó el dibujo entre sus dedos dándose cuenta de que había talento.
—¿Dibujas?
Tener el papel en sus manos le hizo darse cuenta de que no conocía nada de ella en realidad, salvo su apellido y que provenía de una familia de mierda. Elif se aclaró la garganta y extendió su mano para arrebatarle el papel. No le gustaba que la gente viera sus dibujos.
—A veces.
—No parece que sea a veces—comentó—. La gente que es demasiado buena en algo tiende a ocupar gran parte de su tiempo en ello para perfeccionar su talento. Tu lo tienes, así que supongo que le inviertes tiempo. Es un buen dibujo.
La chica dobló la hoja que había arrancado de la pequeña libreta en algún momento mientras dibujaba y le hizo tantos dobleces hasta volverla un cuadro pequeño. No lo hizo porque lo deseaba, si no para matar un poco el nerviosismo que le causaron los descubrimientos previos que aun no sabia como interpretar.
Estaba confundida.
—Hablas como si tú también tuvieras uno.
—Tengo talento traficando cosas, pero eso es de familia—comentó con sutileza y dibujando en sus labios una sonrisa burlesca—. Me sorprendes Aksoy, hasta anoche creí que no tenías talento alguno.
—Pues te equivocas.
Enfadada por su agresivo comentario, rodeó el escritorio y se dispuso a abandonar la estancia, pero con el simple hecho de alargar su mano, fue sujetada y llevada a los brazos de su marido, quien terminó afirmándose contra el escritorio y haciéndola meterse entre sus grandes piernas. Sus manos la sujetaron bien para que no escapara.
—Veo que tienes otro talento oculto—susurró—. El de arruinar mis planes. No me sorprende que tuvieras algo que ver con el hecho de que los Celik hayan abandonado mi casa.
—No es mi culpa que se fueran de nuestra casa. Yo intenté ser amable con Aygul, inclusive acepté su invitación para salir, aunque ni ella ni su madre me agradan. No soy una maleducada—aseguró siendo sabedora que le llamó de forma sutil golfa en una que otra conversación y tal vez se había comportado hostil, pero mantuvo ojos inocentes mientras los ojos escudriñadores de su esposo la mantenían en observación con esa impactante mirada grisácea. Al momento de verlos tan de cerca notó el increíble parecido a los del niño mayor en la fotografía. Eran los mismos ojos, el mismo rostro.
—Pues yo creo que eres muy maleducada.
—¿Mi comportamiento ha dado que desear?
Sin poder evitarlo, Ruzgar terminó riendo por su descaro.
—Eres muy descarada ¿Lo preguntas?
—Discúlpame—pronunció con sarcasmo—. Nadie me preguntó si quería casarme y, además, acepto que no tengo muy buenas relaciones contigo ni quiero tenerlas, pero ya entendí que debo hacerlo si quiero seguir viviendo plenamente. Pondré de mi parte, solo por mi bien.
La sonrisa de Ruzgar se borró y sus ojos se volvieron intensos.
—¿Qué paso en Kaymacli?
Lo preguntó de una forma tan fría, que ella sintió que podía notar sus pensamientos y saber que estaba mintiendo si no le daba una respuesta apropiada. Tenía ojos profundos y cuando se enfadaban, se tornaban de lo más intimidante. Nerviosa, se aclaró la garganta y le restó importancia sin dejar de ser un poco dramática.
—Un loco con un arma disparó por solo Alá sabe que…—explicó intentando parecer convincente—. Todo el mundo salió despavorido cuando comenzaron los disparos y yo terminé escondida detrás de las rocas pensando en que tal vez alguien había venido por mí. Una bala pasó por encima de mi cabeza y me sentí aterrada. Casi caigo y terminé con las palmas un poco irritadas. Por suerte, Ahmet me encontró rápido.