Ruzgar analizó sus manos. Ya no estaban rojas como había dicho.
—Yo ya te lo había dicho—reprochó con molestia—. ¿Piensas que lo que pasó es un juego? Insistes en que el Olum hubiera sido un mejor camino para ti, pero eso es porque eres joven, inmadura y no entiendes el valor de la vida. Los errores de los padres no deben ser pagados por los hijos. Tu familia nunca me agradó del todo ni durante las buenas relaciones, pero habría sido una pena que terminaras echa cenizas.
Cuando pronunció el final, bajó la mirada a su escote provocativamente, dándole a entender que era lo que habría sido una pena perder y no pudo con su descaro. Elif se acomodó entre sus brazos y afirmó sus manos sobre sus grandes piernas antes de inclinarse para verlo a los ojos con mucha insolencia.
—¿Inmadura? Podría ser—comentó mientras sus dedos recorrían sus piernas sutilmente en una caricia que Ruzgar sintió a detalle desde la espalda hasta la entrepierna, pero lo mejor fueron sus ojos ¿Podría el descaro convertirse en una virtud tan sensual? Levantó sus cejas con curiosidad— Tengo veinte. ¿Cuántos años tienes exactamente? ¿Cuarenta?
Ruzgar rio ante su osado atrevimiento.
—Es mejor para ti no saberlo—opinó divertido y con malicia.
—Es la mínima información que una esposa debe conocer. Yo me he dado cuenta de mi pequeño error así que espero que te acostumbres a mi nueva faceta de señora Arslan. Mi casa, mis órdenes. La próxima vez asegúrate de no darle mis beneficios a cualquiera. Es incomodo tener que poner a otra mujer en su lugar solo porque mi marido le dio alas.
Ruzgar se inclinó peligrosamente contra ella.
— ¿Y si no quiero?
—No te recomiendo averiguarlo, Arslan.
Escapó de sus brazos y salió de la habitación mientras su marido la seguía con los ojos entrecerrados. Cuando ella desapareció, rodeó el escritorio y revisó lo cajones un poco curioso. No confiaba en ella y su comportamiento, aunque extraño, iba mucho más allá que el solo hecho de querer mantenerse con vida. Sus miradas aun eran hostiles.
No encontró nada de relevancia en su corta búsqueda, pero ella si lo hizo. Ruzgar cerró los cajones y los observó con detenimiento. Había algo que no terminaba de agradarle, eso estaba claro.
(…)
Observó el reloj.
Eran las seis de la tarde. Debían moverse al Fairy, un majestuoso hotel a las afueras de la región donde podían llevar a cabo la reunión sin tantos problemas. Los cambios a ultima hora eran comunes por seguridad y después de una sola orden suya, todos debían presentarse en el punto acordado. No se habían visto en todo el día después de que abandonó el estudio y después, envió a una mucama a informarle que la necesitaba lista a las seis en punto en el recibidor o llegarían tarde.
Se puso de pie y comenzó a caminar de un lado a otro.
Iba a subir y la llevaría como estuviera vestida.
No era la primera vez que se negaba a ir a un evento así, pero esperaba que no hubiera dramas después de haber sido claro. Esperó cinco minutos cuando su limitada paciencia le dictó que debía ir a buscarla. No iba a esperar un minuto más. Apenas se había dado la vuelta cuando la vio de pie en el umbral. Mantenía una brillante pero sutil cartera justo al frente en forma nerviosa y un vestido rosa palo precioso que se enarcaba en su cuerpo, pero era sumamente elegante, dando la sensualidad apropiada al apretar las zonas correctas. No pudo ver que calzaba, porque llegaba hasta el suelo. Se había puesto unos pendientes pequeños y un collar con un dije en forma de una delicada flor. Sus labios captaron su atención de inmediato porque tenían un toque brillante y húmedo, no supo como explicarlo.
—Perdón. Se me hizo un poco tarde.
—Tenemos que irnos ahora—indicó evitando que ella se diera cuenta que tenía una obsesión por mirarle la boca que no podría ocultar por mucho tiempo. Con su mano le indicó que fuera al frente y rápidamente emprendieron el camino. Ahmet la saludó con un asentimiento y le abrió la puerta del auto.
Ruzgar recibió también su saludo e información relevante.
—Todos están en el Fairy, señor.
—Perfecto—respondió.
Apenas y habían comenzado el trayecto cuando el teléfono de Ruzgar comenzó a sonar. Observó de quien se trataba y de inmediato puso el teléfono en su oído.
—¿Merhaba? (¿Hola?)
—¿Cómo van las cosas en Kayseri?
—Corriendo—respondió notando que Elif le observaba con el ceño fruncido, posiblemente, intentando descubrir con quien estaba hablando—. Estoy a unos minutos del Fairy. Tuve que mover ciertas fechas por situaciones inesperadas que no tienen importancia.
—Si cambió tus planes, si la tiene.
—No te preocupes. Lo hice por seguridad. ¿Ha pasado algo?
Kerem se quedó en silencio del otro lado de la línea.
—En absoluto. Esperé tu llamada anoche, pero creo que te entretuviste o la olvidaste—comentó provocando que Ruzgar viera de reojo a su esposa teniendo ciertos recuerdos—. Me sorprende de ti, porque siempre estás en todo. Me preguntaba si…Te entretuviste en algo.
Pudo haber sido un comentario de la nada, pero Kerem siempre que abría la boca tenía algo optimo que decir y de inmediato, Ruzgar se dio cuenta que no hablaba solo por hablar. Se quedó en silencio por varios segundos y entonces, lanzó el reproche.
—Si ya lo sabes ¿Por qué lo preguntas?
Lo escuchó reír del otro lado de la línea.
—Quiero que me lo cuentes, Arslan. Me hiciste muchos favores en el pasado y me siento interesado. Tómalo como una forma de devolverte el favor. Creí escuchar que la chica Aksoy ocupó tus prioridades durante toda la noche y dudo que fuera discutiendo, porque escuché que hay mucho de eso también.
—Justo ahora estoy ocupado—soltó sabiendo que no era un tema que podía dialogar con ella a lado—. Hablaremos de ese tema y de los demás, cuando termine la reunión del Meclis. No hay novedades importantes por el momento, pero si me interesa mucho hablar con el consejo sobre Nima Ferhadi. Es un negocio riesgoso, pero muy fructífero para todos.
—Si hay alguien que puede cerrar ese trato eres tú. Mis negocios están en tus manos por una razón, Ruzgar. Te dejaré hacer tu parte porque creo que estas un poco ocupado. Nos veremos en unas semanas en Estambul para conversar con una buena copa de Raki porque tengo la impresión de que tienes buenos temas de conversación. Allaha ısmarladık (Te dejó con Allah. Forma de despedida común en Turquía.)
— Allaha ısmarladık.
Elif mantenía sus ojos sobre el cristal. Era de noche, pero podía ver las luces de las casas en todo el lugar y el todo naranja que decoraba gran parte de la región. No mencionó nada, pues entendió de inmediato que se trataba de Kerem Gurkan al teléfono. Hubiera sido molesto que se tratara de Aygul Celik, pero igualmente, estaba segura, que pronto declinaría sus intentos. No era lo mismo tener una enemiga por ambición a por afecto genuino. No esperaba mucho de esa reunión.
No le gustaba asistir porque sabia que para todo el mundo era un bicho raro, alguien a quien debían saludar, pero que no les caía en gracia y varios ni siquiera se negaban en ocultarlo. Iba a enfrentarse a un trago muy amargado esta noche, pero valía la pena. Era la primera vez que escuchaba el nombre de Nima Ferhadi, el hombre y los negocios de los que estaba más que interesada y debía conocer más. La única manera de profundizar era mezclarse en el ambiente que le daría respuestas.
Se dio cuenta que habían llegado, porque Ahmet abrió la puerta y le tendió la mano para ayudarla a bajar. Rodeó el auto para llegar a Ruzgar y antes de que entraran él le lanzó una advertencia. Usualmente era maleducada, hostil y tajante. No quería eso hoy.
—Tengo negocios importantes que tratar con el Meclis. Estarás en compañía de las demás mujeres y no quiero espectáculos, Aksoy. Eres mi esposa y debes comportarte a la altura.
La señaló con el dedo índice.
Se sintió como una niña siendo advertida antes de entrar a un parque de diversiones. Iba a replicar, pero la primera silaba no había salido de sus labios cuando él ya se había adelantado. Ni siquiera a los perros se le lanzaba esa clase de advertencias tan tajantes. No le tomó la mano, ambos entraron separados por al menos medio metro de distancia. No iban a confundirse, que hubieran tenido sexo no cambiaba las asperezas, aunque, en medio de la conversación desconfiada pudieron olvidarlas. Ruzgar le lanzó una ultima mirada de advertencia antes de dejarla con Ahmet, quien seria su chaperón durante la noche. Caminó un poco cohibida en el lugar, especialmente cuando notó las decenas de ojos femeninos señalarla como si fueran cuchillos.
Se controló. Que horrible situación. Se ponían a hablar entre ellas viéndola de reojo sin molestarse siquiera en ocultar su desdén. Ruzgar el pidió comportarse, pero ellas no lo estaban haciendo. Tomó un poco de aire y robó una copa de las bandejas que circulaban en el salón. Los hombres estaban en el segundo piso, hablando de negocios, mientras sus mujeres aprovechaban la reunión para hablar de chismes. Lo común.
No toleró mucho el ambiente y a la mínima oportunidad, menos de media hora después, decidió ir al baño. Alá en los cielos sabía que, de ser menos paciente, habría tolerado apenas cinco minutos en medio de esos crueles ojos. Lo detestaba porque era imposible para ella no poner un antes y un después. Cuando era más joven, acudía a fiestas, su madre era amable con todos y tenían buenas amistades, ahora, ahora todos le veían como si fuera basura. Se metió dentro de uno de los cubículos, bajó la tapa y se sentó en ella.
No quería llorar, pero era imposible la sensación de suciedad que le causaban las miradas de todos. Necesitaba unos minutos más para estabilizarse y volver, porque si no lo hacía, Ahmet iba a entrar y sacarla. Además del notable desdén, cuando Ruzgar no estaba cerca, nadie se acercaba a ella y eso era un poco cruel, considerando que todo el mundo tenía sus grupos y ella parecía la única alma en pena en el lugar. Limpió la lagrima de desdén y enfado. Quería tomarlas del cabello y hacerlas besar el suelo y no podía. Ira contenida, eso debía ser.