Bueno, al menos no estaba llorando en su habitación como imaginó.
Ambos hicieron contacto visual y después Ruzgar lanzó la botella vacía a la basura y buscó una nueva en la nevera. Elif le siguió con atención. Se estaba paseando medio desnudo por la maldita cocina y sudoroso para variar. Ella intentó que su presencia no le molestara y comenzó a sacar los ingredientes de las bolsas.
Queso.
Kataifi.
Pistaches…
Elif no se perturbó y comenzó a acomodar la masa rápidamente en los moldes. Él observaba divertido hasta que en cierto preguntó:
—¿Ahora cocinas?
—¿Algún problema?
—Es nuevo—inquirió divertido antes de tomar un trago de agua y dejar ver su fornida espalda mientras se afirmaba a la barra a un costado de ella—. Antes tenían que sacarte de la habitación para comer, pero ahora cocinas. Eres una caja de sorpresas, Aksoy.
—Burlate lo que quieras.
—Era un cumplido.
Sus dedos se afirmaron agresivamente a la masa.
—Solo quería comer Kunefe ¿Tienes algún problema con eso? Estoy en mi casa, en mi cocina. Puedo hacer lo que quiera—aseguró tajante enfocando mi casa en la oración con posesividad.
—Pensé que dijiste que era un maldito desgraciado. La casa en la que uno vive no puede agradarle tanto si se tiene compañía indeseable. Ahora es tu casa, soy tu marido y…
—¿No era lo que querías? Pensé que al igual que yo estabas cansado de los problemas y de la amargura que se crea dentro de estas paredes. Yo no tengo nada fuera, así que esta es mi casa y esta es mi realidad—colocó queso dentro de la masa y levantó la mirada—. ¿O ya no es lo que quieres? Estas tan insistente con el tema de Celik que pensaré que realmente te gusta. Un hombre no insiste tanto en un matrimonio en caso contrario.
—No son temas que te incumban.
—¿Qué quieres de ella? ¿Compañía de cama? —cuestionó Elif sin reproche, solo con el firme deseo de que fuera sincero sobre ella. —¿Hay romance? ¿Amor?
—Quiero un hijo.
Elif no esperó esa respuesta tan sorpresiva y en realidad, Ruzgar se la había dado porque sabía que era algo que ella ni siquiera consideraría, es más, aseguraba que ahora estaba preocupada de que su encuentro no hubiera tenido resultados. No tuvo una respuesta rápida a eso. Ruzgar rodeó la barra y se inclinó sobre su hombro divertido por su silencio.
—¿Qué? ¿No vas a ofrecer ser tu quien me lo dé?
—Soy joven, pero los hijos no son un juego de sus padres.
Ruzgar chasqueó la lengua con negativa. Ese no era el punto.
—Nunca he dicho que lo será. Si es un varón, será alguien muy rico cuando crezca y si es niña, será una princesa consentida que tendrá sus pies todo lo que desee—aseguró afirmándose a la barra y encerrando a su esposa entre sus grandes brazos y afirmando su entrepierna a su trasero tentadoramente—. Además, imagina lo divertido que sería encamarse hasta lograrlo. Esos lindos pechos que tienes no abandonarían mi boca durante las noches y tu cuerpo siempre estaría mejor conmigo dentro de él.
Metió su mano dentro de la delgada tela de seda.
Tenia mangas muy delgadas y pudo cubrir ambos casi con una mano. Elif disfruto del toque y arqueó un poco su cuello luchando por no revelar la corriente que le causaron sus dedos nada más al rozarla, pero fue mala idea, porque él llevó su rostro a esta zona y con su nariz acarició su piel, mientras sus labios prometían besos cálidos y excitantes. Elif tragó saliva.
—Ruzgar…—advirtió cuando sus manos amenazaron con bajarle la blusa en plena cocina con la posibilidad de que alguien entrara en cualquier momento y les descubriera. El hombre sonrió victorioso al ver su negativa. Se acercó a su oído y le susurró:
—El odio no se olvida tan fácilmente Aksoy y es claro que no estamos en sintonía en cuanto a deseos. La Turk te ha dado un año para cumplir tu parte y mantenerte aquí. Si no lo haces, esto se termina y tú te mueres.
—La Turk espera que muera desde el Olum. No es novedad. —Giró entre sus brazos y le encaró—. Lo curioso es que se me quitaron las ganas de morir también y si me dan a elegir, entre mi vida y esto, podría olvidar el odio que te tengo. Ya lo hicimos la otra noche ¿No? Estas equivocado si piensas que unas copas de Raki pueden hacerme perder la cordura. Soy consciente de mis acciones y no veo problemas. Eres mi marido.
Sus uñas juguetearon con su pecho. Su dedo índice y medió comenzaron a caminar provocativamente hacia su ombligo. No tuvo reparos en jugar con la línea de su pantalón deportivo. Ruzgar siguió sus dedos con sumo cuidado, sin perder de vista el camino de sus uñas expectante y se atrevió a decir que nervioso. ¡Mierda! No era un adolescente, pero de un momento a otro la imaginó arrodillada delante de él, limpiando sus labios con sus dedos como lo hizo con el labial la noche anterior.